LXIX

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A la mañana siguiente no quiso levantarse.
Tampoco encontró fuerzas necesarias para ello. Aún así, su padre le despertó con un grito y le ordenó que se preparase para sus clases de baile. Él sin rechistar se levantó, se preparó su mochila de deporte y entró en el baño. Todo parecía ir como siempre hasta que se miró su reflejo. Allí estaba su rostro, el de siempre, solo que ahora más triste, con más ojeras y un enorme moratón que le cubría la mejilla izquierda. Estaba tan hinchado que su ojo se cerraba ligeramente. Se lo intentó tocar pero sintió una gran punzada de dolor. Así que decidió no tocarse la cara aquel día. Buscó entre las cremas de su madre algún anti-inflamatorio, pero no encontró nada que le sirviera. Suspiró cansado por el gran viaje que había hecho el día anterior y porque no había comido nada desde ayer. Buscó unas pastillas las cuales ponía que eran anti-inflamatorias y se tomó una de un tirón, sin agua y sin perder tiempo. Salió del baño y se dirigió a la cocina donde se encontraban ya sentados su madre y su padre. Debería haber llegado a la cocina con una enorme sonrisa y haber saludado a sus padres felizmente, pero no era esa su realidad. Se sentó recto en frente de su padre y al lado de su madre y empezó a comer sin decir nada. Sabía que ese día no iría a clases, por supuesto que lo sabía, pero por si las moscas su padre se encargó de preguntarle sobre el instituto. Él con la boca llena de tostada solo pudo asentir sin mirarle, confirmando que todo iba bien. Su padre suspiró enfadado y le dirigió una intensa mirada. Él no levantó la cabeza de su plato ya que no quería observar esos ojos de fuego pero él con un grito le obligó a hacerlo.
—¡Jungkook sabes que odio cuando me hablas sin mirarme a los ojos! —intentó esconder un poco su cabeza entre sus brazos y levantó la mirada despacio. Una vez que sus miradas chocaron su padre gruñó. Su madre se mantuvo quieta y sin decir nada en su sitio mientras comía. En un lugar oculto de su cabeza alguien le gritaba a esa mujer que le ayudase, que le mirase, que dijese algo, que parase ese infierno. Pero acalló a esa voz y se hizo a la idea que probablemente ellos habían hablado de aquello antes de que se levantase, y estaba más que seguro que ella estaba de acuerdo con esa regañina mañanera.
—¡Vas a perderte toda una semana de clases por esta estúpida escapada! ¡Debes ser el mejor si quieres llegar lejos hijo! —le gritó mientras se le saltaban algunos trozos de comida de la boca. Jungkook intentó aguantar su mirada pero le costaba, le costaba los mil demonios.
—Lo sé, yo...—cogió aire y miró su comida, al momento se dio cuenta de que debía mirarle a los ojos y devolvió su vista a su padre. —Quería un pequeño descanso. No he parado últimamente con las clases de canto y el instituto y yo...
—¡Esa no es excusa! —gritó irritado. —¿Además quién es ese con el que te fuiste? ¿Dónde le conociste? Si dices que has estado muy ocupado con las clases ¿cómo es que te ha dado tiempo para quedar con ese idiota y hacerte su amigo?
Eso colmó el vaso.
Soportaba que le insultase.
Soportaba que le llamase inútil.
Soportaba su atenta mirada y sus gritos.
Pero lo que no iba a soportar era que se metiese con su amigo. No, esa línea sí que no le iba a dejar cruzarla.
—¿Tú qué vas a saber? —le gritó enfadado. —¡Estás siempre trabajando y fuera de casa! ¡Tampoco te importa las personas con las que me veo o me dejo de ver! ¡No te importa una mierda lo que hago!
Su padre le miró con el ceño más fruncido que la anterior noche. Respiró hondo y se levantó.
—¡Jungkook! ¿Adónde vas?
—A hacer lo único que os gusta que haga. —cogió su mochila y andó hacia la puerta. La abrió con fuerza y sin despedirse la cruzó y la cerró. —Trabajar...
Se fue a la estación de metro más cercana y con prisas se dirigió hacia el centro. Después, cuando llegó con los pensamientos un poco más claros, cogió el folleto que su madre le había dado de la academia y buscó la calle en la que se encontraba. No tardó demasiado en dar con ella. Entró sin saber muy bien adónde se dirigía y preguntó a la primera persona con la que se encontró. También preguntó por un tal J-Hope. Esperaba que fuese el nombre artístico de su profesor pues era muy extraño. Las personas a las que preguntó le ayudaron mediante indicaciones y al final después de un gran rato consiguió llegar a la sala enorme de baile. Nada más entrar se encontró a Hoseok con la música a todo volumen bailando uno de sus mejores actuaciones callejeras que había visto jamás. Entró algo cohibido y se acercó hasta donde se encontraba el chico dándolo todo en sus pasos y movimientos. Sonrió por lo fantástico que era y de repente paró de golpe. La música continuó pero el cuerpo de Hoseok se quedó quieto. Notó como suspiraba como si estuviese cansado o como si no hubiese conseguido un paso que quería. Se le acercó para animarlo y hablar con él.
—¿Hola? —al final su saludo había sonado a pregunta, desde luego siempre clavaba sus relaciones sociales. También debía de tener en cuenta de que era su ídolo en lo que a baile callejero respecta y todavía sentía nervios al dirigirse a él. Tampoco es que lo hubiese hecho en muchas ocasiones anteriores pero por algo se empezaba.
—Ah, hola Jungkook. —respondió con la voz queda. Parecía que no estuviese donde estaba, parecía que tenía la cabeza en otro lado ya que después de saludarle se agachó y se tapó la cara con las manos, apretando sus ojos ligeramente. Notó también que tenía una enormes ojeras debajo de lo que habían sido sus brillantes y alegres ojos. Parecía que estaba en las mismas condiciones pésimas que él. Se le acercó y se agachó hasta tenerlo en frente.
—¿Sabes quién es J-Hope? Me han inscrito en esta academia y estoy algo perdido. Ya de por sí me ha costado mucho llegar hasta la sala de baile principal. —intentó hablar con él de la forma que mejor sabía, pero finalmente acabó sonando nervioso y tal vez habló demasiado bajo. Se maldijo a sí mismo por no ser lo suficientemente profesional como para poder preguntarle sobre algo tan simple como eso.
La cara cansada de Hoseok salió de entre sus manos y rodillas y le miró con una sonrisa forzada pero para nada irritada. Parecía que estaba haciendo lo posible por tratarle bien a pesar de que parecía estar agotado. Jungkook apreció el gesto y le devolvió una tímida sonrisa.
—Soy yo. Yo soy tu profesor.
Sus ojos se ensancharon y su boca se abrió formando a su vez una enorme sonrisa. Estuvo por una vez feliz con su madre pues no habría podido elegir mejor profesor de baile. Miró al techo y después miró hacia su mochila de deporte haciéndose a la idea de que aquello no era un sueño. Después volvió a mirar el rostro agotado de Hoseok y le dirigió una enorme sonrisa de felicidad que se contagió de inmediato.
Al parecer las clases de baile no iban a ser tan malas.

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