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Ese día se había levantado con nervios. ¿Cómo no estar nervioso cuando te ibas a escapar con un chico al que hacía unos días que conocía y el cuál se había convertido en su hermano? Respiró hondo y se preparó. Se vistió, metió su ropa en su enorme mochila y cogió el dinero que siempre guardaba para la universidad, o para alguna ocasión especial. Se lo llevó todo por si acaso y se encargó de guardarlo en diferentes bolsillos, compartimentos y lugares para que si le robaban algo, solo pudiese llevarse poco de lo que había traído. Hacía eso siempre que se iba de viaje. Cogió su móvil y le mandó un mensaje a Jungkook que le respondió de inmediato, indicándole que ya estaba esperándole en el metro. Se peinó y cogió su mochila con cuidado de no hacer ruido, no quería hacerle esperar demasiado.
Andó sin hacer ruido por su casa y salió de la misma forma. Habían quedado muy muy pronto, más pronto de lo que solía la gente levantarse para ir a trabajar normalmente, para que nadie (ni siquiera los vecinos) sospechasen de nada.
Corrió con la mochila a cuestas hasta que llegó a la estación. No es que estuviera especialmente cerca, pero no necesitaba usar transporte para llegar, además la carrera le sentó bien para cansar un poco a su cuerpo nervioso y emocionado.
Cuando bajó las escaleras para adentrarse en el subterráneo fue cuando vio a Jungkook, mirando su móvil concentrado y de vez en cuando levantando la mirada para buscarle entre la multitud. Le hizo gracia la cara de niño perdido que tenía y se acercó a él más rápido.
—¡Buenos días! —le saludó cuando ya estuvo a su lado. La mochila de Jungkook podía decirse que era incluso más grande que la suya y por supuesto estaba muchísimo más llena. Se sintió cohibido por lo que estaban a punto de hacer.
—Buenos días. —le devolvió el saludo. —¿Has descansado?
—¡No! —le respondió igual de animado. —Estaba demasiado nervioso como para dormir.
—Yo también. —y ambos sonrieron ante las ojeras que presentaban. Ya llevaba dos noches sin dormir como debía y notaba el cansancio en su cuerpo. Esperaba que en algún momento alcanzaría su máximo y se dormiría hasta de pie, pero sabía que eso en aquél momento no iba a ocurrir, estaba demasiado nervioso como para dormir.
—¿Al final conseguiste el dinero? ¿Te lo dio tu madre? —vio como Jungkook empezaba a sonreír de forma tenebrosa y se asustó. Sacó de su bolsillo una tarjeta de crédito que se la enseñó con esa cara aún en su rostro. —¿Qué has hecho? —le preguntó sin entender.
—No la he preguntado si me daba dinero o no. Lo he cogido sin más. —la boca de Tae se abrió de la impresión.
—¡Jungkook eso es robar!
—No si es tu propio dinero. —no supo cómo continuar la conversación por que no se le ocurrían formas de rebatir lo que acababa de decir, así que se calló y suspiró.
—Vamos a recargar las tarjetas. —anunció Jungkook.
—¿Ya han abierto las máquinas?
Jungkook asintió y ambos andaron hacia las máquinas que sacaban billetes. Habían estado pensando en comprar billetes por internet, pero al final decidieron recargar sus tarjetas y subirse a varios trenes hasta llegar a su destino. Les salía más barato.
Cuando se hubieron recargado sus tarjetas de metro con veinte viajes cada una, decidieron que primero gastarían una y después la otra, así si en algún momento se acababa una, tendrían la otra para continuar.
Consultaron sus móviles para ver la ruta y los trenes que cogerían. Por si las moscas, Tae cogió un mapa del metro y esperaron a que llegase su tren.
Suspiró nervioso.
—¿Estás bien? —le preguntó Jungkook mientras le observaba de reojo. Él le miró también y asintió.
—Es que nunca había hecho esto.
—Ya, yo tampoco. Pero es emocionante. —le respondió animado mirando hacia las vías.
—Espero que nos ayude a despejarnos. —murmuró un poco para sí mismo, aunque no sabía exactamente de qué tenía que despejarse Jungkookie.
—Seguro que sí. Ya verás como todo nos sale de perlas. —le convenció, claro que le convenció, cómo no convencerle con esa cara de seguridad y ese brillo en sus ojos.
Se quedaron en silencio hasta que llegó el tren, éste estaba prácticamente vacío y encontraron sitio para sentarse al momento.
Tae se puso a juguetear con las cremalleras de su mochila y después miró a Jungkook que estaba a punto de cerrar los ojos.
—Kookie. —le llamó para que le prestase atención. —¿De qué necesitas despejarte?
La pregunta pareció incomodarle. Se recolocó y desvió su mirada.
—De Jimin, de lo que ha ocurrido, ya sabes. —replicó no muy convencido.
—Eres un buen amigo, pero no sé. —le dijo pensativo. —Me resulta extraño.
Jungkook parecía tenso a su lado y le devolvió la mirada.
—Necesito descansar un poco, Tae. Todos los días la misma rutina, y además los problemas que tenemos ahora. No sé, necesito alejarme un poco de todo eso. —le dijo sinceramente y Tae le creyó. Probablemente su rutina no fuese nada sencilla y le entendió perfectamente. Había ratos que él también sentía que ya no quería seguir con lo que hacía, necesitaba que le sacasen de esa rutina que era cada día más aburrida y más pesada de llevar. Tal vez Jungkookie tenía otros problemas y no se sentía lo suficientemente seguro como para contárselos, pero esperaba que en ese caso cogiesen la suficiente confianza en ese viaje como para poder confiar lo suficiente para contarse todo.
Jungkook parecía incómodo así que sacó de uno de los bolsillos de su abrigo unos cascos y los enchufó a su móvil. Tae curioso como siempre le cogió uno de los cascos y se lo puso. De inmediato reconoció de quién se trataba.
—¿Es J-Dragon?
—Sí. —afirmó Jungkook mientras se sentía algo invadido. Tae lo notó y se apartó un poco de él, pero solo lo suficiente para que el casco no se le cayese. —Me encanta. —le dijo en un susurro mientras devolvía la vista al frente. Tae sonrió ante lo que le dijo y no habló más.
Empezó a sentir sueño, el pequeño balanceo del tren era enigmático, tranquilo y perezoso. Se apoyó en el hombro de Jungkook sin preguntarle y cerró los ojos. La música acallaba los demás sonidos y sólo quedaban el movimiento constante del tren, la música que entraba por uno de sus oídos y el caliente hombro de Jungkook que le reconfortó todo el tiempo. Consiguió dormir un poco hasta que tuvieron que bajarse y coger el siguiente tren.
Habían calculado que llegarían en dos días a la playa y mientras viajaban debían buscar un lugar donde dormir. Se subieron al siguiente tren y esta vez no encontraron un sitio libre. Ya había llegado la hora punta y se notaba, entonces fue cuando su móvil empezó a sonar descontrolado.

The Way We Became StarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora