CAPITULO 58:TAN ALEGRE EL CORAZON

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Era el primer fin de semana de Agosto. Habíamos retomado la facultad. Era nuestro último cuatrimestre de toda la carrera. Cursábamos cinco materias, más dos idiomas. Dialectología hispanoamericana, Lingüística Diacrónica, Teoría Léxica, Lógica superior y Didáctica Especial. Italiano y Alemán. No habíamos optado por inglés dado a que los tres habíamos concurrido a colegios bilingües, de modo que debíamos aprovechar la oportunidad para aprender otros idiomas. El fin de cursar idiomas era instrumental, es decir, buena parte de la bibliografía filosófica estaba hecha en idioma extranjero.

Peter seguía trabajando en la editora, ya no era quien hacía fe de erratas, sino el secretario de uno de los socios. Tenía trabajos más dinámicos y eso le gustaba. Con Rocío habíamos comenzado el curso para el profesorado en universidades. Sabíamos que la enseñanza era lo nuestro. Yo seguía dando mis clases de inglés, en busca de algún trabajo que tuviese que ver con mi carrera. Rochi había conseguido un trabajo en una pequeña empresa que se encargaba de la traducción y revisión técnica de obras especializadas. Había un puesto libre para mí, pero no era muy de mi agrado aquel trabajo.

Nico ya se había recibido de profesor de Educación Física y trabajaba como auxiliar en el primario del Rockland. Durante las vacaciones de verano y de invierno trabajaba en una colonia. El resto de nuestros amigos seguían con sus estudios. Éste año también concluirían, a más tardar, el año próximo.

Ya me había mudado a la habitación de Ana. Candela había hecho un trabajo impecable. Finalmente las paredes fueron blancas. La del frente tenía dos mariposas gigantes en cada esquina de color jade y una hilera desordena de estrellas violetas que las unían marcando sus vuelos. La pared del balcón estaba llena de estrellas verdes, azules y violetas. El closet lo habíamos pintado de un lila pastel. Era una habitación soñada.

-Te estoy haciendo la merienda- dijo mamá al verme bajar las escaleras.

-¿Qué tenes vos? ¿Por qué tanto preparativo?-pregunté abrazándola por detrás.

-Nada... ¿no puedo, acaso, mimar a mi hija?- dijo poniéndole miel a mi té de vainilla.

-Claro que podes... ¿sufrís el síndrome de madre que vio a sus hijos volar?- dije jocosa.

-Algo de eso hay- me admitió. –El tiempo pasa a una velocidad extraordinaria... Pato se fue de casa, se casó... construyó su propia familia ya-dijo al tiempo que me entregaba la tostada untada con manteca y jalea. –Ana se independizó por completo... y vos... estás tan grande, Lali- dijo suspirando.

-Lástima que de estatura sigo igual- dije comiendo. Ella se echó a reír.

-Sos toda una mujer, hija... parece ayer cuando los tres correteaban por el jardín en pañales... y ahora... ya están armando su propio camino.

-Es cierto... a mi también me cuesta no ver a Pato y a Ana tan seguido... extraño sus gritos, sus peleas... los extraño mucho.

-Y yo... ni te lo imaginas.

-Ya mami, no estés mal- dije frotándole una mano.

-Claro que no... no es tristeza... es la vida hija... veo como se me escurre entre las manos... yo se que ellos... y vos... son felices... y eso a mí, como madre, me basta... no pido nada más... pero bueno... es inevitable ¿no?

-Sí, supongo que sí... c' est la vie- dije divertida y ella volvió a reír.

-¿Hoy viene Peter?

-Sí, pero más tarde... Dani y Agus nos invitaron a cenar- dije acabando con mi te. –Lo adoptaste como a un hijo ya- dije riendo.

-Sí- rió. –Supongo que la ausencia de tus hermanos me lleva a eso... aunque Peter es un buen chico... lo quiero- dijo y morí de amor.

-Él también te quiere- la tranquilicé.

AMORES PERROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora