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Es una AU raruna que se me ha ocurrido, en mi mente tiene más partes, en vuestras manos esta que las escriba o me las guarde para mi.

Eran las tantas de la madrugada, no era el mejor sitio, menos aún la mejor hora para andar cojeando a toda la velocidad que le era posible.

No se consideraba del ejército rebelde, tampoco del galra, sino no tendría que huir de sus soldados.
No pagar los impuestos era un delito.
Pero pagarlos supondría morir de hambre.

Su familia era grande, tenían que comer todos, por eso vivían ocultos, y él junto a sus hermanos mayores, se encargaban de protegerlos.

Ahora estaba solo y en un buen lío, una de las balas dio en su pierna robótica, y estaba jodido.

Corría como podía por las calles empedradas, pisando los charcos que había formado la lluvia fina horas atrás, mientras lo inundaba el olor a humo de las antorchas.

Nada de tecnología, nada de electricidad, el pueblo no tenia poder, hasta su propia pierna era ilegal.

El corazón le iba a mil por hora, no veía ninguna salida, hasta que de golpe giro por un callejón y desapareció.

No lo hizo a posta, tuvieron que ponerle una mano en la boca para que no gritase.

-Sssh, tranquilo, estás a salvo,_era una voz varonil y amable, muy amable, estaban en una especie de pasillo subterráneo.

El eco les dejaba escuchar los gritos y pasos desesperados de los guardias, los cuales seguían dando vueltas y buscándolo.

La luz era poca, pero la suficiente como para ver el símbolo del ejército rebelde que portaba el extraño.

-E-Esto.., ¿vas a matarme o algo?,_pregunto con un hilo de voz y los ojos aguados, corrían rumores muy oscuros del ejército rebelde, no hay que culparlo tampoco.

Shiro rió, joder, si que se tomaban enserio los rumores, se quitó la capucha, dejándose ver con claridad, un chico apuesto, algo mayor que él, con una cicatriz en la cara y un característico mechón blanco.

-Enserio, no le hagáis caso a las leyendas, soy Shiro, comandante del ejército rebelde, y por lo que veo tienes problemas, ¿te han dado?,_le preguntó, y él cubanito asintió, con el miedo aún en sus venas,_en la prótesis.

Se presentaron, tuvieron una charla corta que pasó a amigable, Shiro le ayudaba a pasar por los distintos recovecos de ese lugar.

Olía a barro, a humedad, a pólvora y a gritos ahogados, ahí dentro se escondía la gente, se moría la gente, ese lugar era recorrido por los rebeldes.

Los rebeldes que iban a salvarlos.
Los rebeldes a los que el pueblo apoyaba con su silencio.

-Ya casi estamos, ¿vas bien?,_le preguntó, ofreciéndole la mano para saltar, que esa pierna jodida suya era un problema.

-Si, si, gracias,_le respondió con una sonrisa.

Un par de toques a una puerta y listo, se abrió de golpe, dejando ver a una chica mucho menor que el, con el pelo corto y alborotado.

-Llegas tarde y con compañía, a Adam le va a encantar,_dijo con cierta malicia y perspicacia, consiguiendo un sonrojo del mayor.

Klance one-shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora