Cartas al Amor Stony.

Heridas.

Dedicado a Fany Danian Lorenzo

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—¡Romanoff abre la puta puerta!

—¡Estás en un hospital, baja la voz Stark!. 

Luego de que se fueran los demás, Nat literalmente le encerró en la habitación del anciano.

—¿Sabes que puedo volar esa puerta no?.

—Intenta nada más, Strange usó su magia en la habitación!. —Golpeó la puerta irritado. Maldito Gandalf de cuarta tenía que ser!

No pudo mirarlo. Sin poder evitarlo, recordó aquel día.

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Habían peleado. Demasiado.

Steve, para que él trabajara en equipo.

Él, queriendo hacer las cosas por si sólo.

Ingresaron fácilmente en la base de Hydra. Eran numerosos, pero no eran nada contra los vengadores.

—Yo me encargo de él y de sacar a los nuestros.

—¡Espera, no vayas tú sólo!

—Solo es uno anciano, yo me encargo.

—¡Tony!.

Ignoró al rubio e ingresó en la base. Era pan comido.

Además tenía una deuda que saldar.

Alguien a quién acabar.

O eso pensó.

Al dar con el sujeto el lugar se vino a bajo, con rapidez logró sacar a los pocos prisioneros que encontró.

La explosión le mandó lejos. Sus sentidos quedaron algo aturdidos, pero habían salido a tiempo.

Su comunicador tenía interferencia.

Se reagrupó con el resto del equipo aún adolorido.

—¡Tony! ¡¿Dónde esta Steve?!.

—Con ustedes.

—¡No pudiste no verlo, fue justo detrás de ti!

No lo pensaron dos veces. Corrieron todos en su búsqueda.

Stark hizo un rápido sondeo del lugar, era un completo desastre, la tormenta de nieve, los enemigos, confundidos aún en pie.

Los escombros y cuerpos regados por todos lados.

Hydra se hundió, asegurándose de arrastrar a todos consigo.

Con cada minuto pasado, el temor por encontrar el cuerpo sin vida del rubio le desgarraba el alma.

Hasta que encontró un punto de calor.

—¡Steve!.

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Agotado, tomó asiento a su lado.

Un sólo vistazo y se le desgarró el corazón.

Si tan sólo hubiera escuchado, nada de esto hubiera pasado.

Supuso que aquello era su maldición. 

Primero fueron sus padres.

Luego Pepper y Rhodey.

Todo indicaba que sin importar la ocasión, todos los que amaba terminaban muriendo por su culpa.

Había intentado no aferrarse a nada ni nadie.

Pero con Steve no había podido evitarlo.

Y había sido el siguiente.