Capítulo 18

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Después de que el tiempo de la visita pasó, volvimos a Arazem. Antes de irnos tuve la desgracia de ver nuevamente a la madre biológica de los niños y por suerte tenía a Zolad en mis brazos y por alguna extraña razón, Adregon tenía a Tarhik en otro sitio en ese momento. Cuando me la presentaron, le rompí la mano cuando la estreché excusándome con que a veces no controlaba mi propia fuera; por suerte para mí, mi estatus como pareja de Adregon me protegía y aun si no me creían, tenían que hacer como que lo hacían.

Sumado a eso, en el viaje de retorno tomamos otra ruta y el barco en el que iba fue atacado nuevamente; en ese momento fue un alivio, como si tuviese energía acumulada y de repente me hubiesen dejado en libertad. Todos los sentimientos negativos que había tenido los había soltado ese día y los que viajaban conmigo se habían dado cuenta de que mi sobrenombre, Toras, habían sido bien puesto.

Llegamos al castillo de madrugada, los niños y Adregon se fueron a dormir pero yo me quedé leyendo el trabajo que se había acumulado en mi ausencia.

"¿Qué nos dice a nuestra propuesta?"

Se suponía que debía estar sola, pero veía que ellos no descansarían hasta obtener lo que querían. Suspiré y puse los papeles de lado, me recosté en la silla y coloqué los pies sobre el escritorio.

"¿Qué más me van a decir?" Le dije al hombre frente a mí, éste se quitó la capucha revelando un rostro experimentado y con tres cicatrices, tenía el cabello como la pimienta y el cabello desordenado pero corto. Su rasgo más llamativo, sin embargo, seguía siendo la cicatriz en su cuello.

"La hemos observado."

"Me di cuenta."

"Y estamos seguros de que cuenta con las cualidades para pertenecer a nuestro grupo. Insistiremos hasta que acepte, pero sería un ahorro de tiempo para usted y para nosotros que aceptara."

"Acepto."

No cambió su expresión. "Pensé que tenía que convencerla un poco más."

"No." Sacudí la cabeza mientras me ponía de pie. "Tal vez no esté muy de acuerdo con su grupo, pero es inevitable y totalmente obvio que pertenezco a él. Sin embargo, tengo una pregunta para usted, señor..."

"Yuein Hash, líder de los Asho-Rastra y al servicio de Su Majestad."

"Señor Hash, ¿voy a tener que renunciar a ser General en Jefe?"

"No si no lo desea."

"¿Puedo entrenar cuando pueda? Es obvio que sabe de los niños."

"Sería una de las pocas Asho-Rastra en ser madre pero no veo cómo eso sea un problema."

"El problema, señor Hash," me acerqué a él. "Es que si veo que algo los puede poner en peligro, no lo haré. Eso sin contar que no quiero que se sientan abandonados." Ladeé mi cabeza. "Con que los hayan abandonado y decepcionado una vez es suficiente. Ahora que he aceptado ¿qué se supone que debo hacer?"

Se acercó a mí pero Lanaedo y Hanolu se interpusieron en su camino. Levantó sus manos. "No le voy a hacer nada." Le dijo a mis acompañantes y luego me miró. "¿Tiene sus orejas perforadas?"

Me las habían perforado momentos después de nacer. "Sí."

Extendió su mano y allí había un zarcillo. Extendí la mía y el zarcillo cayó en mi mano. Acercándolo a mi rostro, noté que era un pequeño dragón rugiendo, tenía dos alas y su cola estaba separada en dos partes. Una de ellas era la que perforaba mi oreja.

"¿Y este dragón?" Pregunté.

"Es símbolo de que pertenece a nuestro grupo."

Miré al líder de los Asho-Rastra pero no tenía nada visible que lo identificasecomo tal.

Una General en JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora