VIII

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Se despertó en un hospital. ¡Un hospital! ¿Qué coño hacía allí? ¿Se había intentado suicidar al fin? No, no recordaba nada de eso. Esas cosas estaba seguro que las recordaría si hubiesen ocurrido. Pero no era el caso.
Llevaba un brazo vendado desde el hombro hasta la muñeca y no recordaba muy bien porqué. Solo se encontraba dolorido y muy débil. Estaba seguro que no había desayunado, de eso sí que estaba seguro. Respiró hondo y se quitó la vía. No tenía tiempo para idioteces, tenía que salir de aquél lugar lo antes posible e irse a la universidad. Espera, ¿qué hora era? Salió al pasillo y no tardaron nada en devolverle a la habitación y colocarle de nuevo la vía. La enfermera que lo cuidó fue demasiado buena con él a su parecer.
—¿Qué ha ocurrido?
—Acaban de colocarte unos puntos por una herida abierta que tenías en el brazo. Si hubiese sido más profunda te habría llegado al bíceps y te habrías tenido que someter a una operación más complicada. —suspiró ante aquello. Menos mal que dentro de lo malo, no había sido tan malo.
Se miró el brazo y después el tubo que conectaba su cuerpo con aquél asqueroso líquido.
—¿Era necesario ponerme una vía? Pensaba que esa clase de cosas se hacían con un poco de anestesia y listo. —la enfermera asintió.
—Tu cuerpo está muy débil. ¿No has estado comiendo bien éstos días? —Yoongi miró hacia otro lado. No quería que esa mujer se metiese tanto en su vida personal, no quería que nadie se metiese en su vida realmente.
Al notar la falta de respuesta por su parte la enfermera continuó hablando.
—Bueno, te hemos hecho también un pequeño trasplante de sangre ya que cuando llegaste habías perdido muchísima sangre y además estabas inconsciente. —respiró hondo mientras miraba la cara de sorpresa del muchacho. —La vía simplemente es para meterte los nutrientes necesarios para que no te desmayes y puedas estar consciente. —asintió ante la mujer y después se miró el brazo largo tiempo.
Debía haber sido aquel chico. Al que le pegó un puñetazo. Echó la cabeza hacia atrás sobre la blanca almohada. Estaba derrotado, cansado y aquella droga que le estaban administrando en vena se notaba. Podría quedarse allí todo el maldito día. Pero tenía cosas que hacer, y una de ellas era poner una enorme cruz en el barrio de aquella panda de raperos. Si había conseguido escapar vivo de ellos había sido por pura suerte, aunque no sabía exactamente como había llegado al hospital. Pensó un rato y se relajó al darse cuenta que probablemente habría sido alguien anónimo de la calle que le vio caerse al suelo. El mundo no estaba tan en la mierda después de todo.
Se quedó hasta que fue por la tarde. Para ese entonces había estado dormitando, escuchando música en su discman y pensando en todas las cosas que tendría que hacer cuando saliese de allí. Había faltado a clases, y a su trabajo ya era imposible que fuese a llegar a tiempo. Respiró hondo, solo esperaba que su familia no se enterase de nada. Si su hermano supiese lo que había sucedido no podría mirarlo a los ojos de nuevo. Era cierto que no era la primera vez que le amenazaban con una navaja, ni tampoco había sido la primera vez que habían querido sus letras, pero sí había sido la primera vez que había salido mal amparado de una batalla de gallos. Dolía. Dolía no poder firmar sus canciones, sus rimas. Dolía que cualquier descerebrado pudiese rapear sus letras y hacerlas pasar por las suyas tan fácilmente, pero es que no tenía otra forma de vivir, de ganar algún dinerillo extra para comida o transporte. Esos pequeños beneficios que obtenía por lo que amaba (ya que la gente contra la que solía enfrentarse y quien le escuchaba no era gente con mucho dinero) al fin y al cabo le ayudaban a aguantar un día más, a seguir un poco más.
Un doctor le visitó ya entrada la tarde, sonrió cuando vio que el color había vuelto a su rostro y le dio el alta de inmediato. Él, apesadumbrado cogió sus cosas y se dirigió a la salida. Tenía que continuar con su vida.
Una vez que cruzó las puertas se dirigió de nuevo a su rutina. Lo primero que hizo fue dirigirse a su trabajo, esperaba que no le despidiesen, aunque con la suerte que tenía no debía ser muy optimista.
Cogió el tren que le dejaba en la puerta de su trabajo y cuando llegó y explicó lo sucedido el jefe le dio dinero extra y le dijo que descansase unos días hasta que ese brazo estuviese bien de nuevo. Se quedó sorprendido ante la forma en que sus compañeros le trataron, todos le dieron golpes en la espalda y se despidieron de él deseándole que se mejorase. Otros le preguntaron como estaba y él cohibido por su curiosidad les respondió que había sido un accidente idiota. Todos asintieron y no le hicieron más, preguntas, después le dejaron marchar sin retrasarle más. La verdad es que no entendía ese comportamiento. No hablaba ni trataba con nadie de allí pero parecía que les caía bien. Supuso que hacer turnos extra tanto los suyos como los de la mayoría de compañeros tenía sus beneficios.
