LXXI

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Se despertó perezosamente. Le dolía la cabeza un horror, pero al menos no era por culpa de una resaca. Había dormido muy mal desde que había vuelto de la comisaría y estaba todavía agotado de la anterior noche. Se incorporó y se quejó por sus nudillos maltratados y los cuales no había limpiado la sangre. Se levantó de la cama malhumorado y esperando que no le tocasen mucho las narices aquel día.
Se fue al baño, se preparó, se curó los nudillos y se los cubrió con vendas. Para tratarse de un maldito jueves se sentía como un lunes. Salió del baño y se fue a la cocina. Cogió el primer bollo que encontró a la vista y se fue a su habitación. No había escuchado a sus compañeros de piso armar jaleo, así que debían de estar cuerdos en aquel momento y hasta arriba de alguna sustancia ilegal. Se comió su desayuno con calma mientras inspeccionaba un poco su móvil nuevo. Sin quererlo se puso a investigar por internet cuánto costaba un piano normal, sabiendo ya de antemano que no tendría ni la mitad de lo que pedirían por él, pero por mirar no perdía nada. Obviamente mirar los precios y lo fantásticos que eran los pianos solo le hicieron amargarse más, si es que eso era posible.
Salió de su cuarto, aún sin estar vestido y se puso a investigar a las estrellas que lo estaban petando últimamente. Buscó los Idols más solicitados y buscó también estilos de ropa, estilos de música, cómo combinaban su estilo con su imagen. Sabía también que todo eso era marketing y que toda la ropa y todo lo que llevaban esas estrellas se lo habían dado en bandeja y ellas no habían tenido que elegir nada. A pesar de todo investigó un poco, de todas maneras tenía tiempo, sus clases no empezaban hasta después de comer.
Salió de su habitación (algo que normalmente no hacía) y se dirigió a la sala de estar que normalmente estaba llena de borrachos o drogados delirando en sus locuras. Por una vez pudo sentarse tranquilamente y en silencio. Tenía ganas de regresar al vagón y empezar de nuevo a practicar sus canciones y baile. Realmente tenía ganas de pasar tiempo con esos chicos. Cogió aire y entonces escuchó los pasos de uno de sus compañeros de piso.
—Hey...—le saludó el chico.
—Buenas. —respondió mirándole fijamente. El chico tenía muchísimos piercings en la cara y eso irremediablemente le llamó la atención. El otro, ajeno a su mirada cogió algo de la nevera y se dispuso a volver a la habitación. Antes de que se largase a su guarida Yoongi captó su atención.
—Hey, tío. —el chico se giró y paró en seco para escucharle. —¿Esos piercings, te los has hecho tú?
El otro asintió orgulloso de su rostro y trabajo. Yoongi asintió ante su afirmación y miró de reojo su móvil en el cuál todos los famosos usaban pendientes y piercings. Sabía que eso era realmente para llamar la atención, pero si podía adelantar trabajo y hacerlo ya, ¿por qué no?.
—¿Podrías hacerme unos cuantos?
El chico pareció interesarse enormemente por Yoongi de repente. Se sentó en frente de él, en un sofá roto y le miró.
—Claro. Si tienes pasta, bajamos a mi local y te los hago en un momento.
Yoongi asintió.
—¿No podría ser aquí? Ya sabes, ¿a la antigua? ¿Con aguja y alcohol? —el chico pareció pensárselo. Después asintió.
—¿No tienes dinero no? —Yoongi negó medio sonriendo. —Vale, te puedo hacer solo algunos de la oreja y con cuidado algunos en el labio. Pero si quieres más, como en la nariz o en la lengua, tendrás que pagarme.
Yoongi asintió, él solo quería en las orejas algunos, poco más. No pensaba agujerearse todo el rostro por llamar la atención. Cogió aire y se levantó para buscar agujas y alcohol desinfectante.
—¡Eh! Pero me invitas a una birra después.
—Claro tío. Te la debo. —y se metió en el baño para buscar lo que necesitaba. Ya le había visto a Namjoon los pendientes que llevaba de vez en cuando la verdad es que tenía ganas de hacérselos.
Cuando ya tenía todo lo necesario regresó al salón, donde estaba pacientemente esperando el chico con su desayuno ya desaparecido. Dejó todo encima de la mesa de café sucia y manchada y se quedó quieto.
—A ver, ¿cuáles quieres?
—En las orejas, si me puedes hacer dos o tres agujeros...—estaba nervioso, por intuición sabía que iba a doler, pero le llamaba la atención también cómo se vería después.
El chaval asintió.
—¿Quieres algún piercing en específico? Si no te sabes el nombre puedes enseñarme una foto, o algo...
—No, no. Solo pendientes. Quiero tres en una oreja y dos en la otra.
Por algo se empezaba. Cogió aire mientras veía al chico desinfectar la afilada y fina aguja. Tuvo tanto cuidado y lo hizo tan meticulosamente que eso le dio confianza.
Le indicó que se girase y le mostrase la oreja la cuál quería los tres piercings. Él, nervioso se giró y le colocó su oreja derecha, la cuál sería agujereada en cuestión de segundos.
—Vale, ahora hazme caso o tendrás que operarte por una infección.
Yoongi asintió sin poder ver ya sus movimientos.
—Esto tienes que desinfectarlo todas las noches con alcohol y cuando termine te pondré esparadrapo. Cuando lleves unos semanas desinfectándolo ya podrás ponerte pendientes, pero mientras tanto, mejor dejarlo tapado.
—Vale.
Y entonces sintió la pequeña aguja penetrando su oreja lenta y dolorosamente. Un dolor agudo hizo que su rostro se contrajese y su garganta produciese un gruñido. Cuando ya estuvo hecho le puso más alcohol y le tapó el agujero, el cuál palpitaba y le dolía horrores. Cogió aire para aguantar el siguiente y así hasta hacer los cinco.
Cuando ya estaba todo hecho y su cabeza palpitando por el dolor, cogió dos cervezas de la nevera y se la tomó con rapidez.
—Gracias tío.
El otro sonrió, orgulloso haciendo que se estirarse la piel que sujetaban sus piercings.
—Ah, te va a doler muchísimo.
—Ya, creo que eso deberías habérmelo dicho antes, ¿no crees?
El otro sonrió con indiferencia. Yoongi se terminó su cerveza y se fue a su habitación. Se quedó estudiando, o al menos intentándolo, ya que el dolor de cabeza era realmente insoportable. Después cuando comió un poco de las sobras que habían dejado sus amigo y que no parecía comida de cerdo, se fue a sus clases, no sin antes tomarse una buena pastilla para aliviar su continuo dolor.

The Way We Became StarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora