"¿Cómo te fue en la lección?" Le pregunté a Tarhik.
Me comenzó a contar, emocionado, que hacía las caligrafías más rápido.
"¿Cómo está Su Majestad?" Me preguntó.
Enarqué una ceja. Pocas veces lo había escuchado referirse a Adregon pero ahora que lo notaba, no lo llamaba por su nombre.
"Está bien, ya está mejor y de recuperará." Antes no había preguntado nada. "¿Por qué no preguntaste antes de su estado, Tarhik?" Pregunté ladeando la cabeza.
Esos días habían sido tan ajetreados que no lo había notado.
"No quería... no quería hacerte sentir mal." Me dijo mirándome a los ojos. "Sabía que estaba mal por tu expresión y que no debía preguntar."
Este niño..., pensé.
Me arrodillé con cuidado —teniendo en cuenta que tenía a su hermano en mi pecho— para ponerme a su nivel y tomé sus manos. "Cuando tengas una duda no dudes en preguntarme. Nunca. Tal vez no responda como quieras, tal vez no responda o de manera milagrosa, te responda, pero nunca te guardes tus dudas." Coloqué mi mano en su mejilla. "¿Entendido?"
Asintió. "Sí, Piper."
Mientras me ponía de pie, le di un beso en la frente. "Vamos a comer, me muero de hambre."
Sonrió.
Desde que había llegado al palacio había aumentado gradualmente de peso y ahora se veía saludable y alegre. Era impresionante el cambio que se daba también con algo de atención y cariño, ya que ahora sus ojos mostraban esas emociones y un brillo que antes no tenían.
Pensé que comeríamos en el comedor pero me sorprendió cuando el criado nos indicó que comeríamos en uno de los balcones. Cuando llegamos al sitio, no pude evitar notar que Adregon aún estaba algo pálido y ojeroso, pero mientras no se estuviese muriendo suponía que estaba bien.
Miré de reojo mi antebrazo —en ese momento cubierto por la manga de mi camisa— y luego miré a Adregon.
"No me sorprende que sean la compañía." Musitó Adregon recostándose.
"Su Majestad," dijo Tarhik con una reverencia.
Adregon elevó una ceja y me dedicó una mirada fugaz. Zolad, por su parte, había comenzado a hacer burbujitas de saliva. Saqué un pañito de mi bolsillo y limpié su barbilla.
"Supongo que te saluda." Le dije a Adregon.
La comida fue servida y mi estómago rugió. Esperé que no se hubiese escuchado pero la risa contenida de Tarhik y la expresión de Adregon, me dijeron que sí se había escuchado. Y mucho.
"Oigan, no desayuné." Me defendí.
Tarhik se echó a reír, lo que hizo reír a Zolad y, ante mí sorpresa, Adregon también reía suavemente (aunque siendo él como era, para una persona normal se estaba carcajeando).
Para demostrar que Adregon estaba bien, se hizo una celebración dos días después.
"¡Todavía no se ha recuperado!" Insistí en su habitación. Más que como amiga, le hablaba como General en Jefe.
"Esto se tuvo que hacer ayer," dijo mientras un criado lo ayudaba a vestir.
Un día de estos le preguntaría por qué no tenía valet. Esperé a que el criado terminara de vestirlo y cuando se fue, seguí.
"¡Su Majestad—" me miró con ojos penetrantes y oscuros. "Le ruego que lo piense."
"¿Piensas que va a suceder algo?" Preguntó sacudiéndose un polvo inexistente.
"Tengo un mal presentimiento."
"Debe ser porque no has dormido."
Si bien tenía razón en decir que no había dormido como antes, los entrenamientos de los Asho-Rastra me lo hacían difícil con sus complicadas horas de entrenamientos.
Kalous, Hanolu y Lanaedo se encontraban confundidos. A veces creían sentir animosidades en mi contra (que no eran del todo inusuales) pero eran fugaces y no sabía si las acompañantes de Adregon habían sentido algo.
Algo de alivio me daba saber que los Asho-Rastra, después de lo cerca que estuvo Adregon de la muerte, lo cuidaban con más recelo. Otro día tendría que preguntar por qué adoraban el suelo por el que Adregon caminaba, pero se lo preguntaría a la persona cuyos pasos adoraban.
Hacía un tiempo en que no me presentaba en la corte real sin embargo sentía que era un poco ignorada y, de cierto modo, se hablaba de mí. Escuchaba los cuchicheos y sentí las miradas en mí en cuanto llegué al festejo.
"¿Acaso hice algo de lo que no me enteré?" Le pregunté a mi segundo al mando.
Una sonrisa sarcástica apareció en su rostro. "Están hablando cómo maltrataste al médico tratante de Adregon y que, a final de cuentas, él lo ha estado sanando y tú no has dicho ni medio."
"Hmph, y lo seguiré sin decir." Le dije.
"¿Por qué?"
"Porque no fue él quien lo curó." Albeans me miró por un instante. Su mirada comenzó a recorrer mi cuerpo como aquella primera vez luego del clanx, pero esa vez no encontraría nada porque no había nada visible.
Me miró unos segundos más, sacudió su cabeza y desistió.
Más tarde, cuando entrenaba con los Asho-Rastra, en uno de los movimientos en la pelea mi camisa se desgarró.
"No sé cómo se te ocurre traer una camisa manga larga." Comentó Yuein mientras aguantaba el equilibrio con las dos manos.
"Te recuerdo que casi me sacaron de la fiesta." Le recordé.
"¿No te la vas a quitar?" Preguntó uno llamado Gasha Donein.
"Prefiero seguir así."
Seguimos peleando hasta que, creo que por burla, terminé quedando con las vendas en el pecho. Menos mal que había decidido ponerme las vendas y no el sostén.
Gasha sonrió. Era un poco alto y musculoso, bastante rápido y ágil también.
Tack. Esquivé más por milagro que por habilidad el cuchillo que arrojaron en mi dirección. Kalous salió y comenzó a rugir pero no dudaba por un momento en que los demás sintiesen mi ansiedad.
Escuché un grito espantoso y cuando vi, era una de las mujeres Asho-Rastra que venía en mi dirección armada con una lanza. El acompañante de la mujer salió y comenzó a pelear con Kalous mientras yo detenía la lanza con un cuchillo que siempre cargaba encima. Con habilidad, movió la lanza. Sabía que si le daba la espalda, era muy posible que me matara.
"¡¿PERO QUÉ CARAJO PASA CONTIGO?!" Rugí esquivando y deteniendo sus ataques.
No me respondió. En lugar de eso pegó un grito horripilante, arrojó la lanza a un lado como si esta tuviese la culpa de que no me picase por la mitad y sacó dagas que comenzó a lanzar en mi dirección.
Ningún Asho-Rastra se movería para salvarme y estaba claro que esa mujer lo que quería era matarme. Cuando se le acabaron las dagas, vi mi oportunidad y corrí a donde se encontraban las armas tomando dos sai, una espada y un cuchillo. La dejé acercarse, lo que para muchos era una locura y comencé a pelear con ella frente a frente. La loca me lanzaba ataques sin cesar y sin titubear, sin la más mínima duda de eliminar a lo que estaba frente a ella.
Pelea o te va a matar, escuché la voz de Kalous.
Tenía razón. No sabía los motivos que soltaron su locura, tampoco si era importante para alguien. Pero yo tenía que volver con vida a la parte superior del castillo, no podía dejar que me matara y menos por no pelear. Si iba a caer, caería luchando.
Entonces cambié mi estancia. Ella era ágil y rápida, sí. Pero yo era más fuerte. La comencé a atacar en todos sus puntos débiles sin compasión alguna y ella pareció agarrar fuerza de su locura e incrementó su paso. Me cortó un poco el costado, pero yo le corté más el brazo. A propósito, dejé descubierto mi flanco de manera que solo una patada pudiese darme y, por fortuna, así fue. Tomé su pierna y le clavé uno de los cuchillos. No pareció sentir dolor cuando lo enterré, pero tuve que bloquear los ataques. Subió la otra pierna, supongo que para enrollarlas en mi cuerpo pero yo la empujé aunque perdí mi espada.
Ella sonrió como maníaca, casi saboreando la victoria, pero fue su error. Le di el golpe más fuerte que había propinado en mi vida en un lugar en el que deseaba que nunca me pegaran y ella cayó al suelo. Le pisé una mano con fuerza, me agaché y le puse una sai en el cuello.
"Dale, muévete." Le dije con el sudor cayendo de mi mentón. "Atrévete a atacarme." Mi corazón, acelerado, me indicaba el miedo a morir que había sentido.
Por el rabillo del ojo vi que Lanaedo aparecía detrás de la pelea de Kalous con el otro acompañante.
"Bueno, bueno," dijo Yuein mientras aplaudía para llamar nuestra atención. "Basta."
Un coño de basta. Que se lo metiera por donde no le llegase la luz del sol. No me iba a separar de la psicópata que me veía como una perra rabiosa hasta que otros la agarrasen.
Tres Asho-Rastra se acercaron a mí y Hanolu apareció. Los tres levantaron la mano.
"Deja que se lleven a Kila, Piper." Dijo Yuein.
No me iba a ir así como así. Le clavé la sai en el brazo haciéndola gritar y se la di a sus compañeros. La pelea entre los acompañantes se detuvo y mis tres acompañantes se acercaron a mí en estancia protectora. El corazón lo tenía a mil, el sudor bajaba por mi cuerpo y todo lo veía como más rápido.
Mientras se la llevaban, escuché que me gritaba que me iba a matar en mi sueño, que me iba a destripar y hacer collares con mis intestinos.
ESTÁS LEYENDO
Una General en Jefe
Romance[4/5] 1. Arazem: Piper Sebrin, un nombre normal para una chica normal. O eso era lo que ella pensaba. Piper se fue a la cama con las preocupaciones normales de una chica de su edad, sin embargo al levantarse, su vida dio un giro inesperado. Ahora s...