Corrió para coger el autobús y cuando bajó ya era de noche. Buscó por las calles a su grupo o alguno de sus integrantes, pero nada. No encontró a ninguno. Se decidió por volver a casa y descansar un poco. Era cierto que ma herida le tiraba y no podía hacer movimientos bruscos con su brazo, pero lo peor de todo es que la tía picaba como un demonio. Buscó entre sus cosas su discman mientras tarareaba una vieja canción que solía escuchar su hermano. De repente cuando quiso coger su última canción que todavía no había terminado de corregir se dio cuenta que allí no se encontraba.
—¡Joder! —gritó a la oscuridad de la calle. No era la primera vez que pasaba por lugares así de tenebrosos, pero no había problema mientras nadie te quisiese muerto. Había estado pendiente de no cruzarse por el barrio del anterior día, sabía que le estarían buscando, pero jamás se imaginó lo que apareció ante sus ojos. Una pistola le apuntaba directamente y por instinto, antes de mirar los ojos oscuros del muchacho que la sujetaba soltó su mochila, que cayó con un ruido sordo y levantó las manos lentamente.
—¡Tú! ¡Eres tú! Llevo buscándote desde ayer, maldito hijo de puta! —se quedó estático en el sitio. No podía moverse, y además el dolor punzante de su brazo le hacía saber que aquello era real que no estaba soñando.
Y, después de eso, apareció aquél chico, ese chico que le salvó la vida y espantó a aquel idiota.
—Dame la pistola. —le exigió de inmediato.
Jimin sonrió y se encogió de hombros.
—No voy a hacer nada con ella. No te preocupes. —la miró un poco por encima y volvió a sonreír. —Además es de mentira. —y sin más dilación apuntó al suelo un poco más alejado de ellos y apretó el gatillo.
Al momento un sonido espantoso retumbó en toda la calle. El retroceso de la pistola hizo que saliese disparada de las manos del chico y le diera en el pecho, haciendo que se encogiera. Yoongi se agachó para saber si estaba bien, cuando de repente escuchó los gritos de la gente en la calle principal.
No era de mentira la maldita pistola.
La cogió del suelo y la metió en su mochila, después agarró del brazo a aquél chico y tiró de él. Ambos corrieron por las calles, de noche, sin ver prácticamente nada, hasta que encontró una esquina perfecta para esconderse.
El chico se quedó a su lado respirando de forma entrecortada al igual que él.
Después se fue cayendo lentamente al suelo y cuando llegó empezó a sollozar. Era una pistola, una de verdad, y parecía que acababa de darse cuenta.
Se agachó hasta donde estaba y le apartó las manos de los ojos llorosos.
—Oye, tranquilo, ya está.
—Era, era de verdad...—se quitó las lágrimas que no dejaban de caer a toda velocidad. —Podría haberte hecho mucho daño si, si...
Yoongi le miró largo rato. ¿Porqué le había salvado?
—No tenías que haberte metido en mis problemas. —le soltó sin cuidado mientras se sentaba a su lado y abría su mochila. Debía darle las gracias con algo.
El otro chico se tranquilizó cuando vio que la pistola se la iba a quedar él. Se fue tranquilizando a medida que le miraba atento a sus movimientos y cuando su respiración se hubo tranquilizado le tendió unas cuantas hojas de papel. Le miró con los ojos rojos y asustado cogió los folios.
—¿Qué es esto?
—Mi forma de darte las gracias por ayudarme. —miró un rato la expresión del rostro de Jimin al leer su canción. —La última parte la he perdido, pero creo que está bien así. Hasta el momento es lo mejor que he compuesto.
—¿Compones música? —le preguntó aún sorprendido.
Él asintió. Los ojos de Jimin brillaron y empezaron a danzar por sus letras. Él no podía evitar mirar su cara de niño impresionado. Se sentía genial que alguien así admirase su trabajo. Era la primera canción mezclada con rap que componía y estaba orgulloso con el resultado.
Cuando desvió la mirada y se dispuso a recoger todas las cosas que había sacado de su mochila escuchó como el pequeño chico que se encontraba a su lado entonaba el estribillo de su canción. Lo más impresionante es que llegaba a todas las notas y además su voz era realmente especial. Se movió para encararle y cuando sus ojos se encontraron Jimin se calló. Debía de tener una cara de idiota porque de repente este parecía un poco asustado con su mirada.
—Tienes una voz muy bonita.
—¿Yo? No. —dijo riéndose y levantándose. —Yo bailo, no canto.
Y con eso, se guardó los folios y se fue sin más.
Yoongi no podía haberse quedado más alucinado, impresionado, no había palabra para describir su cara, pero lo que sí podía describir era una cosa: necesitaba que aquél chico cantase sus canciones.

The Way We Became StarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora