4. General Piper Sebrin: Capítulo 1

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Mandé a llamar a Albeans a mi habitación con uno de mis acompañantes

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Mandé a llamar a Albeans a mi habitación con uno de mis acompañantes. Cuando la puerta se abrió, me puse de pie y él me vio; al notar mis ojos, una sonrisa se formó en su rostro al tiempo que se arrodillaba.

"General Sebrin, un gusto tenerla de vuelta."

"¿Hay consejo hoy?" Le pregunté haciéndole saber que se levantase con la mano.

Sonrió de manera diabólica al ponerse de pie. "Sí, sí lo hay."

Más tarde, la primera que estaba en la sala era yo. Tenía puesto mi vestido de General en Jefe y a Albeans a mis espaldas. Cuando la puerta se abrió y los consejeros comenzaron a entrar uno por uno, la satisfacción de ver sus caras sorprendidas no tuvo precio. El último en entrar fue Adregon y si bien la sorpresa también estuvo en su rostro, también hubo algo más pero de manera fugaz —lo que no me permitió discernir qué era.

"Veo que se nos ha unido, General Sebrin." Dijo Adregon tomando asiento con Raran detrás de él.

"He recuperado por completo la vista esta mañana, por lo que no he querido dilatar más mi regreso." Expliqué.

Sabía que la falta impuesta a los consejeros que me habían insultado seguía válida, pero no sabía qué tanto tiempo más seguiría.

"¿Estamos mal en suponer de que está enterada de todo, General Sebrin?" Preguntó Tuiro.

"¿Qué clase de persona sería si no estuviese preparada para un consejo?" Repliqué.

Cuando el consejo acabó, me puse de pie y tenía toda la intención de irme cuando escuché que Adregon me llamaba y pedía que lo siguiera para después decirle a Albeans que podía continuar con sus labores.

"¿Desde hace cuánto que estás recuperando la vista?" Me preguntó.

Directo al grano, como siempre.

"Desde hace como una semana."

"¿Y no pensaste en decírmelo?" Preguntó sin expresión alguna.

"¿Por qué habría de hacerlo?" Cuestioné ladeando la cabeza.

"La última vez que supe, informar del estado de salud era cuestión de amigos. ¿O me equivoco?"

"No, tienes razón." Admití pero no dije más.

"¿No vas a decir nada?"

"¿Qué quieres que te diga?"

"El porqué no me informaste de que estabas recuperando la vista."

"Porque la última vez que supe, lo nuestro no se consideraba una amistad."

Y admito que actué con cobardía en ese momento, porque hice una reverencia y me fui.

No era por ser mierda (de verdad no lo era) pero lo que le había dicho era la verdad. Con un amigo podías mostrar un rostro que no le mostrabas a los demás y la última vez que había siquiera pensado en hacer eso con él, me había dicho que no podía mostrar debilidad.

Una General en JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora