LXVII

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Se despertó tranquilamente y se fue a trabajar a la pastelería. Debería haberse ido de inmediato a sus clases pero debido a lo que le había sucedido sus padres le negaron la asistencia a la universidad, además de colocarle un hombre que podía abrazar sin problema un armario que siempre iba detrás de él, atento a todas las personas con las que se cruzaba. Cogió aire y le pidió permiso a su padre para ir a trabajar, él no se lo negó y con la constante compañía de su guardaespaldas se fue en metro a su cafetería favorita.
Estuvo allí toda la mañana, y desayunó con sus dos dueñas más jóvenes. Las informó brevemente de lo que había sucedido y ellas horrorizadas le preguntaron cómo es que estaba allí, trabajando como si nada. Él se encogió de hombros y ellas le dieron un enorme abrazo. Se quedó pensando unos segundos en la situación que estaría sufriendo Tae y decidió en ir a visitarle después de comer. Le llamó antes de dirigirse hacia allí y le contestó casi al instante. -¡Hola Jin! ¿Qué tal? -parecía realmente animado y feliz. No se esperaba ese gran saludo, se sintió algo descolocado por la situación.
-Hola Tae, solo te llamaba para preguntarte si podía ir a visitarte después de comer.
Hubo una ligera pausa y escuchó como el chico alejaba el aparato de su oreja y le preguntaba a su madre sobre si podía ir allí. También escuchó algunas voces más agudas, probablemente de niños que preguntaban insistentemente a Tae. Después de unos segundos volvió a escuchar fuertemente la voz de Tae y al oír su afirmación se despidió y colgó de inmediato.
Se metió en la cocina, preparó algo de comer que no fueran bollos y se lo llevó a su guardaespaldas para que ambos comiesen juntos. Éste había estado todo el tiempo libre para comer con el móvil, mirando al parecer algo muy interesante. Se sentó en frente de él y le colocó su plato. El hombre sonrió y continuó observando atentamente su móvil. Jin comenzó a comer después de que éste le diese las gracias por haberse molestado en hacerle la comida y se puso algo nervioso al ver el ceño fruncido del hombre en frente suyo.
-¿Ha pasado algo? -preguntó no muy seguro. Esperaba que no, ya tenía suficiente con los constantes problemas que habían tenido, no quería saber más de cosas malas.
-No, nada. Es solo una anécdota que me estaba contando un compañero de la comisaría. -Jin sonrió interesado de repente en el tema.
-¿Puedo enterarme de la anécdota que te estaba contando?
El hombre le miró sonriente, como si no se creyese que le interesase ese tipo de cosas y empezó a comer con calma.
-Claro. Me estaba contando que ayer por la noche se encontró con unos chicos pegándose. Una señora se asustó y se los llevó a comisaría.
-¿Pero no hay peleas todos los días?
-Sí. Pero si molestan a los demás transeúntes y lo hacen en pleno metro es razón suficiente para llevarlos a la comisaría.
Jin asintió. Jamás se había metido en esa clase de problemas.
Comieron animadamente mientras le contaba todo lo que había sucedido la noche anterior. Cómo esos dos chicos se habían conseguido escaquear, ya que al fin y al cabo eran inocentes, y cómo los demás restantes habían sido metidos en centros de menores y en juicios esperando su veredicto final.
Le pareció extremadamente interesante que mientras él descansaba tranquilamente en su casa, o estudiaba o llamaba a un amigo, ocurrían tal cantidad de cosas en lugares distintos, y le sorprendía cómo es que la mayor parte del tiempo no se diese cuenta de las cosas que pasaban a su alrededor.
Cuando acabaron de comer informó al hombre que iba a ir a visitar a su amigo para ver cómo estaba. Le había mandado su ubicación, la de su hogar, y ya había mirado algunas líneas de metro que le llevaban directamente. Solo tendría que hacer un transbordo. El hombre asintió ante sus nuevos planes y le aconsejó que llamase a sus padres para que al menos supieran donde estaba en todo momento. Él le contestó que ya no era un niño pequeño, pero de todas formas envió unos cuantos mensajes a su madre haciéndole saber adónde se dirigía.
Cuando por fin terminaron de comer y Jin llevó los platos al fregadero de las cocinas se dispusieron a coger el metro y dirigirse a la casa del chico. Su guardaespaldas no estaba muy seguro de moverse de aquella zona de confort, pero Jin consiguió convencerle, además de que era su amigo y era también importante ver cómo se encontraba.
No tardaron mucho en llegar al hogar de Tae y cuando lo hicieron llamaron a la puerta. Les abrió una mujer bajita y delgada con los mismos ojos que Tae. Con una sonrisa los invitó a pasar no sin antes preguntarles si se trataban de los amigos de su hijo. Jin asintió y explicó brevemente porqué le acompañaba un hombre tan grande. Ella asintió y no dijo nada más. Al entrar se encontró de repente con dos miradas curiosas que le observaban desde un pequeño sillón. Se trataba de los hermanos de Tae, sus dos hermanos pequeños, un niño y una niña. Les sonrió amablemente y les saludó mientras pasaba delante suya. La mujer le estaba conduciendo a la habitación de su amigo, el cuál no se había enterado de que había llegado. Cuando estuvieron en frente de la puerta, la mujer dio unos breves golpes fuertes y ésta se abrió de inmediato. Al otro lado había un sonriente Tae que le invitó a entrar. Jin le aconsejó a su guardaespaldas que se quedase en el salón mientras charlaban y él no puso objeciones. Se dirigió hacia el salón acompañado por la mujer que no había borrado su sonrisa y Jin entró en la habitación de su amigo. Todo estaba bastante ordenado y había muchísimos cuadros pintados rápidamente, y también revistas de diseño y muchísimos discos esparcidos alrededor de la habitación. Ah, y un saxofón que no cabía casi entre tantas cosas. A pesar de todo lo que había, parecía haber una armonía que lo mantenía todo en su sitio. Desde luego parecía una cueva de artista.
Se sentó en la cama y Tae en la silla de su escritorio. Siguió observando la habitación mientras el que estaba sentado en frente suyo reía ligeramente.
-¿Qué? ¿Te da miedo la habitación?
-No, es que eres realmente un artista. -susurró mientras observaba los discos esparcidos por la cama.
-No he oído que habías llegado porque estaba escuchando música. -le explicó inocentemente. Jin sonrió, eso le había pasado a él muchísimas veces.
Cogió aire y le miró fijamente, centrando toda su atención en el chico en frente suyo.
-¿Cómo estás Tae? -preguntó serio. Esa pregunta pareció haber roto la magia del momento, del reencuentro, el buen rollo que había hacía un momento se había esfumado y ahora solo quedaban las verdades más dolorosas.
-Supongo que bien. Ahora estoy mejor, desde luego. -respondió no muy seguro.
Jin le siguió observando atentamente, algo le había ocurrido para haberse escapado de ese modo.
-Tae...puedes contarme lo que sea.
Pareció pensárselo unos segundos y después soltó todo el aire que había acumulado en su pecho por los nervios.

The Way We Became StarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora