XXXVI

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Abrió los ojos con dificultad, el sol le dio de lleno y eso le provocó un dolor agudo en la cabeza. Gruñó ligeramente y se frotó los ojos que aquel día parecía que no querían trabajar. Se incorporó y descubrió que estaba en su cama, tumbado, cansado y con una resaca de tres pares de narices. Se tocó la frente intentado apaciguar ese pequeño demonio que le daba puñetazos sin cesar, no sirvió de nada. Esperó que sus compañeros de piso tuviesen una aspirina, pero estaba seguro de que sí. Esos gilipolllas se pasaban el día borrachos. Se sentó en su cama y miró la caja de cigarrillos que descansaba en su mesilla de noche, sabía perfectamente que no era tabaco y también sabía que no fumaba, así que decidió ignorarlos y no pensar en la razón de porqué se encontraban allí.
Cuando se fue a sentar sintió que su cuerpo estaba flojo, no había comido casi nada el día anterior, simplemente lo que había comprado Namjoon en esa tienda de paso y unas cuantas cervezas. Tal vez se había pasado, pero es que estaban en oferta, o eso era lo que su mente recordaba pues a partir de ahí lo demás se había borrado por completo. Esperaba no haber tratado a Jimin muy borracho, si quería verlo tan desesperadamente habría sido por algo importante.
Al notar que su cuerpo no quería levantarse se observó un momento. Lo único que llevaba puesto eran sus vaqueros rotos de siempre. No entendía porqué razón no llevaba ninguna camiseta puesta pues en aquél piso hacía muchísimo frío. Suspiró, se habría emborracho un muchito y habría perdido un poco la cabeza.
De repente empezó a sonar su alarma para despertarle e ir a clases y cuando fue a a apagarla notó algo en su espalda. Parecía ser una mano, helada al contacto y pequeña. Podría decirse que hasta delicada. Se puso tenso de inmediato. Esperaba que no hubiese malgastado su dinero en una prostituta barata. ¡No estaba en condiciones de gastar su dinero en algo tan inútil! Apagó la alarma algo nervioso y se dio la vuelta para encarar a la persona que le estaba tocando. Se tranquilizó, (algo que no debía haber hecho) al ver al pequeño Jimin descansado en una postura nada cómoda. Respiró hondo y se tranquilizó, al menos no era una prostituta barata. Le observó unos segundos fijamente, intentando recordar cómo le había conseguido llevar a casa y meterle en su cama, pero no había forma, su memoria tampoco tenía ganas de trabajar.
La sorpresa de su visitante le desperezó y se levantó para buscar una pastilla. Seguía sin averiguar por qué coño estaba en su cama durmiendo plácidamente un menor, y de repente su mente creó una situación nada apta para menores. Alcohol, cama, poca ropa. Parecía evidente, ¿no?
Rezó a todos los dioses que conocía y que no por que esa situación que se estaba creando en su mente no fuese real. En serio empezaría a creer en algún dios si le prometían que aquello no había ocurrido.
Cuando encontró la pastilla, se la tomó y volvió a la habitación. No tenía ganas de ir a clase y si dejaba a Jimin solo sus compañeros le acosarían y le harían beber y fumar y no podía permitir que le pasasen más cosas. Se sentó en la cama y miró la hora en su despertador, eran las diez de la mañana y su primera clase empezaba a las doce. Sabía que ya no llegaría porque no se había empezado a preparar, pero le daba igual. Un día libre podía tenerlo cualquiera. Se levantó de muevo y fue a buscar lo teléfono fijo. Cuando lo encontró lo cogió, y éste que normalmente estaba sin línea, aquél día tuvo la suerte de que sí funcionaba. Llamó a la universidad e informó que había tenido que atender un asunto importantísimo y que ese día iba a faltar, no hicieron muchas preguntas y le informaron de que no se preocupara, que podía faltar algunas clases sin tener que avisar. Colgó el teléfono y cuando regresó a la habitación se encontró a Jimin sentado sobre la cama, con medio cuerpo fuera del edredón y medio cuerpo dentro. Llevaba su camiseta de dormir y eso explicaba su falta de ropa. Tenía el pelo salvaje de haber dormido a gusto y eso no hizo más que asustarle por momentos.
-Buenos días. -anunció con voz ronca mientras se frotaba los ojos.
Yoongi pareció regresar de su ensimismamiento y le miró.
-Buenos días. -le respondió algo atrasado. -¿Cómo...-quiso preguntarle cómo había llegado allí pero no se atrevió. -...has dormido?
-Muy bien. -dijo mientras se estiraba. Parecía haber perdido toda la timidez que le caracterizaba y parecía que fuese incluso su propia cama.
-Ya...-le dijo intentando sacar el tema a flote. -¿Cómo has...?
-Sabía que no te acordarías. -le dijo entre risas. Parecía que le hacía gracia su situación, pero él no veía la gracia. -Ayer por la noche te tomaste unas cuentas cervezas de más. -empezó a explicarle. -Y cuando ya no podías ni sostenerte en pie fue cuando el bar cerró. Así que decidí ayudarte a volver a casa, de todas formas mi intención no era volver a la mía pronto. -una sonrisa adornaba el rostro recién despertado de Jimin.
-Vale, me ayudaste...-esperó a que su mente rehiciese el recuerdo, pero nada, estaba en blanco.
-Sí y aunque me costó te traje aquí. Y tus amigos nos dieron hierbas y cosas para fumar y devolvernos la energía. No probamos nada al final. -le aclaró ante la ligera alteración en su expresión. Jamás se perdonaría a sí mismo si dejase a Jimin tomar esa mierda. -Después nos quedamos charlando un rato y me empezó a dar sueño. Me diste tu camiseta para dormir y te metiste conmigo en la cama sin rechistar.
Suspiró aliviado.
-Menos mal. -le dijo, ya más calmado. Se maldijo a sí mismo por mal pensar de una forma tan basta, no había pasado nada, solo había venido un amigo a pasar la noche, ahí estaba todo.
-¿Qué pensabas que había pasado?-le preguntó inocentemente.
-Pues mucho alcohol, poca ropa y una cama cerca...
-¡Yoongi! Tú no serías capaz de hacer eso. ¡Al menos no conmigo! -le gritó fuertemente desde la cama. Se le había olvidado por un momento que era pequeño pero matón.
-Lo sé, he pensado lo peor. -respondió riéndose mientras Jimin empezaba una guerra de almohadas. Los dos se quedaron riéndose y jugando toda la mañana, hasta que Jimin comprobó su móvil.
-Mi madre me ha llamado ocho veces. -le informó mientras hacían un pequeño descanso de almohadas. El chico estaba fuerte, le vapuleaba en todas las rondas, pero tenía que admitir que hacía tiempo que no se lo pasaba así de bien, hacía tiempo que no reía como un loco o hacía tonterías de niño. Se sintió tan bien en aquel momento, como si su hermano hubiese vuelto a su lado.
-Se preocupa por ti al menos.
-¿Por ti no se preocupan?
Negó repetidas veces.
-Estoy aquí por que no les gusta mi pasión por la música. -le dijo calmadamente y dejando la almohada en su sitio. Se había acabado sentando al lado de Jimin en la cama y estaban uno frente al otro.
-¿Te echaron?
-Sí. -Jimin se tapó la boca con una mano de la impresión. Yoongi sabía que no quería creérselo.
-Qué malos padres, y yo me quejaba de los míos. -se quejó mirando su cojín. Yoongi se encogió de hombros y se levantó para buscar su canción. Cuando empezó a rebuscar en su mochila tuvo un mal presentimiento al sentir el frío metal.
-¿Todavía la tienes? -le preguntó Jimin con la voz quebrada.
-Sí. -le respondió decidido. -No puedo deshacerme de ella sin más. No es como tirar algo y ya está. -Jimin asintió. -Ya veré cómo lo hago, pero de momento me la quedaré.
Hubo un silencio de repente que le caló los huesos, podía sentirlo en sus poros, en su piel, en todo su cuerpo, Jimin no estaba de acuerdo.
-No aprietes el gatillo nunca, bajo ninguna circunstancia.
Hubo otra dolorosa pausa en la que decidió encarar los ojos de Jimin, que se habían vuelto fríos y oscuros, pero firmes.
-No lo haré si no es necesario.
-¡No! Yoongi, bajo ninguna circunstancia. Prométemelo. -le ordenó.
-De acuerdo. Lo prometo: no dispararé.

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