CAPITULO 71:HASTA QUE LA MUERTE NOS SEPARE

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Si el día anterior había despertado llena de nervios, ésta madrugada directamente no había dormido. Me revolvía entre las sábanas al tiempo que intentaba evitar un ataque de ansiedad. Imaginaba el mismo instante en que caminaría por la alfombra roja hacia Peter. Inevitablemente se me erizaba la piel y mis labios se ensanchaban evidenciando la sonrisa más tarada de todas. El reloj marcaba las nueve de la mañana cuando, por fin, decidí levantarme para ocupar mi mente y dejar de volar. Me vi en el cuarto de baño frente al espejo y sentía como la felicidad era palpable. Legalmente, Peter y yo ya éramos marido y mujer. Pero la transición de la unión católica suponía mayores nervios. No es que fuésemos dos fervientes cristianos, al contrario, acordamos la ceremonia por iglesia para cumplir un gusto de nuestras familias.

-¡¡AYYYYYYYYYYYYYY!!- y aquella era Candela con su gritito, que entraban a mi habitación.

-¡¿Dónde estás Lali?!- y aquella era Mery.

-Acá- esbocé abriendo la puerta del baño.

-¡¡AYYYYYYYYYYYYYY!!- y gritaron al unísono Candela, María y Rocío.

-¡Te casas, te casas, te casas!- canturreó Cande.

-Ya me casé, amiga- dije largando una risita divertida.

-¡No importa! ¡Te volves a casar!- y me abrazo con ímpetu. Reímos al chocarnos con su panza.

Sus cinco meses de embarazo le sentaban genial.Tadeo, sin dudas, sería mi hijo del corazón.

-¡Dejame abrazarla a mí!- le gritó Mery al tiempo que me separaba de los brazos de Candela.

Volvimos a reír al ver al pequeño Rodrigo aferrado a las kilométricas piernas de mi amiga de pelo batido.

-¿No hay un besito para la tía?- dije poniéndome a su altura. Rodri sonrió y me rodeó el cuello con sus pequeños bracitos. Lo levanté por los aires y le llené la cara de besos. A la vez, Lautaro, en brazos de su mamá, agitaba los bracitos alegremente.

-¡Che! ¡Que mi hijo se pone celoso!- exclamó Rocío divertida.

-Ay mi cachetón bonito, lindo, precioso, de la tía y de nadie más- dije con voz de tarada al tiempo que aupaba a Lauti.

-Permiso- dijo mamá asomándose por la puerta de la habitación. –Tenes teléfono, hija- y me dio el inalámbrico. Al mismo tiempo jugueteaba con Rodrigo, quien reía sin cesar.

-¿Hola?

-¿Cómo está mi mujer?- y morí de amor al oírlo.Era tan dulce.

-¡Hola, mi amor!- dije contenta. Y mis amigas junto a mamá sonrieron ampliamente ante mi entusiasmo matutino.

-Que bueno es saber que no estás de mal humor eh...

-Tarado...- dije largando una risita divertida. - ¿Cómo estás?

-Bien, un poco nervioso... ¿vos?- y su voz era temblorosa.

-¡Ey Juan Pedro!- gritó Candela. -¿Qué es esto de hablar con la novia? ¡Nada de eso!... Hasta la noche, nada de nada- y así, sin más, cortó el teléfono. Le eché una mirada asesina y ella puso cara de perro mojado. Instantáneamente mi celular anunció la llegada de un nuevo mensaje.

Mensaje de texto de "Mi chinito"

Decile a Candela que cuando la vea voy a acabar con su vida. Supongo que no dejarán que hablemos hasta la noche, ni modo. Te espero en el altar, no me falles. Te amo nenita.

Y tanto Rochi, Mery, Cande, y mamá, como yo morimos de amor ante aquél mensaje, que lo único que hacía era empalagar más y más a mi corazón, como desde hacía ocho años.

AMORES PERROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora