Aquella noche de miércoles cenaba en la isla de la cocina con mamá y papá. Las cenas eran
mucho más dinámicas. Supongo que la ausencia de mis hermanos nos llevaba a aquello. Se les extrañaba de verdad. Papá contaba las anécdotas del día a día, mamá sobre los contratos multimillonarios que cerraba Pato, y yo... yo me había transformado en una persona mucho más desenvuelta. Era la única hija que seguía viviendo junto a ellos, de modo que se interesaban en mi vida más de lo habitual y los límites que siempre impuse respecto a aquello se fueron desvaneciendo. Entendí que mamá sería mi eterna compañera, y papá la luz de mis ojos.El sonoro timbre interrumpió el esquema familiar. No esperábamos visitas. Oí a mamá hablar con alguien en la puerta.
-Vale... ¿qué haces acá?- le pregunté sorprendida. Llevaba un pequeño bolso.
-Hola... buenas noches... Lali... necesito hablar con vos... ¿tenes un momento?- dijo con voz
temblorosa.
-Sí, veni...- dije dirigiéndome a mi habitación.
Entramos dentro y nos sentamos sobre la cama. Automáticamente Valeria comenzó a sollozar y yo me vi allí estática, sin saber que hacer ni decir.-Vale... ¿qué tenes?- le pregunté al tiempo que le quitaba las manos de su cara.
-Esto Lali... yo... perdoname que vine sin llamar... es sólo que... me fui de casa- dijo y rompió en llanto.
-¿Cómo que te fuiste de tu casa Vale? ¿Qué pasó?
¿Y Nahuel?- pregunté con atropello.
-Peleamos... peleamos muy fuerte y... me enojé mucho... armé un bolso y me fui... yo...
perdoname pero... no tenía donde ir... supuse que Nahuel llamaría a Peter... no quería hacer de mi pelea una gigantesca bola de nieve...
-No te disculpes Vale, vos podes venir a mi casa cuando quieras- dije sonriendo y ella intentó imitarme. –Pero... contame que pasó...
FLASH BACK
-¿Podes explicarme que tenes?- dije molesta. -Nada Valeria, no tengo nada- dijo sin despegar su vista del televisor. Me incorporé de su lado y sólo apreté el botón del aparato. La pantalla se volvió negra en una milésima de segundos.
- ¡¿Qué haces?!- me gritó.
-Apago el televisor- dije obvia y cruzada de brazos.
-Podes encenderlo.
-¡No!- le grité. –Me vas a hablar... quiero saber que es lo que te pasa...
-¿Queres saber que es lo que me pasa?- yo asentí. -¡Vos me pasas!- me gritó una vez más. –
Me ahogas Valeria, me asfixias... me controlas a cada momento, por cada paso que doy o por cada palabra que pronuncio... no necesito de una segunda mamá ¿sabes?- dijo y noté la ironía en su voz. –Estoy... cansado... siempre peleamos, todo el tiempo discutimos... basta que llegue de buen humor del Conservatorio para que vos armes un caos dentro de mí... vivís enfadada con el planeta... y yo sólo quiero tranquilidad.
-¿No hubiese sido más fácil hablar las cosas y no tomar tu postura de niño de cuatro años?- dije irónica.
-¡No! Sos imposible... últimamente no podemos conversar sin gritar, sin pelear... vivís alterada Valeria... y yo... yo me harté... de tus gritos, de tus planteos, de tus desplantes, de tu estudio, de tu trabajo, de vos... me harté de todo- gritó y su rostro se había vuelto colorado como la sangre. Sólo pude llorar, en silencio. Entré dentro de la habitación y comencé a armar el bolso. Deseé que fuese allí a pedirme disculpas, pero no, él y su bendito orgullo. Crucé el pequeño comedor y Nahuel seguía sentado de la misma forma en la que me había gritado momentos atrás. Abrí la puerta y quedé de pie, no se por qué motivo.