XXVIII

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Había perdido de nuevo.
Hacía tantas cosas y no era bueno en ninguna. Obviamente su familia no le había venido a ver perder como siempre. Se fue corriendo a los vestuarios porque ya no podía aguantar más la mirada de Jungkook y Tae. No habría soportado la de Namjoon, Jin, Hoseok y Yoongi. Estaba seguro que se habría ido corriendo antes de la entrega de premios si se hubiesen encontrado allí ellos. Por suerte solo se habían quedado ellos dos.
Una vez que entró en los vestuarios, sacó de la taquilla su bolsa pesada de deporte y empezó a guardar su material. Esperaba siempre a que todos los demás se duchasen para después entrar él y hacerlo solo.
Esperó un largo rato y se despidió de todos sus compañeros hasta que por fin se quedó solo. Se metió en las duchas con velocidad en sus pasos. Se desvistió con calma y tembloroso por el frío del lugar y entró en las duchas. Se había quedado completamente solo y la verdad es que lo necesitaba. Encendió la ducha y sintió como el agua helada caía por su blanca piel, sobre sus agarrotados músculos y sobre sus muñecas. Éstas habían empezado a arder después de salir del vagón de Jin. Se limpió el cuerpo con jabón y con muchas prisas. Después se lavó el pelo de igual forma.
Y después observó sus muñecas, hacía un tiempo que lo había dejado de hacer. No porque se encontrase mejor, sino porque realmente no había encontrado el modo de hacerlo por falta de tiempo. Sacó de su bolsa de deporte unos alfileres que tenía para que si le quedaba muy grande una equipación pudiese ajustarsela a su medida. Después de que su familia se hubiese enterado de lo que hacía le habían mantenido metido en una especie de burbuja aislada de cosas cortantes y puntiagudas. Pero de eso ya había pasado un tiempo y como todo el mundo, habían olvidado lo que le pasó hace unos años. Después de su gran desastre en la esperada actuación de Navidad fue cuando comenzó a cortarse. Su familia se acabó dando cuenta por los estúpidos trajes que le hacían ponerse en la academia de baile que le descubrían los brazos completamente. Desde ese entonces las cosas habían cambiado. Pero habían vuelto a lo mismo y él no encontraba otra escapatoria.
No quería volver a luchar contra nadie en esgrima, no quería pelearse con nadie en el instituto y no quería cantar para nadie por que sabía que jamás lo haría lo suficientemente bien. Estaba harto de no llegar nunca, de quedarse siempre en las puertas y de siempre ser el segundo, el que perdía. Se sentó en el suelo de las duchas y con la respiración agitada empezó a abrir un río de sangre en su muñeca izquierda. Dolía, claro que dolía y esa era la idea principal. Que doliese hasta que le hiciese olvidar otros dolores peores. Se abrió un poco más, si seguía apretando podría morir desangrado, pero, ¿qué más daba? Se abrió otro río en la piel. Las gotas caían a sus pies, mezclándose con la claridad del agua que caía incesante sobre su cabeza. Ardía, ardía como si fuese fuego cuando las gotas de la ducha tocaban su piel ahora cubierta de rojo.
Empezó a sollozar, porque lo que hacía era horrible y lo peor era que lo sabía. Era plenamente consciente de que tenía un problema, uno serio, pero a nadie le importaba lo suficiente. A nadie se le había ocurrido la idea de brindarle compañía o de preguntarle como estaba. Entonces se le vino a la mente Yoongi. Realmente no eran tan distintos después de todo. Aquella noche cuando se lo encontró por accidente y estuvieron hablando en el bar se dio cuenta que era probable que sufriese sus mismos problemas. Precisamente por la similitud que tenía con él fue la razón por la que se enfadó tanto y le negó todo lo que decía. Alguien podría haberle dicho lo mismo a él, pero nadie lo había hecho. Alguien podría haberle dicho que era talentoso y le querían, pero no lo habían hecho. Yoongi se le parecía mucho, pero él admitía el lado negativo y parecía que no tenía ganas de vivir. En cambio él quería vivir pero no de aquella manera.
Y su única salida era haciendo eso.
La vista se le empezó a nublar ligeramente. Se había pasado un poco tal vez.
Cerró los ojos.
De repente los volvió a abrir ante un zarandeo continúo de sus hombros. Delante de él se encontraba una persona que le estaba moviendo insistentemente. No conseguía identificarla del todo por que no había recuperado del todo la vista pero no importó. La persona le levantó le limpió la sangre de sus muñecas y pudo intuir que le vio las demás cicatrices de las anteriores veces. Después cerró la ducha le envolvió en una toalla caliente y le cogió en brazos. Casi no podía caminar por el mareo. Le sentó en uno de los bancos y vio cómo cogía su mochila de deporte. Se puso a buscar algo dentro de ésta desesperadamente.
Una vez que lo encontró lo tiró a la basura de inmediato. Jimin pudo intuir que era algo brillante. Después sintió como le tapaban un poco más con la toalla y cómo le secaban el pelo con otra. Después notó como cogían sus muñecas y les echaban algo que hizo que sus heridas escocieran como si fuesen el infierno. Después notó como las vendaban cuidadosamente.
Al rato perdió el conocimiento.

Al despertar por segunda vez se encontró con la cara de felicidad de Tae que le abrazó de inmediato. Miró a su alrededor y entonces descubrió lo que había pasado. Se cubrió más con la toalla y miró a Tae con los ojos muy abiertos. Éste parecía a punto de llorar.
—¡Menos mal que estás bien! —le volvió a abrazar. —¡Me has dado un susto! —se separó de él y le dio la bolsa de deporte, después se alejó un poco del banco y se dio la vuelta.
—¿No te p-podrías ir? —le preguntó mientras temblaba.
—Si de verdad piensas que te voy a dejar solo es que te has vuelto loco. —respondió Tae dado la vuelta. Jimin sonrió sarcásticamente, pues era muy probable que ya estuviese loco. Apreció en sobremanera que se quedase con él.
—¿Ya? —preguntó después de un rato. —Sí. —le dijo Jimin sentándose de nuevo en el banco. Tae se dio la vuelta y al verle vestido corrió hacia él y le abrazó. Jimin le correspondió el abrazo y Tae al sentir sus manitas tocar su espalda rompió a llorar.
—¿Por-porqué? Jimin s-soy tu a-amigo. —intentó decir mientras se ahogaba con sus propias lágrimas. Jimin comenzó a llorar en sus brazos, pues era doloroso ver a una persona como Tae sufrir por su culpa.
—Siempre, si-siempre pierdo, T-Tae. N-no he ganado ni una vez. —le soltó mientras sus lágrimas caían sin control alguno. —N-nunca soy suficiente.
Tae le apartó con cuidado de sus brazos para que le mirase a los ojos.
—Jimin, eres increíble. —le contestó. —Nunca he conocido a alguien tan amable, tan adorable, tan tú. —hizo una pausa para quitarle las lágrimas. —Tú eres increíble y eso es suficiente para mí. Y para Jungkook, y para los demás. Todos te quieren por cómo eres y eso es suficiente.
Una sonrisa asomó sus labios después de escuchar a Tae decir aquello y supo que era lo que necesitaba.
Empezar a ser aceptado enteramente fue un paso que tuvo que dar para continuar.

The Way We Became StarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora