LXXVIII

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Necesitaba el piano.
Lo necesitaba desesperadamente.
Estaba a punto de poder dejar a sus dedos flotar y disfrutar de uno de los mejores placeres de la vida que era producir música con sus manos. Suspiró más tranquilo cuando escuchó un par de pasos nerviosos detrás de él. Realmente no pensaba que algo así fuese a afectar tanto a Jimin, y obviamente no se esperaba que el otro chico se atreviese a entrar con ellos. Se sentía un padre orgulloso.
—¿Dónde está el piano? —le preguntó con nervios en sus manos y en un susurro.
—En la segunda planta. Las escaleras están por ahí. —le indicó Jungkook. Su voz temblaba ligeramente pero sabía donde estaban las cosas a pesar de la oscuridad y eso no hizo mas que calmarle.
Subió las escaleras casi corriendo y cuando llegó a la segunda planta se enfadó consigo mismo por no haber pensando en que las aulas y los instrumentos estarían cerrados con llaves. Gritó una palabra mal sonante que hizo quedarse sin respiración a los dos chicos detrás de él.
—¿Y ahora cómo vamos a entrar? —les preguntó a los dos chicos asustadizos detrás de él.
—Tengo la llave. —Yoongi le miró asombrado mientras sus ojos se dirigían a la pequeña llave con el número del aula que abría. La cogió sin preguntar y cogió su móvil nuevo. Encendió la linterna de éste y pasó por las puertas de las aulas mirando los números, hasta que por fin dio con la correspondiente. Metió la llave en la ranura y abrió la puerta.
Decir que corrió al piano se habría quedado corto. Se sentó detrás de él y colocó sus dedos, algo olvidados de ese antiguo ámbito. En cuanto localizó todas las notas, todos los acordes y los puso en su cabeza, cerró los ojos fuertemente y los dejó flotar sobre las teclas, lentamente, con calma. Incluso antes de separar algún dedo de una tecla la rozaba un poco más de lo necesario para quedarse con la hermosa sensación en sus yemas. Estaba suave, nuevo y afinado a la perfección. Aquello sí que era placer, del bueno.
Cuanto más se acordaba más rápido tocaba, más canciones se recopilaban en su mente, más combinaciones de notas, y más melodías nuevas que había estado desesperado por probar y escuchar.
No quería parar, no podía, era tan hermoso el sonido, tan genial. Lo había añorado tanto...lo había extrañado tanto. Le recordaba a su niñez, a su hogar, a su familia, y de repente dejó de tocar. Se quedó mirando sus dedos, expectantes y ansiosos en volver a perderse en el mar de teclas y sonidos, pero su cabeza había salido por completo de la música y se había quedado atrapada en su infancia, en su familia, en su hermano...
—Yoongi, eso ha sido...—escuchó decir a Jimin alucinado. Los dos chicos estaban parados en el marco de la puerta, mirándole con unos enormes ojos de sorpresa y orgullo.
—Jamás había escuchado que tocasen con tanto...—empezó Jungkook quedándose sin palabras.
—Amor. —dijo él mientras dejaba caer las manos a los lados, agotado y agradecido de que le hubiesen sacado momentáneamente de su mente.
—Ni siquiera mi profesor toca así cuando practico con él. —murmuró Jungkook mientras se acercaba al piano y lo tocaba un poco por encima. Después miró a Yoongi y le preguntó si sabía hacer a piano una canción de un cantante de k-pop. Él, algo ofendido, le dijo que obviamente sabía quien era J-Dragon y que obviamente se sabía todas sus canciones en el piano. De todas formas podría haber hecho una adaptación de no haber conocido alguna. Jungkook le pidió que la tocase, que quería cantar. Él le miró con las cejas levantadas, retándole. No se esperaba que ahora fuese a dejar atrás esa previa niñez y vergüenza e iba a soltarse ante él como si nada. Para su sorpresa el chico asintió y Yoongi colocó sus dedos sobre el piano de nuevo, recordando la canción en su mente y previendo las notas siguientes, antes de que tocase las primeras. Asintió a Jungkook dándole a entender que ya estaba preparado y con la canción en su mente empezó a tocar, inundando la estancia con hermosas notas y delicadas vibraciones. Después de tocar los primeros acordes la voz sin calentar previamente de Jungkook se hizo presente y a su vez inundó el lugar, resonando con el piano. Sonaba fuerte, delicada y única. El chico sabía, y tenía una voz muy bonita. Siguió tocando y él cantando al mismo tiempo, como si hubiesen estado practicando durante meses. Se equivocó casi al final con algunas notas, pero el chico supo encubrirlo bastante bien y finalmente la canción terminó.
Se miraron unos segundos y sonrieron.
—Tío, me gusta tu voz.
—Gracias. —respondió sonriente el menor. —La forma en que tocas es única, de verdad.
—Vaya, gracias.
Después se dieron cuenta de la presencia de Jimin al otro lado de la sala. Tenía la boca completamente abierta y corrió hacia ellos enseñando el vello de sus brazos mientras les decía de mil formas que había sido fascinante. Empezó a aplaudir y dijo que si no estuviese tan cansado se habría puesto a bailar por toda la habitación como un idiota. A Yoongi le pareció que sin estar bailando estaba haciendo el idiota intentando explicar lo que había sentido mientras ellos dos habían estado haciendo música.
Sonrió pícaramente al acordarse de una cosa que le daba vergüenza al chico frente a él.
—Ahora te toca a ti. —le dijo mirándole con los ojos entrecerrados.
A Jimin se le fue la sonrisa del rostro, y no solo eso, también el color. Se sorprendió porque sintiese tanta vergüenza estando entre amigos, además de que Namjoon ya le había dado su visto bueno, no debía temer por nada.
Aunque, claro, supuso que Jimin no podría hacer los giros que Jungkook había hecho, y también supuso que ni de lejos llegaría a todas las notas. Le sonrió con confianza y empezó a tocar su propia canción la cuál le había dicho a Jimin que se empezase a estudiar.
A pesar de que no llegó a todo, ni lo hizo perfecto su voz era bonita, y a él le gustaba. Sonaba bien con su canción y eso era lo importante.

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