XXVII

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Después de charlar un poco con Tae sobre cómo ayudarían a Jimin se despidió de él y quedaron en que al día siguiente irían de nuevo al vagón de Jin para visitar y ver cómo iban progresando.
Cogió el tren que lo llevaba a su casa y no tardó mucho en llegar.
Agarró sus llaves y abrió la puerta de su casa.
—Ya estoy aquí. —gritó y dejó las llaves en el mueble antes de caminar dentro de la casa. Se quitó el abrigo y la bufanda que llevaba y buscó a su madre. Era tarde y debía de haber llegado hacía un rato. Suspiró cuando se dio cuenta de que estaba limpiando el baño con los cascos puestos. Se acercó a ella y le tocó el hombro, ella se asustó pero cuando le vio le sonrió y le saludó. Él hizo lo mismo y salió del baño. No tardó en encerrarse en su cuarto y ponerse música. Le sorprendía que todavía no estuviese la cena, pero tampoco le importaba mucho. Se quedó un rato intercambiando mensajes con Tae que parecía que aún no había llegado a casa. De repente éste le dijo que había vuelto al instituto a buscar a Jimin.
«no ha salido todavía?»
«he preguntado y todo el mundo dice que todavía está en las duchas»
«que raro»
«lo sé. Espero que esté bien, mañana te cuento»
«vale»
«hasta mañana kookie»
«hasta mañana»
Sonrió cuando vio el apodo que me había puesto Tae. En verdad le caía bien ese chico y se enfadó consigo mismo un poco por haberlo juzgado mal en un principio.
Hizo los deberes del día anterior y cuando los acabó se puso a jugar.
De repente llamaron a la puerta.
—Jungkook, vamos a cenar. —le dijo su madre, ahora sin cascos.
—Vale, ya voy. —respondió mientras dejaba sus juegos y salía de su cuarto a oscuras. Se dirigió a la cocina y se sentó en la mesa. Su madre le colocó la comida y éste empezó con comer con ganas. Ella le observó un rato hasta que cogió aire y dijo:
—Te he apuntado a una escuela de baile. —le soltó. En ese momento Jungkook estaba bebiendo agua y estuvo a punto de escupir la en la cara.
—Mamá yo no bailo. —le dijo cortantemente.
—Ya, pero los cantantes profesionales sí. —respondió segura de sí misma.
—¿Qué te hace pensar que yo quiero ser un cantante profesional?
—Amas la música.
—Mentira. —le debatió de inmediato. Los ojos de su madre se agrandaron por la sorpresa.
—¿Qué dices?
—Amaba la música. Últimamente ya no tanto. —le soltó a lo que su madre continuó con su expresión, patidifusa. —Estás mintiendo. —le respondió mirándole fijamente. Al no descubrir nada en su mirada continuó comiendo. —De todas formas es una escuela fantástica y darás clases por la tarde.
—Tengo de canto. —le dijo como si ella no lo supiese.
—Lo sé, pero ahora serán dos horas y tres días a la semana en vez de todos los días. E irás a la escuela los otros tres días de la semana dos horas también. —sus ojos se agrandaron al escuchar aquello. Debía de estar soñando. ¿Iba a pasar menos tiempo con él? ¡Fantástico! Que le apuntase a cualquier escuela, lo que quisiera su madre con tal de no volver a ver a ese hombre jamás. —Tendrás que ir los sábados, pero no creo que eso sea un problema. —sonrió ante la expresión de su hijo que aparentaba ser de esperanza y energía renovada. Y es que en aquél momento Jungkook podría estar bailando break dance en el mismísimo suelo de la cocina.
Se levantó después de comer y recogió la cocina junto con su madre, ninguno de los dos volvió a decir nada más.
—Creo que podré organizarme bien con el horario. —le dijo cuando ya se iba a ir a su cuarto.
—Sí y mañana me gustaría...
—Mañana he quedado. —la cortó.
—Tienes que presentarme a ese amigo tuyo que te hace llegar a casa tarde siempre. —Jungkook asintió y cuando estaba por irse su madre le dijo:
—Mañana quería que fueses a ver la academia. Es enorme y no me gustaría que llegases el primer día y te perdieses por allí.
—Mañana es domingo. No estará abierta. —se quejó.
—No importa, pagaré para que la abran para ti.
—¡No, no! —me dijo algo alertado. —No hagas eso. Te he dicho que mañana he quedado, voy a ir a explorar ninguna academia. —su madre sonrió y le miró. A Jungkook le pareció una mirada extraña, casi cómplice, como si hubiese hecho algo indebido y le hubiese pillado con las manos en la masa.
—¿Ese amigo tuyo no será amiguita? —preguntó mientras entrecerraba los ojos ligeramente.
Él la miró unos segundos y sonrió cansado.
—No, es amigo. Es un chico.
—Ah, que lo has comprobado.
—¡Deja de decir estupideces! —y con eso se encerró en ma habitación de nuevo.
Ahora tendría menos tiempo para estar con los chicos, pero a la vez tendría menos tiempo para estar con aquél hombre. No sabía si saltar de alegría o sentirse la persona más amargada del mundo.

The Way We Became StarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora