CAPITULO 8: ENAMORAME QUE NO QUIERO

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  Los rayos del sol se colaron por los huecos de lapersiana. Definitivamente debería habercomprado una persiana americana color negra ogris, y no blanca. Abrí los ojos casi por instinto.Me incorporé con ganas. 

Era un nuevo díafacultativo y estaba ansiosa por ver a Rocío. Lanoche anterior me había enviado un mensaje en elque prometía contarme lo sucedido con Gastónaquella tarde. Tenía unas ganas locas de ver aPeter. Hacía casi dos semanas del episodio enque me contó que lo había dejado todo con Paula.No éramos novios oficialmente pero cada vez quepodía me robaba un beso. Yo solo me hacía lainteresante. Me gustaba dejarlo con las ganas.Entré a la ducha, como cada mañana. Oí que micelular sonaba anunciando la llegada de un nuevomensaje de texto. No me desesperé por salir.Debería de ser un mensaje de Rocío jugando conmi intriga. O de Cande preguntándome porbillonésima vez si Peter me había pedido de sersu novia. O de Peter, comunicándome que yasalían en mi busca junto a Rochi. Me seguíbañando como si nada. Unos minutos más tardeya estaba a medio cambiar buscando sin parar micelular, enredado entre las sábanas. 

Mensaje de texto de "Peter" 

"Buen día, chiquitita. Espero que hayasamanecido bien. Anda preparándote que en unratito estamos ahí con Rochi. Tengo muchasganas de verte. Te quiero." 

Sonreí tontamente. Toda mi adolescencia meencargué de acomplejarme por mi baja estatura.Odiaba que usaran apodos de pequeñez paranombrarme. Pero el "chiquitita" de Peter causabaun efecto diferente en mí. Me gustaba. 

Finalmente me demoré más de lo esperado. Noconseguía qué vestirme. Motivo por el cual nopude desayunar, ya que cuando me disponía ahacerlo oí la bocina del Clio negro anunciando sullegada. 

-Buenos días- dijo Rocío con una sonrisa deoreja a oreja desde dentro del auto. Ahora yoviajaba en el asiento de acompañante. 

-Hola, Ro- esbocé subiéndome al Clio.

 -¿Cómo dormiste?- me preguntó Peteracercándose para saludarme. 

-Bien, con un poco de intriga, pero bien- dijegirando mi cara, de modo que el beso de Peterfue depositado en mi mejilla izquierda. 

-¡Por qué no se saludan como debe ser! ¡Parenya con este jueguito absurdo!- exclamó Rocío. 

-Es tu amiga la que no me deja- dijo Peterhaciendo puchero. 

-¡Ya! ¡Ya! ¡Es muy temprano para que empiecena retarme!- me quejé.

 El viaje fue normal, como todos los días. Rocío seencargó de seguir jugando con mi intriga.Prometió que en el primer receso me contaría losucedido. Peter sólo me molestabaamistosamente.

 -Ustedes vayas a buscar una mesa que yo meencargo de comprar las cosas- dijo Petermientras ingresábamos a la cafetería. 

-Dale... vamos Lali- me dijo Rochi tironeándomedel brazo. 

-Pero... ¿Qué sabes lo que queremos pedir?-pregunté.-No necesito que me lo digan... Café con leche ydos medialunas de manteca para Rochi... y Técon limón y una bola de membrillo y cremapastelera para vos- dijo superado. 

Luego de varios minutos con Rocío conseguimosuna mesa. Bien alejada y bajo el calefactor.Todavía se sentían los vestigios del crudoinvierno.

 -¡Dale Rochi! ¡No aguanto más!- exclamé. 

-Espera que venga Pitt... también se lo quierocontar a él- dijo sonriente.Yo sólo bufé.

 -Aca estoy... empeza rubia- dijo Peter mientrasnos entregaba una bandeja a cada una. 

-Bueno... ayer a la tardecita... eran las seis máso menos... me habló por chat y me dijo de ir a daruna vuelta... entonces le dije de encontrarnos enla plazoleta que está a tres cuadras de casa... 

AMORES PERROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora