Aquella mañana desperté como consecuencia delsol que atravesaba los cristales de la ventana. Megiré hacia donde se encontraba Peter, pero sulugar estaba vacío. La sábana estaba fría, señalque hacía tiempo que ya se había levantado.
-¡¡Peter!!- grité.
-¡¡Estoy en la cocina!!- me respondió de igualforma.
-¡¡Vení!!- volví a gritar. Cuando Peter atravesóla puerta le sonreí tontamente. Me arrodillé sobrela coma y él se paró frente a mí. Por vez primerano tuve que ponerme en puntitas de pie parapoder besarlo. -Hola mi amor- dije cariñosa al tiempo queacercaba mi cara a la suya.
-Hola chiquitita- dijo con una sonrisa ancha ensu cara.
-No me despertaste- dije fingiendo ser unapequeña. –Odio que hagas eso.
-¡Ya no me retes! Me levanté para comprarle a lalancha lo que necesitábamos y me quedépreparando el desayuno... supuse que queríasdormir.
-Sí, quería dormir... ¿pudiste comprar todo?- dijemientras le llenaba la cara de besos. Él sóloasintió.
-Vestite Lali... en un ratito llegan los chicos- dijocuando lo dejé respirar.
-Mmm... no quiero- dije cariñosa.
-Se nos va a hacer tarde mi amor... dalevestite... después vienen los chicos y estas amedio cambiar- dijo incrédulo.
-Mmm... se me ocurren mejores ideas... tenemosalgo de tiempo- dije al tiempo que le quitaba laremera y lo acercaba a mi cuerpo.
-¡Cómo nos levantamos hoy eh!- ironizógracioso. Lo miré enojada.
Me sonrió con cara deangelito, como siempre, al tiempo que serecostaba sobre mi cuerpo.Cerca de las once de la mañana llegaron nuestrosamigos. Nos organizamos de manera tal que ellasse encargaron de las guarniciones, al tiempo quenosotros nos pusimos al hombro el tema deasado. Almorzamos en el parque todos juntos. Eraun día espléndido. El sol quemaba, pero el vientolo apaciguaba. Realmente sentía una granfelicidad. Me habían integrado al grupo y metrataban como si me conociesen de toda la vida.
-Bueno... yo quisiera decir unas palabras- dijoPablo.
-¡Opa Pablito! ¿Te nos pusiste sentimental?- logastó Nico.
-Nada de eso... en realidad con Mery queremoscompartir algo con ustedes...
-¡No! ¡No! No me digas que...
-No Cande, no estoy embarazada- le aclaróMery.
-¿Y entonces?- preguntó Gastón.
-Bueno... en realidad... con Mery queremos...queremos comprometernos- dijo Pablo.
Vi comoLali esbozó su sonrisa más sincera y él lerespondió de igual forma. Sus miradas semantuvieron por algunos segundos.
-Decidimos no hacerlo de manera íntima, comoquizás debería ser, y preferimos compartirlo conustedes... que vivieron a nuestro mismo ritmoesta historia- dijo Mery.
Todos sonreímos con satisfacción. Pablo sacó desu mochila una cajita color verde. Contenía dosanillos de plata. Cada uno llevaba grabado elnombre del otro. Se dijeron palabras de amor yse besaron como si fuera la última vez. Todosacabamos aplaudiendo a la pareja reciéncomprometida. Un rato más tarde las chicas seencargaron de levantar todo de la mesa, mientrasnosotros organizábamos un campeonato de truco.Estábamos todas en la cocina terminando defregar los cacharros. Al mismo tiempo nosencargamos de atacar a Mery con mil y unpreguntas. Ella sólo sonreía de oreja a oreja.Parecía una modelo de una marca de dentífrico.