LXII

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Tardaron unas cuantas horas en llegar. Además que pararon para comer y él estuvo a punto de comerse todo el menú. Tuvo suerte que uno de los polis era majo y le pagó toda la comida sin rechistar y sin pegas. Se sintió mal por abusar demasiado de él, pero qué más daba, no iba a volver a verlo. Cuando ya estaban entrando en el centro y llegando a la estación de policía empezó a sentirse cada vez más calmado y cada vez más ansioso a la vez. Esperaba que no estuviese esperándole nadie, pues su madre, según le habían informado los agentes, no había denunciado su desaparición, algo que aunque quisiese negar le decepcionó enormemente. Sabía que su madre no le tenía mucha importancia en general, sólo le gustaba mencionarlo de pasada cuando estaba con sus amigas y sobretodo para alardear de su voz. Pensó que su madre era una estúpida por solo quererle por interés y no por que sí, como supuestamente debía querer una madre.
Respiró hondo y cuando llegaron salieron del coche con tranquilidad. Sacaron sus pesadas mochilas del maletero y se dirigieron a la central. Tae parecía estar de los nervios, desde luego su familia no tenía nada que ver con la suya y eso era algo que le perturbaba. Las familias podían ser tan complicadas como las propias personas. Suspiró y se sentó en la sala de espera con un nervioso Tae que no dejaba de mover sus piernas. No intentó calmarle ya que sabía que no serviría de nada. Que aunque le hiciese el mayor discurso de su vida no tranquilizaría a su amigo. Le miró un tiempo, y se hizo varias preguntas sobre su comportamiento, era cierto que amaba a su familia, se notaba desde lejos por la enorme sonrisa que se formaba en su rostro cuando mencionaba a alguno de sus hermanos o progenitores. Se quedó observándole un rato más, sin querer hacerlo realmente y dudoso sobre las diferentes vidas que vivían. Supuso que Tae jamás podría entender la clase de vida que llevaba pues era totalmente opuesta a la suya y decidió que si mencionaba su hogar en algún momento o hacían alguna pregunta se negaría a responderlas, rotundamente.
—Oye...tú familia, ¿cómo es? —Tae le miró unos segundos. Estaban esperando a sus familiares a que fuesen a recogerlos y a devolverlos a sus hogares y mientras tanto decidió indagar un poco en la vida de su compañero, si aprendía un poco de él le sería más fácil conocerlo y cogerle confianza.
Tae sonrió, como siempre hacía al mencionarles.
—Bueno son geniales. Mi padre es la persona más genial del mundo. Mi hermano pequeño también y luego está la más pequeña que es un amor. Aunque es un poco bicho con algunas cosas, la verdad...
—Pero, —le cortó de repente. Tae le miró atento. —¿cómo son contigo?
Tae cerró su boca por completo y le miró fijamente unos segundos intentando al parecer averiguar qué era lo que pasaba por su cabeza en aquél entonces. Pero ambos sabían que él no iba a darle las respuestas, ni tampoco le iba a decir las cosas que pasaban por su cabeza en aquél momento.
De repente en su mente apareció una imagen borrosa, muy desenfocada y muy oscura. Parecía ser una persona, o al menos se veía que tenía pelo. Lo siguiente que vio fue negro y de repente sintió el ala de una mariposa rozar sus labios, tan delicadamente que casi fue imperceptible. Una fuerte punzada en su sien le hizo volver a la realidad y a los ojos fijos de Tae que seguían mirándole. Notó como las piernas del chico se habían quedado quietas, como si hubiese entrado en su mente y hubiese entendido a la perfección aquella visión extraña. Como si supiese algo que no quería contarle, algo que era muy comprometedor.
—Me encanta cuando mis hermanos se unen a ver una película en invierno y no cabemos en el sofá todos juntos. —empezó sin mirarle, perdiendo la vista en los recuerdos que estaba rememorando. —Me encanta cuando mi madre hace sus tartas favoritas y cuando hace muchas pruebas para probar cosas nuevas. Sobretodo me gusta cuando hay veces que las tartas no le salen bien y tenemos que fingir que sí. Obviamente siempre nos pilla y tenemos que huir porque se enfada y nos quiere tirar de las orejas...
Una risa dolorosa se dejó oír en la estancia silenciosa. Parecía que estuviese conteniendo todo lo que quería soltar. Parecía que tuviese retenido en su cuerpo, en su garganta, todo el amor que le daba a su familia y quisiese soltarlo todo de golpe.
—Eres afortunado. —le dijo sinceramente. Le miró de reojo pero sus ojos negros como la oscuridad seguían fijos en algún punto de la habitación, reviviendo esos recuerdos que en aquel momento añoraba. Jungkook creyó que Tae se sentía culpable de que su familia estuviese sufriendo por lo que habían hecho y decidió no hablar más con él. Tampoco es que hubiese podido ya que llegó su familia, toda ella a recogerle. Sus hermanos corrieron, le abrazaron, le besaron, lloraron y Tae lloró con ellos. Y entre cariño y medio regaños de sus padres se fueron de la central. Tae se despidió de él con rapidez pues su familia le estaba haciendo mil preguntas y se fue por la puerta que daba al pasillo.
Se quedó solo en la estancia y decidió ponerse los cascos. Soportaba cualquier cosa, pero el silencio era algo que no podía tolerar. El silencio le traía recuerdos de tardes enteras solo en casa, de noches enteras esperando el regreso de su madre del trabajo, días sin saber nada de ella, aunque la llamase mil veces. Eso había cambiado, porque una de sus amigas le había dicho que estaba mal dejar solo a un menor tanto tiempo, pero si no hubiese sido por esa amiga, suponía que las cosas habrían seguido igual de mal. Respiró hondo cuando la primera canción acabó, no tenía ganas de coger un tren y volver a casa por su cuenta. Si tenía suerte tal vez algún policía se compadecería de él y se ofrecería a llevarle a casa. Si tenía suerte.
Esperó y esperó, las horas pasaron y se acabó durmiendo con los cascos puestos. Se despertó por un zarandeo continúo en su hombro. Éste era realmente agresivo y se levantó por la sorpresa. Miró al causante de su despertar y creyó que estaba en un sueño. Delante de él se encontraba su padre, el padre el cuál estaba siempre trabajando en Japón y nunca tenía tiempo para ir a visitarlos, ni siquiera en fiestas.
Le miró unos segundos y se alejó ligeramente de él. Sin decir absolutamente nada su padre le hizo una señal y andaron hacia su coche. Una vez dentro se miraron unos segundos y su padre negó repetidas veces.
—He oído que todo esto ha sido por ti. —Jungkook mantuvo su vista al frente y no la dirigió al semblante serio de su padre. —Que has cogido toda la responsabilidad y que esta escapada ha sido toda de tu invención.
Jungkook continuó sin mirarle. Su reencuentro debería haber sido como el de Tae con lloros, risas, abrazos, regaños estúpidos que realmente no tenían importancia y amor y cariño, pero no. Ahora sí tenía un problema, pues él no era Tae, y obviamente no tenía una familia como la suya.
—¿Me estás escuchando? —preguntó amenazante. —¡Jungkook!
—¡Te estoy escuchando perfectamente!
—¡Pues mírame cuando te hablo!
Giró su cabeza y sus ojos se encontraron. Se maldijo a sí mismo mil veces por tener tal parecido con su padre, por que se notase tan a la legua que compartían la misma sangre. Lo odiaba, lo odiaba tanto todo.
—¿Todo esto lo has organizado tu?
—¡Sí, lo he organizado yo! ¿Algún problema? Tampoco es que os importase demasiado. Total siempre os doy igual. —hizo una pausa para mirar la expresión de su padre que permanecía helada. —¡Podría haberme matado y os habría dado igual! ¡Os doy igual! —notó cómo la mano de su padre chocaba contra su mejilla. Se mordió el labio y sintió como la sangre corría por su boca, asquerosa y metálica, incluso viscosa. Se quedó sin respiración por el golpe. Le miró con rencor mientras se tocaba la boca para comprobar que efectivamente estaba sangrando. Cuando vio la sangre entre sus dedos su mano se convirtió en un puño y lo alzó contra la cara de su padre.
Lo próximo que vio fue la oscuridad pues su padre le había retenido el puño, y a su vez le había dado el golpe que en un principio iba a ser para él.
¿Podía importarles menos?

The Way We Became StarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora