CAPITULO 47: LA DULCE ESPERA

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Aquel mediodía me vi saliendo del salón. Habíaconcluido mi parcial de Sociología del Lenguaje.Había estudiado durante tres íntegras semanasjunto a Rocío, como siempre. Solía expresarmede mejor manera en un examen oral. Pero locierto era que una evaluación escrita guardabamenos nervios. Caminé con dificultad hacia lacafetería donde mis amigos esperaban por mí. Mimente seguía sumergida en los distintos autorescon sus teorías. Repasé mentalmente cadarespuesta corroborándola con el libro de cátedra.Me sentía sofocada. Necesitaba liberar mi mentepor un momento. ¡Sí que era extenuante rendir unparcial! 

Entré dentro de la cafetería e identifiquémi lugar. Peter, Rocío, Bella, Benjamín, Luli yFelipe rodeaban una misma mesa.

 -¡¿Y?!- me preguntó Bella provocando que todosvolteasen sus ojos a mí.

 -Y... supongo que bien... respondí todo- dijeponiendo mis manos sobre los hombros de Rochi.

 -¿Ustedes?-Yo creo que también... tengo ciertas dudas conla pregunta número cuatro- dijo Benja.

 -Yo estoy igual- agregó Luli. Benjamín y Lucianaya habían comenzado una especie de affaire. Selos veía bastante bien. 

-¿Y vos?- le pregunté a Felipe al tiempo que mesentaba junto a Peter. Sentí como éste rechinósus dientes. Desde su regreso no se encaprichóen excluir a Feli del grupo, pero sentía su enojo ynerviosismo cada vez que Felipe me hablaba o yoa él. 

-No se La... me quedaron dos preguntas sinresponder... no pude estudiar mucho.

 Se abrió un gran debate acerca de lo que cadauno contestó. Está demás decir que Rocío y Peterse sentían muy seguros de su rendimiento.Alrededor de la una del mediodía con Peterfuimos a almorzar a una confitería ubicada a trescuadras de la universidad. Era una esquinavidriada repleta de gente, repleta de estudiantes.Entramos dentro y el olor a queso gratinado seimpregnó en mi nariz. Pedimos una mesa para doslo más alejada posible de la puerta de entrada.Como todo caballero, Peter me arrimó la silla.Amaba aquellos detalles que lo volvían másperfecto que de costumbre. Ordené una ensaladavariada y colorida, bien abundante, con aguaminera. Él, milanesa con papas españolas ygaseosa.

 -Amor...- dije al tiempo que masticaba la comida. 

-¿Si?- dijo alzando la vista. 

-Viste que... que Felipe... nos invitó a sucumple... 

-No, Lali- me interrumpió con severidad. 

-Hagamos un trato... 

-No- dijo con voz fuerte sin escuchar mipropuesta. 

-Ni siquiera sabes que quiero proponerte- mequejé. 

-No hace falta, lo imagino- dijo con ojos deenfado. –Y mi respuesta es no- pronunció con elceño fruncido. Me di por vencida y seguícomiendo como si nada, con la mirada baja. –Note enojes... sólo te pido que me entiendas- dijotomándome la mano por encima de la mesa. –Ponete en mi lugar sólo un momento.

 -Tenes razón... perdoname- dije con un nudo enla garganta.

-Felipe no va a dejar de respirar porque nosausentemos en su día. 

-Justamente por eso... está solo... sólo estarájunto a sus papás y su amigo... debe ser feosentirse así... solo... acordate de Rochi hacecuatro años atrás...o... vos mismo. 

-Es diferente y lo sabes- me respondió tajante. 

-Difiero... la soledad se siente de igual manerapara todos. 

-Sabes a que me refiero, Lali... no me hagasesto.

 -No te hago nada- me defendí. –Ni siquiera medejas hablar... vivís diciendo que debemosbasarnos en la confianza y... no confias en mi dije con un dejo de dolor. 

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