Capítulo 26

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"Maldición." Dije mientras cortaba las ramas del bosque con una mano y con la otra agarraba las riendas del caballo que me habían prestado. "Maldito bosque de mierda." Dije mientras caminaba. Se estaba haciendo de noche y tenía que llegar a algún sitio.

Antes había estado montando a Frekor, el caballo que había tomado para Captol, de manera normal, hasta que los árboles se pusieron más cerca y el terreno se volvió más peligroso. Caminé por un rato más hasta que llegué a un pueblo. Ya estaba oscuro pero al menos había llegado a un sitio.

"Oh, niña, pobrecita." Me dijo una mujer mayor cuando me vio. "Debiste entrar en el bosque sin saber."

"¿Cómo lo sabe?" Pregunté.

"Es obvio que no conoces el área, niña. Bueno, con la victoria casi segura de Arazem es entendible que haya más visitantes."

"¿Perdón?"

"Oh, la victoria de Arazem. Es un milagro que ya se esté acabando. Esa chica, Piper Sebrin, es un ángel." Dijo otra persona.

"Eeh, no sabría decirle." Le dije.

"¡Claro! Quitarnos a este asqueroso rey y ponernos a Adregon Restien, ese chico tan atractivo y atento. He escuchado que ha dejado a todas sus amantes por Piper Sebrin y cuando vuelva, le va a pedir que reanuden sus votos. ¿No es romántico?"

¿Romántico? ¿Qué tan separados estamos del día a día?, me pregunté.

"También he escuchado que hay problemas en el palacio de Captol, ¿será verdad?" Preguntó un señor.

"Te oigan los dioses." Dijo la señora que me había hablado primero.

"¡Coño!" Grité sintiendo un pinchazo en la mano.

"¿Te sucedió algo, niña?" Preguntó otra mujer de manera preocupada.

"No, nada, no se preocu— ¡COÑO!" Grité y abrí los ojos.

Sobre mí, se extendía un cielo estrellado parcialmente cubierto con las ramas y hojas de los árboles. A mi lado derecho, había ramas y tierra pero a mi lado izquierdo había unas patas y una piel de reptil. Estaba acostada, ¿pero por qué estaba acostada? Hacía unos momentos estaba hablando con—

"Veo que ya despertaste." Dijo Hanolu. Lo miré sin sentarme y luego vi a Lanaedo.    

Me senté y miré a todos lados, aún seguía en el bosque pero noté que detrás de Lanaedo y Hanolu había una criatura que se estaba retorciendo —era negra y parecía un gusano— pero cuando me miró, soy perfectamente capaz de admitir que casi me cago e...

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Me senté y miré a todos lados, aún seguía en el bosque pero noté que detrás de Lanaedo y Hanolu había una criatura que se estaba retorciendo —era negra y parecía un gusano— pero cuando me miró, soy perfectamente capaz de admitir que casi me cago encima. Esa criatura tenía un rostro humano.

"¿Qué coño es esa vaina?" Pregunté tratando de mantener la calma.

"Es un hopik." Dijo Lanaedo.

"¿Y qué carajo es un hopik?"

"Essssso." Siseó Hanolu.

Pestañeé varias veces. "Veo que hablar con ustedes no tiene sentido."

"Nos preguntaste qué era y te respondimos. Ahora, si hubieses preguntado qué hace retorciéndose de dolor mientras tú estás sentada hablando con nosotros, es distinto." Lanaedo, maldito, pensé y me miró feo, me di cuenta que no lo pensé para mí misma.

"Ok, respóndeme lo que debería preguntar."

"Los hopik tienen a preferir la carne humana y sus víctimas mueren sin saber que han muerto. Es imposible salir de la ilusión de un hopik."

"Acabo de salir." Señalé.

"No, no saliste. Hanolu te sacó, es distinto."

"Entiendo." La criatura se seguía retorciendo y no podía evitar verla. "¿Qué le va a pasar?"

"Estamos esperando a que se muera para poder comer."

"¿No han comido?"

"Los hopik son sabrosos, tienen muchos sabores. Además, creemos que Kalous volverá pronto y queremos que coma del hopik." Dijo Hanolu.

"Ya veo. Bastante... considerado de su parte." Les dije.

No pasó un minuto de eso cuando sentí un escalofrío recorrer mi espalda y después apareció Kalous, me miró, luego miró al hopik. "Un hopik. ¿Intentó cazar a Piper?" Preguntó.

"Sí. Te estaban esperando para comenzar a comer." Le dije.

"Es muy nutritivo, deberías comerlo." Me dijo.

"No gracias." No me apetecía comerme algo que se estaba retorciendo y su cara humana me daba escalofríos. "Sólo cómanse eso rápido."

Nunca pensé que entraría en el castillo de buenas a primeras, pero tampoco pensé que me encontraría con un grupo de soldados de Captol a mitad de camino, tampoco pensé que (gracias a ese antes mencionado grupo de soldados) terminaría trabajando en un burdel (aunque uno bastante costoso he de agregar) en la capital. He de decir que no, yo no hacía esa clase de trabajos y mucho menos después de que la dueña examinase mi cuerpo (y ojo que lo examinó completo, lo que incluye también tocar, para mi completa y total vergüenza) y lo declarase inaceptable por mis numerosas cicatrices.

Gracias, maldita vieja. Tampoco es que quisiese trabajar en ese sitio.

Pero volviendo al punto, por fin pude entrar al castillo y aunque de buenas a primeras no me tocó servir al rey, era suficiente con verlo y estudiarlo. Entré por recomendación de la dueña del burdel, ya que un día unas criadas fueron a buscar personas que pudiesen ayudar en la cocina. Y como yo no servía para ser puta, al menos servía para limpiar o cocinar. No lo dije yo, lo dijo la dueña.

Ahora, volviendo al presente, me encontraba limpiando el piso de una habitación llamada La Habitación Verde —un nombre bastante original (nótese el sarcasmo) cuando toda la habitación estaba decorada de color verde— aunque ese no era mi trabajo principal en ese lugar, generalmente yo me encontraba en la cocina limpiando vegetales, despellejando y limpiando la carne y cosas como esa.

Otra cosa importante era que muy pocas veces me veía con mis acompañantes, solamente cuando iba al pueblo o cuando salía al jardín trasero y el jardín no se encontraba custodiado por algún acompañante.

"Ya terminé de limpiar." Le dije a la ama de llaves.

En ese momento entró un chico con la respiración acelerada, jadeó que la reina iba a recibir visitas y que necesitaba a un grupo de personas que lo ayudara.

La ama de llaves me miró y dijo: "Deleinar," ese era mi nombre en Captol. "Cámbiate de esa ropa y ayuda a Wesprol con lo que sea necesario."

Después que me cambié, me encontraba con otras cuatro personas en una de las salas del té mientras que la reina y ocho de sus amigas más cercanas (las cuales en mi humilde impresión, la dejarían morir si tuviesen la oportunidad) compartían refrigerios y bebidas.

"Glinena, la guerra va de maravilla, no puedo creer que estemos tan bien respecto a Arazem." Dijo una de las amigas.

"¡Sí! ¡Pensar que Arazem estaría así en un primer lugar me da un placer!" Dijo otra.

Menos mal que tenía las manos detrás de la espalda, porque si no mis nudillos blancos serían bastante evidentes.

"Es que tenemos un ejército superior, por supuesto. ¿Cómo puedes ganar cuando eres un incompetente?" Rió la reina consorte. "Te pongo por ejemplo a Adregon que puso a una chiquilla sin experiencia como General en Jefe, o sea, ¿a quién se le ocurre?" Rió.

¿Era mi imaginación o había dicho el nombre de Adregon con algo más que desprecio?

"¿Cómo va a ser la fiesta? ¡Cuéntamelo todo!" Dijo otra.

Y comenzaron a hablar de una fiesta. Nada más frívolo que el grupo de mujeres reunido en esa habitación donde las vidas de los soldados no importaban o incluso las vidas inocentes perdidas, lo único que les importaba era vestir las nuevas modas y los chismes.

Ahora, según mi información, Arazem se encontraba bien. Es decir que a una de las dos le estaban mintiendo, y estaba casi segura de que no era a mí precisamente.

¿No habrá una en este grupo que no sea así?
, me pregunté. Luego pensé que si estaban en ese lugar desde un principio, debía ser que no.

Las mujeres bajaron todas sus tazas y las colocaron de manera tal que se daba a entender que querían que se las llenasen nuevamente.

Gracias a esa reunión sin embargo, me enteré de que pronto habría una oportunidad de asesinar al rey.

El día llegó y el plan estaba formulado. Como era prácticamente imposible envenenar la comida con un potente veneno gracias a la presencia del probador, decidí que el veneno —en ese caso mi sangre— estaría disuelto en un licor. El licor elegido en ese caso, sería uno llamado freiga que el rey parecía favorecer mucho y era conveniente para mí por su fuerte sabor y color oscuro en el que mi sangre pasaba desapercibida. Con la medida indicada por Hanolu, mezclé una botella de freiga con mi sangre. La prueba de fuego llegó cuando el probador real pidió tomar de ese licor para comprobar su estado.    

Una General en JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora