LXIV

0 0 1
                                    

La estación de policía no estaba lejos y todos metidos en el mismo coche con esposas hizo del viaje eterno. Nunca le había gustado tocarse con la gente y menos si eran unos idiotas como aquellos que lo único que querían era matarlos y darles la paliza de su vida. Respiró hondo pero solo eso hizo que los de su lado se quejasen de su aliento. Lo hizo de nuevo y ellos se volvieron a quejar. Se rió un poco con malicia y paró ya que el agente los miró de reojo.
—En cuanto lleguemos me vais a explicar uno por uno lo que estaba sucediendo.
—Vamos, no seas idiota. —le espetó el líder al hombre. —Como si nunca hubieses visto una pelea callejera. A los agentes como tú no os suele importar una mierda lo que hagamos o dejemos de hacer mientras no incumba a la gente de a pie.
—Sí, pero resulta que lo hicisteis en pleno metro y una señora os vio y me informó de todo. No habría quedado bien si le hubiese dicho a la señora que de esa clase de peleas hay todos los días diez por lo menos. Así que os jodéis un ratito y llamáis a vuestros padres.
Por supuesto que todo había sido por esa mujer. La había visto al final del pasillo y desde ese momento se había sentido seguro de la situación pues ella informaría y no habría problema alguno. Tal como había intuido. Miró a Namjoon que se mantenía callado y con los ojos muy abiertos, mirándole con sorpresa e impresión. Acababa de darse cuenta de su plan y de cómo se había sentido tan seguro en la situación que habían pasado. Sonrió de lado al ver su cara y volvió la vista al agente. Algunos de sus agresores habían conseguido escapar, pero por suerte habían pillado al líder y a dos más que eran los que los habían retenido y agarrado con fuerza mientras el líder fanfarroneaba. Yoongi intentó dormir un poco pues estaba cansado del día y se consiguió permitir una pequeña siesta.
—¿Te has quedado dormido? —escuchó una voz, abrió los ojos de repente y notó como el chico que estaba saliendo del coche pegaba un salto del susto.
—¿No se atrevería a quedarse dormido en mi coche? —oyó entonces la voz del policía. Entornó los ojos y se arrastró un poco por los asientos para salir del coche detrás del chico. Se quedó de pie con los demás mientras el agente se aseguraba que todos desalojaban bien su coche patrulla. Le parecía graciosa la situación pues Namjoon estaba blanco como la cera y precisamente un encuentro con las autoridades era lo que habían intentado evitar a toda costa. Ahora estaban en las puertas de la comisaría, esposados y siendo tratados como verdaderos vándalos. Respiró profundamente al darse cuenta de que no llevaba su mochila con su arma y entró siendo empujado por el hombre en el edificio tan temido por su amigo. Miró un momento hacia las dos personas que salían en ese momento por las mismas puertas donde él estaba entrando y el primer hombre parecía enfadado, y después estaba un chico detrás de él. Un chico al cuál le sonaba demasiado su cara como para no haberla visto en algún lugar antes. Esos rasgos, esas ojeras...¿No era ese que llamaban Tae? No, ese era el que estaba siempre feliz, ese debía ser el chico que iba detrás de él, el que decían que cantaba muy bien. Al menos se alegraba de que le hubiesen encontrado por fin y que hubiese vuelto. Vio como se dirigían a un coche los dos y supuso que se trataba de su padre, apartó la vista sin querer mirar más la escena. Estaba claro que el hombre estaba enfadado y querría cantarle las cuarenta a su hijo el cuál había desobedecido. Ojalá sus padres se preocupasen porque se encontraba en la comisaría, pero sabía que ninguno de los dos les importaba una mierda sus problemas. Y por suerte o por desgracia el sentimiento era mutuo.
Entró con cara de pocos amigos, ver de nuevo al chico no le había alegrado lo suficiente como para no tratar a todos como completos subnormales. Cogió aire y buscó con la mirada a Namjoon que iba el último en la fila india que habían formado. Los hombres uniformados que estaban al otro lado de los ordenadores les miraron sorprendidos y preguntaron en cuanto vieron a su compañero.
—¿Qué ha pasado? —preguntó el que estaba de pie en frente de la mesa de recepción. Debía de encargarse de las personas que venían con alguna clase de duda, desde luego un trabajo que él odiaría. ¿Qué mejor que perder el tiempo de tu vida atendiendo a personas estúpidas que no podían resolver sus dudas en el maldito internet? Desde luego tampoco era mucho peor que reponer y hacer de cajero en su trabajo a tiempo parcial, pero al menos podía evadirse de los demás e incluso a veces ponerse música sin que se diesen cuenta.
—Unos niños que se estaban peleando en el metro.
El hombre al otro lado de la recepción le miró sorprendido y levantó las cejas sin poder creerse que por esa estupidez ellos se encontrasen allí.
—Una señora se asustó y tuve que intervenir. —continuó el hombre que les acompañaba.
—Vale, ya le veo más sentido.
—¿Podemos contaros nuestros problemas si es lo que queréis? —preguntó el líder de los gilipollas. Ya está, se habían ganado ese apodo por idiotas, desde luego le iba genial el nombre. Asintió ante sus pensamientos y se sintió bien consigo mismo, era un completo genio en poner nombres de artistas a personas que no tenían de artistas ni el bello de sus...
—¿Vamos a tardar mucho? —preguntó Namjoon. Eso le hizo mirarle y se mantuvo callado mientras todos dirigían su atención a él.
—Si colaboráis y nos contáis qué ha pasado no nos llevará ni una hora. —contestó el hombre detrás del ordenador.
Se adelantó con una ligera sonrisa en el rostro y miró al policía sin ninguna expresión, algo que pareció sorprender al hombre pues no se sentía amenazado con su presencia y su mirada fija como los otros chicos.
—Estos idiotas me han intentado matar. Esta va ya la segunda vez creo. No sé, se me olvida, no llevo la cuenta. Los ojos del agente se abrieron desmesuradamente.
—De acuerdo parece que esto hay que tratarlo con calma. —el agente que los había esposado los llevó a una sala y los encerró a todos allí.
—¿¡Eres estúpido o te trajo tu puta madre así!? —le gritó el líder. Él se sentó con calma y despacio pasó sus piernas por sus brazos hasta tener las muñecas delante de él. Suspiró, le estaban haciendo daño las malditas pulseras éstas. Ser bajito tenía sus ventajas. Dirigió su helada mirada hacia los demás presentes en la habitación que le estaban mirando sorprendidos.
—Sí. Creo que mi puta madre me trajo así. —se miró las muñecas y empezó a sacar con calma sus manos de las esposas. Cuando una mano estuvo liberada sonrió y se rió solo ante la vara de desconcierto de los demás. —Pero qué mala suerte que entre todos los estúpidos con los que podrías haberte encontrado, dieras con uno el cuál sabe quitarse las esposas.
El primer puñetazo voló solo y fue fantástico ver como no podía defenderse. Cayó al suelo por el desequilibrio y nadie le ayudó a levantarse.
—Eso por casi matarme con la maldita navaja.
—¡Estamos en una jodida comisaría! ¡Podrías ir a la cárcel como sigas! —Yoongi rió. Agitó la mano dañada por el puñetazo bien dado y se crujió los nudillos y los dedos para calentarlos y prepararlos para el siguiente golpe.
—Deberías preocuparte más por cuánto tiempo vamos a estar aquí, ¿no crees? 

The Way We Became StarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora