CAPITULO 80:ESCAPADA

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Las vacaciones de invierno se habían hecho presentes. Durante tres semanas no trabajaría, dado al cierre de la universidad para los alumnos. Satisfactoriamente todos mis alumnos de Letras habían aprobado la materia. Unos cuantos de Filosofía no se había presentado, otro tanto había aprobado felizmente, y también estaba el grupo de los "bochados". Sí, los bochados... porque ellos estudian, y los profesores nos reunimos la noche anterior para diagramar la táctica que mejor resulte para que a todos y cada uno de ellos le figure un 2 en su libreta.

Durante dos semanas Peter se la pasó dentro de la oficina. Aquella Capacitación ya había roto mi paciencia. Todo en su vida tenía que ver con esa maldita campaña. Seguía siendo un icono constante de discusión entre nosotros. Una conversación sobre el tema con Candela, me hizo ver que yo debía disfrutar. Que no debía estar dentro de casa las veinticuatro horas del día maldiciendo el trabajo de Peter. Y así fue. Comencé a hacer de las mías. Todas las mañanas salía a caminar por Puerto Madero, o por los Lagos de Palermo. Almorzaba con mis viejos, o bien, con alguna de mis amigas que tuviese un ratito libre. Pasaba a buscar a mis sobrinos por sus jardincitos. Y preparaba la cena con mucha dedicación, de modo que verme con Peter no fuese sinónimo de pelea.

-¿Qué es eso?- dije luego de haber cerrado la puerta del departamento.

-¿Dos valijas?- me gastó.

-Sí, ya se que son dos valijas, pero... ¿qué haces a esta hora en casa y con dos valijas?- dije quitándome todo mi abrigo. –Uh, ya se... ¿la Capacitación se traslada a La Quiaca?- y me echó una mirada asesina. –No me mires así- dije y me metí dentro de la cocina en busca de un vaso de agua.

-No, la Capacitación se queda en el mismo lugar-dijo entrando donde yo estaba. –Los que se trasladan somos nosotros- y me rodeó la cintura con sus brazos por detrás. -¿Queres pasar un fin de semana en Las Termas con tu marido?- me susurró al oído. El tiempo pasaba y aquellas cosas me seguían acelerando el corazón y erizando la piel.

-¿Todo un fin de semana?- dije con los ojos abiertos de par en par. Ya estaba frente a Peter y él seguía sujetándome de la cintura. -¿Todo un fin de semana vos y yo solos?- y asintió. -¿Vas a ser mío todo un fin de semana?- y rió.

-Todos los días soy tuyo.

-No te creas- y me miró confuso. –Esa Capacitación quiere competir conmigo- e hice puchero. Lo enternecí y me dio muchos besos chiquitos.

Eran las once de la mañana de un día viernes. Terminé de armar los bolsos y con Peter salimos con destino a Las Termas de Río Hondo. Nunca había ido, pero mi vieja me había dicho que era alucinante. Santiago del Estero era una de las pocas provincias que no conocía aún. Los Pinos Resort & Spa esperaban por nosotros. Al cabo de pocas horas de viaje ya habíamos arribado a la provincia.

-¿A nombre de quién es la reserva?- dijo el hombre de entrada.

-Lanzani... Juan Pedro y Mariana Lanzani- y aunque dentro de poco cumplíamos un año de casados, no me acostumbraba a que me llamase de aquella manera.

La habitación que Peter había reservado era de estilo colonial, con una pizca de modernidad. Ni muy grande, ni muy pequeña. Justa para dos personas, para un matrimonio.

Esa misma noche cenamos dentro del Resort, en compañía de un hombre que se había ubicado con su piano de cola en un rincón del restó. Era un clima sumamente romántico y soñado.

-Gracias- dije rompiendo con el esquema musical.

-¿Y por qué?- y sonrió de lado.

-Porque... porque sos divino, Peter. Últimamente discutimos mucho y... y no es lo que yo quiero... pero es que esa Capacitación te absorbe tanto...

AMORES PERROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora