Al día siguiente, me encontraba discutiendo la importación y exportación entre Arazem y Frydor con el perrito en mi regazo —se comportaba como un ángel sin hacer ni un ruido, solo se acostó a dormir.
Discutiendo conmigo estaban el rey, su hermano y dos personas; Gieran también se encontraba en la habitación pero no discutía, solo estaba para atender cualquier necesidad que yo pudiese tener.
"No." Dije cuando me terminaron de plantear lo que querían que les diera a cambio de lo que me iban a dar.
"¿Cómo?" Preguntó uno de los que suponía eran algo en ventas.
"No puedo aceptar que importen vino y oro por nuestras piedras preciosas. Es un acuerdo un poco injusto, me parece."
"¿Por qué? Nuestro licor y nuestro oro son excelentes."
"No lo pongo en duda. Tienen esta tierra y aun así producen uno de los mejores licores cuando es muy difícil que algo crezca, sin embargo estamos hablando de materiales que se van a vender y no es equitativo. Ponga algo más en la mesa que pueda negociar y hablamos."
"No nos parece que sea una mala transacción."
"Podemos dejar las cosas como están." Les dije. "No habrá malos sentimientos o rencores entre los reinos."
El rey me miró por unos momentos antes de desviar la vista con una ligera sonrisa en el rostro, su hermano por otro lado levantó una ceja y habló: "¿Qué le parece si cambiamos los materiales a exportar?" Me fijé en él. "Nuestra cera es extremadamente buena, lo puede comprobar cuando las velas no se apagan en pleno invierno."
"¿Por qué cosa estarían dispuestos a exportarla?" Pregunté teniendo en cuenta la lista que me había dado para negociar.
Sonrió ligeramente. "Animales."
"¿Específicamente?"
"Como caballos y vacas. Por supuesto, no sólo sería la cera, también incluiríamos algunos licores."
"Sabe que la cantidad no será la misma, ¿cierto?"
"Lo tengo claro, General Sebrin."
Después de concretar qué íbamos a importar y exportar y en cuánta cantidad, me di cuenta de algo particular: después de que el hermano del rey, Khalihan, discutió conmigo, su hermano lo vio y aceptó el cambio. El rey tenía muy en consideración la opinión de su hermano, lo que me hizo pensar que Khalihan era un rey en las sombras.
Cuando terminó la negociación, el príncipe Khalihan se me acercó.
"Perdone el atrevimiento, General Sebrin, ¿dónde consiguió ese perro?"
"Lo compré ayer."
"¿Puede decirme dónde?" Preguntó con un brillo extraño en los ojos.
"Depende. ¿Alguna razón por su curiosidad?"
"Es una raza oriunda de Frydor, sin embargo es un poco costosa para la mayoría de las personas y me gustaría saber su costo."
"Me costó diez diglons." Abrió los ojos como platos. "¿Era mucho?" Pregunté aunque en realidad no me preocupaba.
"¿Me permite?" Extendió sus manos para tomar al cachorro y se lo entregué, el perrito abrió sus ojos y ladeó su cabeza. "Excepcional." Murmuró el hombre. "Simplemente excepcional. Un cachorro así le podría haber costado quince diglons sin embargo por su precio no todos pueden comprar una criaturita de estas." Me entregó al perrito.
"Khalihan," llamó el rey a su hermano. "Acompaña por favor a la general que Verleina se siente mal."
Gieran, que había desaparecido cuando comencé a discutir con Khalihan sobre los caballos, apareció a mi lado y me entregó un pergamino. Ante mi ceja enarcada, aclaró que era de Arazem y despidiéndome del príncipe, me puse a leer lo que me habían enviado dándole el perrito a Gieran. El sello con el que estaba cerrado el pergamino ya me daba mala espina.
General Sebrin
Reciba ante todo mis más cordiales saludos—
Ay, mierda, pensé leyendo.
Espero que las discusiones con Frydor hayan concluido con éxito.
¿Cómo sabe que ya terminaron?, pensé.
Por ese motivo, le pido encarecidamente que vuelva a Arazem.
Saludos,
A. Restien, Rey de Arazem.
Solo el maldito sabía cómo ordenar algo con ligera sutileza. Él no sabía que las había terminado, solo me estaba diciendo que las terminase en ese instante y que llevase mi culo a Arazem.
Me tocaría salir para Arazem ese mismo día.
"Pero primero tengo que comprar los recuerdos." Dije mientras caminaba por las calles de Frydor al mismo tiempo que Gieran armaba el equipaje (o suponía yo que lo estaba haciendo).
En una de las tiendas vi un brazalete que con el tamaño del perrito, supe que le quedaría perfecto alrededor de su pequeño cuello. Terminé de comprar otras cosas para los demás y unas cuantas para mí y partí para Arazem.
Mientras volvía del viaje de Frydor, Gieran me avisó que estaba cumpliendo años. Vaya, ya eran veintiuno.
"Es increíble que ya tenga más de dos años acá." Le dije mientras acariciaba al perrito. Mis acompañantes habían estado un poco silenciosos pero cuando les pregunté, era obvio que era porque sentían un poco de celos por el perrito.
"General, ¿puedo preguntarle algo siendo totalmente sincero?" La expresión seria de Gieran me hizo darle toda mi atención, asentí y prosiguió. "¿En el tiempo que ha estado acá, ha extrañado alguna vez su hogar?"
Miré por la ventana. No es que no haya considerado alguna vez la respuesta a esa pregunta, solo estaba intentando encontrar la mejor manera para responderla. "No, pero algunas veces sí." Vi su expresión confundida. "Déjame explicar algo primero para ver si me logras entender: mi vida era extremadamente monótona, muy aburrida en realidad. Tampoco voy a decir que era de ese tipo de adolescentes que le interesaba ayudar activamente a otro, porque no lo era. Tampoco creo que lo soy ahora. Una carrera universitaria no era algo que me llamase la atención, pero tampoco lo hacía estar en mi casa sin hacer nada, ser una esposa de alguien o una carrera militar (como las de allá). A mis amigos no los sentía realmente como amigos o esa descripción que la gente da de amigos o de mejores amigos, eran personas que simplemente estaban allí y ya."
ESTÁS LEYENDO
Una General en Jefe
Romance[4/5] 1. Arazem: Piper Sebrin, un nombre normal para una chica normal. O eso era lo que ella pensaba. Piper se fue a la cama con las preocupaciones normales de una chica de su edad, sin embargo al levantarse, su vida dio un giro inesperado. Ahora s...