Capítulo 18

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    "Ajem," Gieran se aclaró la garganta. "Disculpe, General Sebrin, ha llegado un paquete para usted."

"¿Perdón?" Pregunté mirando a Gieran. Mi escudero se acercó y me entregó una pequeña caja, hizo una reverencia y se retiró. "Me pregunto quién enviaría algo." Dije quitando la envoltura del paquete. Era un caja pequeña sencillamente adornada (nada del otro mundo) sin embargo era linda.

Abrí la caja y dentro, había un par de zarcillos sencillos muy pero muy lindos. Busqué algo que me indicase quién los había mandado pero ni la caja ni el empaque lo decían. Miré nuevamente los zarcillos y cómo estaban puestos en la caja, quité los zarcillos y la almohadilla que los sostenía quedando el fondo de la caja al descubierto. Allí, había un pedazo de papel doblado, lo abrí y lo comencé a leer.

P,
Feliz Quarada (aunque no sé si sabes qué es eso).
D.

"Delion." Dije en voz baja.

En ese momento, Ahlía entró a la tienda y vio la caja en mi mano. "¿Qué es eso?"

"Unos zarcillos que me regalaron." Le dije ocultando el papel en mi bolsillo.

"¡Son preciosos!" Exclamó tomándolos en sus manos.

Cada zarcillo era como una pequeña gota, pero era obvio que era una piedra preciosa.

"Ahlía, ¿qué es el Quarada?" Le pregunté.

Ella me miró sorprendida. "Verdad que es poco probable que lo sepas, llegaste después de él." Dijo para sí misma. "El Quarada es el día del año en que se le regala a una mujer ya sea de parte de un amigo, un amante o alguien que te tiene aprecio."

"¿A los hombres no se les da nada?"

"La mujer devuelve el gesto como quiera. Claro," sonrió, "yo pienso que a veces es sólo una excusa para que le regalen a las mujeres."

Reí un poco. "¿Estás de acuerdo con él?"

"Claro, ¿qué mujer en su sano juicio no aceptaría un regalo?" Se puso seria. "Piper, ¿qué día es hoy?" Le señalé el calendario. "El Quarada es mañana. Oye, ¿eso es un regalo de Quarada verdad?"

"Sí, sí lo es." Dije en voz baja.

"Qué lindo, supongo que quería lo recibieras antes que después." Dijo con voz dulce. "Ese día los envíos son un desastre así que me imagino que Su Majestad lo habrá enviado antes." Ahlía me miró por un momento. "¿No es de Su Majestad, cierto?" Preguntó en voz baja.

"No."

"Ooooh, ¡tú pequeña sucia traviesa!" Dijo Ahlía con voz insinuante y juguetona. "¿Qué habrás hecho para que te envíen algo antes del Quarada para el Quarada?" Me sonrojé y Ahlía se echó a reír.

"Es de un amigo." Me defendí.

"Pues es un excelente amigo." Dijo ella con voz suave y una tierna sonrisa.

"Gracias."

Al día siguiente me encontraba caminando por el campamento cuando frente a mí se colocó Astoran.

"No he tenido el placer de conocerla, General Sebrin." Me dijo con una ligera reverencia. Yo, en cambio, no le dije nada. "Me llamo Astoran Zakio, puede llamarme Astoran si así lo desea."

"He escuchado que es un buen soldado, Astoran."

"Me encanta pelear." Sonrió. "Quiero proteger a Arazem de todo mal."

Sus palabras eran las correctas, pero algo me decía que estaba mal.

"¿Dónde estaba estacionado antes, Astoran?" Pregunté mientras seguía caminando.

"Estaba en la ciudad de Arazem, protegiendo de posibles intrusos al pueblo y a Su Majestad."

Eso decía, pero el tono de sus palabras decía 'Porque sólo los mejores pueden estar en Arazem'.

"Me alegro." Dije en un tono aparentemente distraído para que me dejase en paz y gracias al cielo, así fue.

Sabía que mis acompañantes no estaban cerca de mí y lamentablemente, creía que la mayoría de los soldados me tenían miedo como para hablar conmigo tranquilamente. Ahlía por su parte, estaba trabajando pero yo no tenía nada que hacer en ese momento.

"General Sebrin... ¡General Sebrin!" Escuché que me llamaban. Me detuve y el muchacho llegó jadeando a mi lado.

"¿Se te ofrece algo?" Pregunté (juro que no en un tono superior ni grosero).

"Le ha llegado esto," me entregó un paquete.

Volví a mi tienda y abrí el paquete. Un pequeño arreglo floral con una tarjeta sobre él.

General Sebrin,
Feliz Quarada
A. Restien.

Puse la tarjeta a un lado, respiré profundo y me eché a reír.

Si en algún momento pensé que los regalos que Adregon mandaba eran personales (que lo dudaba), pues en ese momento era irrefutable el hecho de que no los preparaba él mismo. ¿Lo culpaba? En cierto modo, no, ya que era rey y no estoy diciendo que todos sean inútiles pero a Adregon le hacían casi todas las cosas. Aunado a eso, estaba el detalle de que nosotros no éramos nada realmente.

La que en verdad me dio lástima en ese momento, fue Reinola.

Teniendo que recibir cosas así, no me imagino cómo se sintió estando enamorada de él
, pensé. Puse la caja en la mesa y al lado estaba la pequeña cajita con los zarcillos, lo pensé un momento y me quité los míos colocándome los nuevos que me habían regalado. Mirándome a un espejo cercano, me di cuenta de que quedaban perfectos ya que no eran muy llamativos pero estaban allí, volví a mirar las flores entonces, las olí y las coloqué en un florero.

"Ustedes no tienen la culpa," dije acariciando los pétalos. Era una flor bonita, pero no era la que más me gustaba en ese mundo. "Bien. Creo que ya puedo decir oficialmente que me he vuelto loca." Dije y reí por lo bajo.

Más tarde esa noche, me encontraba sentada cerca de una cascada con mis pies metidos en el agua cuando sentí que mis acompañantes llegaban.

Una General en JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora