Cartas al Amor Stony.

¿Goloso?

💜 Dedicado a Lizeth Alvarez 💜

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Tony Stark era un genio en cada materia, campo y evento producido, creado e inventado por el hombre.

A donde fuera, todos le elogiaban por su grandiosa mente.

Todos menos una persona.

Ese imbécil de Steve Rogers se atrevió a insultarlo, a él en serio?!

Diciéndole "come libros" , "ratón de biblioteca" y cuánta mamada insulsa se le ocurrió.

Oh, pagaría por eso.

Encontró el momento perfecto para su venganza.

En una de sus fiestas, el rubio se emborrachó como si no hubiera un mañana.

Le pagó a los chicos del equipo de fútbol que le dejarán "descansar" en su cuarto.

¡Si claro, lo menos que haría sería eso!.

El tonto despertó cuando le tenía desnudo y amarrado en su cama.

Le vio entre asustado y avergonzado.

—Descuida Rogers. —Le sonrió con malicia. —Hoy te enseñaré que tu culo tiene dueño.

—¡¿Qué crees que haces con— ¡Argh!.

Dio una buena ronda de sus juguetes sexuales.

Toda la noche jugó de lo lindo con su cuerpo.

Le incitó, volvió loco entre el tormentoso mar del placer y el dolor.

Utilizó los dildos para enloquecerle. Marcó y besó cada parte de su cuerpo, con látigos, con cera caliente y con su boca.

Cada centímetro de su piel rogaba, temblaba por su toque, exigiéndole  que no se detuviera.

Y él, tan caritativo como siempre le cumplió.

Le hizo gritar y gemir su nombre perdido en el placer durante toda la noche.

¡Uf! Que delicioso era cogerse a un hetero virgen.

Después de eso, no le vio durante casi una semana.

El rubio le citó luego de clases en el gimnasio.

—¿Qué quieres, venganza por tu virginidad?. —Soltó una carcajada. —Ya se fue Rogers, debes superarlo como hombre.

El rubio avanzó hasta él y le acorraló contra la pared. Abrió sus ojos sorprendido al sentir como le besaba.

—No puedo. —Dijo contra su boca. —¡Mierda Stark, mi cuerpo no puede olvidar lo que le hiciste!

Sonrió y acarició su rostro. Steve se frotó contra su mano.

El rubio gimió cuando su otra mano, se deslizó por su retaguardia y frotó la linea de su pantalón que dividía su trasero. El rojo invadió su rostro.

—¿Quieres mi pene no es cierto?. —Delineó su boca con su dedo, luego  le introdujo. Sonrió al sentir como le succionaba. —No traje lubricantes, así que si lo quieres, usarás tu boca.

Abrió su bragueta.

Notó como sus ojos azules se oscurecían de placer, Rogers se arrodilló y engulló su pene con hambre.

Gruñó con deleite sujetando su cabeza.

¿Quién pensaría que el chico Rogers le gustaría tanto el sexo anal?

Había caído en manos adecuadas, el le enseñaría todo el placer que había en entregar el control a alguien más.

Le tomó del brazo y le acostó en la colchoneta.

A la mierda, le cogería primero, era su culpa por provocarlo de esa manera.

Y por como le respondió, supo que había encontrado a su pasivo perfecto.