¿Estaría el chico de ayer?
Realmente no quería ni verlo en pintura. ¿O tal vez sí? No. Estaba seguro que no, además también estaba igual de seguro de que estaría allí esa misma tarde. El día anterior el chico le había dicho al profesor que quería apuntarse a la clase de música y según su madre aquél día era el día de la extraescolar de música de aquél instituto, así que era casi seguro que se lo iba a encontrar. Además tenía que ir de todas formas para practicar un poco con el profesor. Por fin había conseguido convencer a su madre de que cambiase de profesor, de maestro, y de momento estaba probando con aquél profesor que era un viejo amigo de su madre. Esperaba que ese hombre fuese muchísimo mejor que su actual profesor, pero si su madre no notaba cambios en su voz (aunque ella no tenía ni idea de música, le obligaba a cantar los días que tenía clases para comprobar que estaba mejorando) no le cambiaría de profesor y continuaría con él. Un escalofrío recorrió su cuerpo. Debía ser el recuerdo de aquél chico. En serio no quería ni encontrárselo. Y finalmente no se lo encontró, algo que por mucho que quisiese negar le decepcionó. El profesor le sonrió y tuvieron una clase amena de calentamiento de voz y practicó un poco los diferentes tonos. Su superior estaba tan orgulloso de tenerle que le mandó muchos abrazos a su madre cuando se despidieron, algo que impresionó a Jungkook.
Salió del instituto muy decepcionado. Algo le había llamado la atención en ese chico. Debía ser que era actor y le detestaba por tener una vida fácil, pero tenía que haber otra cosa. Debía de haber algo. Iba como una persona normal al instituto y no le acosaban ni le preguntaban. ¿Cómo lo hacía? Bueno, creía que no le acosaban ya que ciertamente no lo sabía, pero como el otro día había llegado solo a la clase, sin ninguna compañía daba por hecho que sabía ingeniárselas para vivir su vida personal y que la gente no le agobiase con tonterías de la fama.
Corrió como siempre hacia su clase y ese día, como cualquier otro, no encontró a su bailarín callejero favorito. Cuando llegó por fin a la clase su profesor ya estaba sentado detrás del piano.
Eso no era buena señal.
Estaba observando fijamente el piano el cuál no le estaba diciendo nada agradable al parecer. Contuvo el aliento y se sentó en su banqueta de siempre. Se quedó callado y esperó a que empezase a tocar la música. Sintió como los nervios le recorrían la espalda que tenía que estar completamente recta para no interferir en su porte a la hora de cantar. Se quedó mirando sus manos fijamente, no tenía valor para mirarle a la cara. Éstas se estaban poniendo blancas de lo fuerte que se estaba clavando las uñas en la piel. Le dolía, claro que le dolía, siempre dolía pero era lo único que conseguía retener sus nervios sin moverse. Si no hiciese eso sus rodillas empezarían a temblar y sus piernas se moverían sin cesar, y eso ponía nervioso al hombre que tenía delante. Así que había inventado ese método que en cierto modo le ayudaba a controlarse.
—Jeon Jungkook. —le dijo con una voz tenebrosa. Colocó con fuerza una mano sobre el piano y Jungkook levantó la mirada de inmediato para encararle. El ruido que había provocado le había llevado al más absoluto y horrible silencio. Se avecinaba una tormenta de la cuál no estaba seguro que fuese a sobrevivir.
—Éstos últimos días has estado llegando tarde y no ha sido precisamente por tu estupidez con los trenes y el tiempo. —Jungkook empezó a hacerse pequeño y más pequeño mientras continuaba hablándole. ¿En qué momento había dejado que aquél hombre le hiciese sentir así?
Ah, claro.
—Has estado buscando a un nuevo profesor. ¡Un nuevo maestro que sea mejor que yo! —gritó desesperado mientras se levantaba del piano. Jungkook sabía lo que venía, lo sabía y como siempre, no se lo creía.
Le agarró la barbilla con brusquedad y le obligó a mirarle.
—Nunca olvides que yo soy el mejor. —le susurró. Después le soltó la cara haciéndole daño y le pegó una patada que le tiró del taburete. Sin decir nada y dejando salir todo el aire de su cuerpo se levantó y se volvió a sentar. Como otras veces, ese día cantó mientras moría, lloró mientras cantaba. Su voz algún día se convertiría en un grito de socorro, algún día no podría más y gritaría que alguien le ayudase que alguien callase a aquel demonio que tocaba el piano como los ángeles.
¿Tan difícil era?
Tal vez por eso en verdad quería desesperadamente que ése estúpido actor entrase por esa puerta, le diese un puñetazo a su superior y le llevase lejos, a cualquier otra audición, a cualquier otra academia que estaba seguro que sería mejor.
Pero estaba atrapado, y no podía escapar de esa jaula. Pero eso no era lo peor, lo peor era que él mismo tenía la llave de su libertad. Había intentado escapar de él, pero mágicamente había sido descubierto y ahora que le tenía en el punto de mira sería imposible hablar con su madre sobre las clases, sobre su profesor, sobre todo lo que pasaba. Lo odiaba, en serio quería que alguien entrase y viese como le daba una bofetada cada vez que no llegaba a las notas, como le menospreciaba cuando su voz no daba a más y no podía exigirse más a sí mismo. En serio, rezaba por que alguien entrase ya que aquél día estaba siendo peor que las otras clases en las que no había conseguido dar su cien por cien.
Lo odiaba.
Odiaba la música, odiaba bailar, odiaba cantar.
Le odiaba.
¡Cómo detestaba a ese actor!
Cuando la clase ya hubo acabado algo extraño ocurrió. Su superior le pidió que se quedase unos minutos más. Jungkook no supo decir que no.
El hombre se le acercó hasta que se quedaron cara a cara. Su cuerpo había estado tanto tiempo en tensión que ya estaba empezando a notar cómo sus músculos se quejaban. Respiró hondo, o al menos lo intentó y le miró a los ojos.
Éste le agarró del cuello nuevamente para que le mantuviese la mirada y no la apartase.
—No vuelvas a menospreciar mi trabajo. Que no se te olvide, y como le digas algo a tu madre que esté fuera de lugar créeme que me enteraré y será lo último que le puedas dirás, por que doblaré tus clases y te haré cantar hasta que tu pequeña y estúpida voz muera. —y con eso le dio una torta en la cara que le hizo morderse el labio.
Cuando notó la sangre se llevó una mano a la boca e intentó quitársela por todos los medios. El hombre que todavía seguía mirándolo le sonrió.
—Mira que eres imbécil. ¡Anda! Vete ya a tu casa que tu madre te echará en falta.
Una vez dicho todo, salió corriendo como alma que lleva al diablo. Corrió mientras lloraba y esperaba que para cuando llegase a casa todo se hubiera calmado dentro de él. Pero el torrente de lágrimas en sus ojos parecía que no quería frenar y se respiración cada vez era más rápida y notaba que cada vez se ahogaba más y más. Que alguien lo sacase de allí, que alguien...
Él...
Corrió a toda velocidad y cuando llegó a sus brazos lloró. Lloró como nunca había llorado, lloró porque era lo que necesitaba. Se agarró a la espalda del otro y como si le hubiesen pegado no se separó.
Le acababa de conocer si es que podía decir eso, pero necesitaba tener algo en lo que llorar, alguien que simplemente, cómo hizo él, le cubriera con sus brazos y le diese la fuerza necesaria para continuar. Necesitaba un amigo.
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The Way We Became Stars
Teen FictionYoongi, un chico solitario y en problemas con idiotas de la calle. Namjoon, un artista pequeño intentando brillar a pesar de el mundo corrupto de la música. Hoseok, un bailarín fantástico que nunca es suficiente para las discográficas. Jin, un chi...