XII

12 1 0
                                    

Cuando llegó a su casa le mandó un mensaje a todos sus amigos con una pequeña foto de la letra de la canción que le había quitado a Jin, convenientemente tapando el número de teléfono de aquél Runch no sé qué. No le importaba demasiado aquél número, ya que podía haberlo anotado Jin o el otro chico. Podía ser incluso el número de alguna de sus abuelas. De cualquier forma no iba a arriesgarse y llamar.
Se metió en la cama y sonrió.
Mañana sería un gran día. Mañana tenía su primera clase de música real.

Por fin se habían acabado las clases. Ése día le había pedido a su madre que le hiciese la comida para que se la llevase y comiera allí. Así no daría tantas vueltas.
Se quedó en la cafetería y allí sus amigos se despidieron de él con una sonrisa, y él de igual forma y con la boca llena les dijo adiós. Siguió a lo suyo un rato hasta que casi era la hora de ir a la clase de música. Cuando se levantó para recoger sus cosas tranquilamente y estaba por entrar de nuevo al edificio y dirigirse a la clase algo captó su atención. Alguien había gritado demasiado, ¿alguien estaba discutiendo? ¿Quién?
Se acercó con cuidado hasta que descubrió de dónde venían las voces. Delante de él se encontraba un chico, más o menos de su edad y otro un poco mayor. El mayor le estaba gritando al pequeño y le estaba empujando contra la pared cada vez que le insultaba. El pequeño parecía darle igual ya que llevaba los cascos puestos y parecía que los golpes y empujones no le afectasen. Realmente daba miedo la cara de completa calma que tenía, ya que el mayor no le estaba dando los buenos días precisamente. Se quedó parado y estático ante la escena. ¿Qué debía hacer? El pequeño no necesitaba ayuda, pero ¿quién sabía? El mayor podría enfadarse más.
Y no se equivocó.
El mayor se enfadó más, hasta tal punto que le arrancó los cascos al pequeño haciéndole daño. Entonces ya no pudo evitarlo y salió de su escondite. Andó decidido hasta los dos chicos, confiado en que podría arreglar el problema sin llegar demasiado lejos. Si tenía que armarse de valor y pegar algún que otro puñetazo lo haría.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó el mayor. Se había colocado entre ambos y estaba mirando amenazante al chico que tenía en frente. Debía hacerle sentir inferior de alguna forma, así perdería toda la confianza idiota que tenía en el cuerpo.
—¿Qué estás haciendo tú? ¿Qué ha hecho para que le trates así? —le preguntó refiriéndose al chico que estaba detrás de él, completamente desconcertado.
—No ha hecho nada. Es solo que su cara me estaba pidiendo un puñetazo. A ver si se la arreglo. Déjame ver, y así los dos nos podremos reír.
—No. —respondió decidido.
—¿Cómo has dicho? ¿Me has dado una orden?
—Sí. —le dijo convencido de nuevo.
Fue la respuesta más estúpida de su vida.
Un puñetazo se encontró con su cara y por inercia cayó al suelo. No es que hiciese mucho ejercicio y tampoco llevaba bien el uno contra uno, así que acabó en lo suelo, tapándose la cara y sin poder mirar al mayor que le había hecho tanto daño. Dolía mucho. Al menos ya sabría como actuar ante un puñetazo en alguna serie. Sonrió ante su estúpido pensamiento. ¡Dolía muchísimo! Le había dado justo en el ojo y no podía abrirlo. Eso le asustó muchísimo y no quería quitarse la mano de él ya que tenía terror de que si la quitaba algo peor sucedería.
Cuando se levantó ligeramente para mirar lo que había ocurrido con los otros dos, su ojo se abrió en sobremanera (el que podía abrir, claro). En el suelo vapuleado estaba el chico que acababa de darle un puñetazo y el otro se estaba acercando a él para ayudarle. Le miró con miedo. Estaba asustado de la situación en general. Jamás le habían golpeado, y no sabía hasta ese momento lo que era. Cuando el chico le ofreció una mano para que se levantase éste se quedó quieto, no quería ni respirar. ¿Cómo había sido capaz de tumbar, de pegar a ese chico que era el doble que él? Era un monstruo.
—Soy Park Jimin. —le dijo mientras se sentaba a su lado. El mayor cuando recobró la compostura y vio a el ahora Park Jimin salió corriendo despavorido.
Tae se hizo una pequeña bola en el suelo y se alejó de él un poco.
—No te voy a hacer daño. Me has intentado ayudar. —eso le relajó un poco. No quería creerle. —Verás, voy a artes marciales y es precisamente por lo que has visto. No me dejan en paz. —suspiró mientras miraba su cara medio tapada. Levantó una mano e intentó apartar las suyas. Se alejó aún más. —Por favor, déjame ver. Te has llevado un buen golpe.
—Me he dado cuenta.
—Pero has visto que no hacía falta. —le respondió de una forma tranquila. Parecía que pretendía animarle, pero obviamente lo único que había hecho había sido hundirle más. —Bueno, de todas formas, gracias. Eres la primera persona que ha salido en mi ayuda. —eso animó un poco el orgullo dañado de Taehyung y se quitó lentamente la mano de la cara. El mencionado Park Jimin le miró unos segundos e hizo un ruido con sus labios, asustando a Tae ya que no parecía buena señal.
—Te va a salir un buen moratón. —le dijo con una media sonrisa. —Ven, vamos a por un poco de hielo, así te dolerá un poco menos. 
Asintió y se levantó. Después le siguió, y volvió a taparse el ojo herido.
Fueron a la cafetería y le dieron una bolsita de un solo uso de un líquido azul helado. Se lo puso en la cara sin responder a los cocineros sobre lo que había ocurrido y se sentó en el patio. Hacía fresco pero le daba igual, necesitaba que algo le distrajese del dolor agudo del ojo. Al menos había conseguido abrirlo ligeramente. No se había quedado ciego como había pensado hacía unos segundos.
Park Jimin se sentó a su lado.
—Gracias de nuevo. —le dijo con sinceridad.
—No sé porqué no estabas haciendo nada. —el chico le miró de reojo, no entendía. —Te estaba insultando, gritando en la cara barbaridades y te ha dado igual. Hasta que no ha sacado los puños no has reaccionado.
El chico suspiró y miró su mochila de deporte.
—Verás, no es la primera vez que algún idiota viene a molestarme. Y ya realmente no me hacen daño sus palabras. Mientras no me hagan algún daño físico que días después me vaya a afectar no me importa. —Tae asintió ante sus palabras.
—Debiste de pasarlo muy mal. Al principio, digo. —le soltó sin ningún tapujo. El otro se sorprendió ante su confianza, pero sonrió con tristeza y le respondió:
—Fue duro, no te lo voy a negar. Pero me he hecho fuerte con el tiempo. Ahora nadie puede hacerme daño. O al menos no físicamente.
Una sonrisa se formó en el rostro cada vez más hinchado de Tae. Después le miró fijamente y le dijo:
—Entonces es mejor tenerte como amigo. Soy Kim Taehyung. —le dijo felizmente.
—Un placer Taehyung.
—Llámame Tae.
—Claro. Tú puedes llamarme Jimin.
Ambos sonrieron y se quedaron hablando.
Ambos también se olvidaron de sus clases.

The Way We Became StarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora