Me desperté sobresaltado. Prendí el velador einstantáneamente cerré los ojos. Me dolía lacabeza. El despertador marcaba las tres de latarde.
La noche anterior había ido a bailar junto aLali y sus amigos y amigas. Lo cierto es queseguía extrañando vivir en Bahía. Extrañaba a migente. Sin embargo, los amigos de Lali merecibieron con los brazos abiertos. Cuando seenteraron que nos habíamos puesto de noviostuve que tolerar una conversación sólo dehombres, la cual aseguraba mi muerte instantáneaen caso que la lastimase.Ingresé a la ducha con pasos torpes. El agua fríame despabilaba.
Llamé a Lali pero no atendió, locual me extrañó. Me cambié y me dirigí alalmacén más cercano. Mi heladera siemprepermanecía vacía. Al cabo de media hora yaestaba almorzando. Unas milanesas con ensaladahabían sido lo más práctico para cocinar.
Metumbé en el sillón a ver un partido de rugby. Lospumas vs. Los All Blacks. Seguí llamando a Lali,pero seguía sin contestarme. Hacía ya dos mesesque salíamos. La quería tanto. Sentía que estaba apocos pasos de cruzar la línea que divide el "tequiero" del "te amo". Ella era toda una muñeca.Dulce. Cariñosa. Linda. Frágil. La trataba consumo cuidado, como si se fuera a romper de unmomento para el otro.
Le envié un mensaje a Rocío preguntándole siestaba con ella, a lo que me respondió que no.Seguí esperando, aunque mi preocupación seacrecentaba. Esperé. Esperé. Y esperé. La llaméalrededor de seis o siete veces. Nunca meatendió. Salí de mi casa y me subí al Clio. Manejéa velocidad.
-Hola Peter- me saludó Ana. Ella era la única quesabía que con Lali habíamos formalizado.
-Ana... ¿Cómo va?- dije con educación mientrasme hacía pasar.
-Bien, estudiando un poco, ¿vos?
-También... ¿tu hermana está?- pregunté.
-Sí, está en el jardín, pasá.Crucé el living y luego la cocina para atravesar elventanal de vidrio que separa el jardín. Caminélargos pasos y la vi bajo la galería. Sentada enuna silla con Pablo a su lado. Se estabanabrazando. Apreté los puños para impedircualquier reacción estúpida. Ella no notó mipresencia. Pablo sí. Se separó de los brazos deLali y ella se volteó hacia mí.
-Hola mi amor- dijo ella mientras caminaba endirección a donde estaba yo. Pablo me saludó conla mano.
-Hola- dije con el ceño fruncido.
-¡Que sorpresa!-¿Si? ¿Te sorprende que venga a verte?- dijo yahistérico.
-¿Qué pasa?- me preguntó cuando notó que corrími cara impidiendo que me besara.
-Te llamé un montón de veces Mariana.
-¿Mariana?
-Sí, Mariana. ¿Me podes explicar por qué motivono me atendiste? ¿Estabas muy ocupada, no?-dije ya sumamente enojado y reventando decelos.
-Tengo el celular arriba, en mi cuarto.
-Te estoy llamando desde las tres de la tarde...son las seis y media.
-Y yo te estoy diciendo que dejé el celulararriba... no lo escuché. ¿Me podes decir que tepasa?- dijo alejándose unos cuantos pasos.
-Pasa que te llamé un montón de veces, vengohasta acá porque estaba preocupado y encima te sorprende mi llegada, ¿te parece poco?- dijealzando el tono de voz.
-¡A mi no me grites! Te dije tres veces ya quedejé el celular en mi habitación. Estoy acá conPablo y no lo escuché. Me olvidé de ir a buscarlo.
-Bueno, listo. Disculpame si te interrumpí.Cuando estés disponible avisame. ¡Ah! Y despuésdecime en que momento puedo venir a tu casapara no causar ninguna sorpresa.