LXXIII

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Después de las clases de Jungkook se fue al hospital casi corriendo. Le había costado mucho haber estado medianamente feliz porque hubiese vuelto sin, prácticamente, ningún rasguño. En cambio, no había tenido que actuar tanto a partir de que Jimin llegase a la Academia. Él aseguró que tenía clases de esgrima y artes marciales, pero que prefería pasar tiempo con sus amigos y practicar con él. Así que estuvieron practicando hasta que dieron las cinco y media y entonces él salió disparado hacia la parada de autobuses sin casi despedirse de los chicos. Notó la cara de preocupación en Jungkook y un ligero asentimiento por parte de Jimin que le aseguraba tranquilidad y secretismo sobre su escapada repentina.
Nada más llegar al hospital se encontró a sus padres de nuevo en la sala de espera. Esperaba poder encontrárselos ya dentro de la habitación, con su hermana, ya que la noche anterior le habían asegurado que estaba estable. Cogió aire y fuerza de voluntad y caminó hasta donde se encontraban. Sus padres sin mediar palabra le abrazaron fuertemente y lloraron juntos sin consuelo. Una vez que sus padres se fueron sentando y él agachando hasta quedar con las rodillas completamente dobladas y a la altura de sus ojos pudo notar que algo había salido mal. Algo en la operación había salido terriblemente mal.
-Cariño...tu hermana...
-¿Qué ha pasado? -preguntó desesperado. -¿Está bien? ¿Qué pasa?
Su padre fue el que cogió aire y le miró fijamente.
-Esta mañana tu hermana sufrió un ataque. Tuvieron que volver a operarla.
Hoseok tragó saliva.
-¿No dijeron que estaba estable?
-Sí. Cerraron la abertura de su pulmón con éxito, pero al parecer un trozo pequeño de hueso se coló dentro. Están intentando sacarlo antes de que le rompa más arterias.
El poco color que Hoseok traía de haber estado moviéndose se fue en un segundo. Había oído hablar de casos como ese, las personas llegaban a morir por solo un pequeño trozo de hueso que les destrozaba por dentro, cortando todo lo vital y atravesando todo.
Se sentó a su lado y dejó que el tiempo pasase, sin saber noticias de nada sobre su hermana. Se hizo completamente de noche y cuando ya iban a dar las once sus padres le dijeron que se fuese a casa. Él se negó rotundamente y sus padres lo único que pudieron hacer fue suspirar. No le podían negar que estuviese allí, apoyando a su hermana hasta el último momento, tampoco le podían negar que se preocupase por ella tanto como ellos, pero lo que sí podían negarle es que dejase su vida de lado para estar con su hermana. Tenían un cariño inmenso los unos con los otros, pero ellos sabían que si dejaban que la situación sobrepasase a Hoseok tendrían otra clase de problemas, unos los cuáles no querían volver a tener. Por eso estaban intentando alejar a Hoseok de todo ese asunto estresante, estaban intentando que continuase con su vida para que al menos se distrajese con algo y no le diese demasiadas vueltas a su cabeza. Pero en el fondo sabían que su hijo ya estaba dándole vueltas, y sabían que su actitud estaba cambiando. Ahora solo debían esperar a que él pudiese afrontar la situación de la mejor forma posible y tomase la decisión correcta.
Cuando ya pasaron las doce una enfermera salió del pasillo y ellos se levantaron de inmediato. Preguntaron si se trataba de su pequeña hermana y ella asintió. Les informó de que la operación había sido muy complicada y que habían tenido que utilizar unos métodos específicos que incluían tener que dejarla en coma. Sus padres aguantaron la respiración unos segundos y después, antes de que la enfermera les diese más información le dijeron que se fuese a casa. Él abatido no pudo hacer otra cosa que asentir e irse por donde había venido, no sin antes despedirse tímidamente. Mientras caminaba hacia la estación de metro se quedó pensando en todo lo que le estaba ocurriendo. Parecía mentira que todo hubiese cambiado en tan solo unos días. ¿Ayer estaba feliz, no? ¿Ayer rió con sus amigos? ¿Ayer todo iba bien? Parecía mentira lo que podía ocurrir en escasas veinticuatro horas. Cogió aire y se colocó los cascos mientras entraba en el vacío tren de un viernes de madrugada. Se sentó y se quedó mirando su mano vendada, la cuál ya casi había olvidado. Tendría que ir a que le revisasen en una de sus visitas al hospital. Intentó desconectar con la música, intentó que todo volviese a la normalidad de nuevo, pero las cosas ya no eran iguales. Nada lo era. Su hermana pequeña estaba al borde de la muerte. Sonaba tan horrible pero tan cierto. Su hermana pequeña, la que siempre le sacaba una sonrisa y con la que estuvo jugando hace unos días, se encontraba en una camilla blanca, con el cerebro dormido y un corazón guerrero todavía queriendo luchar. No pudo evitar que sus lágrimas saliesen en tropel, aunque tampoco le importó pues no había nadie en el tren, tenía un poco de privacidad. Dejó que la música le inundase. Escuchó música tranquila, triste, acuerdo con su estado emocional el cuál estaba dando muchísimos botes y volteretas.
Cuando llegó a su parada salió del tren casi por la rutina de hacerlo todos los días en la misma parada y se dirigió a su hogar, el cuál le resultaba irreconocible.
Abrió con sus llaves y tiró su mochila a un lado, después empezó a llorar desconsolado y solo. Se tiró de rodillas al suelo y se quedó allí llorando mientras poco a poco su cuerpo se envolvía a sí mismo para proporcionarle el calor que necesitaba en aquél momento. Su casa estaba fría, en silencio, llena de dolor y oscuridad.
Su hermana era una egoísta, ella era la luz de su hogar y al haberse ido se había llevado toda la vitalidad de la cuál siempre hacía gala. Todo se había tornado oscuro a su alrededor y sin pensarlo caminó hasta la cocina. Cogió las pastillas sin mirar siquiera cuántas caían en su mano y se las tomó sin agua. Las sintió caer por su garganta pesadamente y después entrar en su organismo con el paso de los minutos.
Después de eso, sintió que todo era un poco mejor. Todo tenía un poco más de color al menos.

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