XXII

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Podría estar mal de la cabeza, pero ese tal Jimin le caía bien.
Había quedado con él para dar una vuelta y le estaba esperando en el mismo lugar donde se habían encontrado la anterior noche. Recordó cuando estaban cenando, el día anterior, que le había preguntado si no le había estado esperando en el lugar donde se habían conocido y él intentó negar pero obviamente le pilló. Era demasiado puro con ese chico, es como si su inocencia se le contagiase. Respiró hondo y miró su reloj, llegaba tarde. Probablemente estaba tardando más por algún imprevisto en su clase.
Se apoyó contra el edificio que hacía esquina con el callejón oscuro donde se habían conocido. Miró sus zapatillas desgastadas, no tenía nada para entretenerse, así que observó al gentío que pasaba a su lado.
Esperó y esperó pero parecía que ese día no iba a aparecer.
Se sentó y decidió pensar positivo por una vez, debía de haberle sucedido algo serio para estar tardando tanto.
Se puso a jugar con unas piedrecitas que había en el suelo para matar el tiempo.
De repente alguien se colocó en frente suyo, solo vio sus zapatillas, desgastadas como las suyas y suspiró. Ya sabía quien era.
—¿Qué quieres? —le preguntó sin mirarle y jugando con las chinas.
—Quiero que te unas a mi grupo y a la vez ese amigo tuyo. —Yoongi abrió los ojos de la impresión. ¿Había escuchado bien? El tío que le había hecho una enorme herida estaba en frente de él, ofreciéndole ser amigos y dándole una mano. ¡El mundo era una mierda enorme!
Se rió y el tío pareció asustarse de su carcajada.
—Estas de coña, ¿no?—le dijo mientras continuaba con su juego para nada entretenido.
—No tienes opción de negarte. —volvió a reírse en las narices del líder.
—¿En serio piensas que después de intentar asesinarme dos veces vaya a unirme a tu pandilla de idiotas? —le preguntó mientras se levantaba. Estaba empezando a cansarle ese tipo y sus amigos.
Se acordó de que la tenía en la mochila. Suspiró y decidió no sacarla de momento.
Él no era un asesino.
—¿Sabes lo que dicen? —le preguntó el líder mirándole a los ojos y riéndose ligeramente. —Si no puedes con tu enemigo únete a él.
Se quedó mirándole largo rato perplejo. Parecía que estaba tratando con una persona estúpida. Se colocó la mochila y decidió que esperar en cualquier otro lugar era mejor que tratar con aquel personaje, así que le hizo un gesto con los dedos y se despidió de él. Esperaba no volver a encontrárselo por allí más. Buscaría otro lugar en el que quedar con Jimin pero que no fuese es barrio. Debía conseguir su canción ya, se le estaba empezando a olvidar y eso no podía permitírselo. No con su mejor obra.
Antes de salir completamente del callejón le agarró del brazo que todavía tenía herido y tiró de él. Se quejó e intentó zafarse pero solo consiguió que le doliese más.
—Sé lo que amas y lo que quieres. —le susurró. —Puedo hacerte mucho daño. Tú solo dame tiempo y tu vida se convertirá en una pesadilla. —le amenazó mientras su mirada solo reflejaba fuego.
—Quiero ver como lo intentas.
Y con eso se fue sin mirar atrás. No tendría suerte intentando hacerle daño de ninguna forma ya que él no amaba a nada ni a nadie. Bueno, había una excepción. Amaba la música pero eso de ninguna forma le podría hacer daño.
Al cruzar una calle vio a lo lejos a Jimin con un grupo considerable de chicos detrás de él. A su lado iban un chico que le sonaba haberlo visto por la televisión que tenía un ojo morado y otro que le sonaba haberlo visto también en algún lugar. Luego detrás había un chico bajito de sonrisa inmensa y un brazo vendado, uno un poco más alto que también sonreía y Runch Randa. ¿Qué hacía Jimin con esos?
Se quiso escabullir pero Jimin le localizó de inmediato y del mismo se acercó a él como una bala.
Todos centraron su atención en él cuando se le acercaron. Al estar en medio de la calle decidieron ir a un parque cercano para no molestar a la gente que pasaba con rapidez.
Cuando se sentaron todos en unos bancos de madera que había sintió como las miradas se centraban en él, especialmente. ¿Jimin?
—Chicos, dejadme hacer las presentaciones. —empezó Jimin para romper el hielo. Le agarró del brazo con cuidado y empezó a ir uno por uno presentándole a los demás. Se quedó impresionado al conocer al famoso Runch Randa, el rapero que estaba haciéndose un lugar en la música.
—Un placer. —les respondió educadamente. —Soy Min Yoongi.
—O más conocido como Agust D. —dijo ¿Taehyung? Le estaba costando quedarse con las caras. No estaba acostumbrado a conocer tanta gente de repente.
Su cara de duda se hizo notar por el grupo y Runch Randa fue el que le explicó:
—Verás, yo fui el que llamó a la ambulancia el día que te encontré en la calle sangrando. —se tocó el brazo por instinto, donde tenía los puntos que cerraban su enorme herida. —Y me alegro de que estés mejor. —hizo una pausa y miró el grupo que tenía sentado a su lado. —Mientras esperaba a que viniese a por ti miré entre tus cosas y descubrí una canción que me encantó. Tienes talento. Y me gustó muchísimo. —se le quedó mirando. Aquello debía ser un sueño, un sueño muy positivo para ser suyo. No, no podía serlo. Él no tenía sueños tan bonitos, no tenía una imaginación tan emprendedora, imposible. —Así que te anoté en la última hoja de la canción mi número para que me llamases. Pero nunca me llamaste. —le explicó.
Después el chico más bajito que se llamaba Hoseok continuó su historia.
—Me encontré contigo en el hospital y te quité la última hoja con el número de Namjoon. Después conocí a Jin. —el chico igual de alto que Namjoon sonrió.
—Y yo fui el que llamó a Namjoon para que contratase a Hoseok como bailarín. Y cuando conseguí que quedasen para hablar de negocios y hacer una entrevista, Hoseok se olvidó la hoja de tu canción. Así que yo se la guardé. Después conocí a Taehyung cuando iba a hacer una prueba de teatro. —el chico que había visto anteriormente en la televisión se rió.
—Le tiré sin querer mi zumo. —y rompió en carcajadas. —Pero gracias a eso nos hicimos amigos. Luego le robé la hoja de tu canción para descubrir quien eras. Le pregunté a algunos de mis amigos y me dijeron que esta canción era de Agust D. —enseñó todo el fajo de papeles juntos y arrugados. Yoongi los cogió rápidamente y comprobó que estuvieran bien todos. Y sí, todo estaba exactamente como se lo habían contado. Estaba el número de Namjoon y alguna que otra mancha de café.
—Por ese entonces conocí a Jimin en el instituto. Resulta que le estaban molestando e intenté defenderle y el chaval me dio un puñetazo en el ojo. Por eso está así. —Jin empezó a reírse ligeramente al ver como se señalaba el ojo morado e hinchado. Parecía un niño pequeño.
—Y tú me diste el resto de la canción como compensación por eso...—los demás del grupo se dieron cuenta que su voz se fue perdiendo hasta que casi no dijo nada.
—¿Qué pasó? —preguntó Hoseok.
—¿Compensación por qué? —cuestionó Jin.
Jimin le sonrió tímidamente. Sabía que esa sonrisa no era para esconder algo, sino para no meterle en más problemas. Jimin sabía que si les contaba sobre lo que había ocurrido aquella noche les involucraría como se había involucrado él y habría problemas. Ya era bastante con que ellos dos tuvieran que ir mirando hacia atrás cada dos por tres como para que ahora tuvieran que hacerlo todos.
—¿Y tanto buscarme para qué? —preguntó dudoso e intentando cambiar de tema.
Todas las cabezas fueron dirigidas hacia Namjoon que le mantuvo la mirada.
—Quiero hacer un grupo. —se levantó para ofrecerle una mano. —Y quiero que estés en él conmigo y Hoseok. —su mano se extendió a él, abierta, ofreciéndole una oportunidad fantástica e inimaginable. 
Se echó hacia atrás cohibido. La presencia de ese grande le hacía hacerse pequeño. ¿Quería trabajar con él? ¿En serio?
—¿Esto es un broma? Porque, Jimin, no tiene ni puta gracia. —le amenazó mirando hacia atrás.
—No es ninguna broma. Quiero que trabajes conmigo y Hoseok. —le comentó. —Si trabajamos bien juntos lo haré oficial y se lo comentaré a mi discográfica. —le colocó la mano entre ellos esperando que cerrarse el trato.
En la calle había una ley de vida que él la conocía bien: si había una oportunidad de agarrar una hogaza de pan, debía agarrarla y no soltarla.
Le cogió la mano con fuerza y las estrecharon con confianza.
—Juntos seremos grandes.

The Way We Became StarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora