CAPITULO 77:VIDA NUEVA

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Aquel treinta y uno de Diciembre sería un día sumamente especial para mí. Desperté increíblemente feliz, sin saber como terminaría aquel día. Después de un tiempo supuse que mi inconciente ya había deambulado por aquella posibilidad. Me revolví entre las sábanas en busca de otro cuerpo calentito que me abrazase largo rato, pero no lo encontré. Abrí los ojos y me encontré sola dentro de la habitación. Por un momento me en enfadé con Peter, por haberse ido de la cama, pero oí sus pasos en la cocina y aquello produjo que sonriera como tarada. Di un salto de la cama y anudé mi pelo de manera desprolija, me higienicé y envuelta en mi bata negra de seda salí del cuarto. Me quedé parada sobre el marco de la puerta de la cocina, viendo como Peter preparaba el desayuno. Se había bañado y no lo había notado. Estaba de espaldas a mí, en short y sin remera que cubriese su torso. Movía un pie al compás de la melodía que se oía en la radio.

-¿Qué haces ahí parada, petiza?- dijo cuando sintió que ya no estaba sólo en la cocina.

-Nada- dije. –Sólo te miraba- y suspiré.

-¿Desayunamos?- y se volteó para revolver su café con leche.

-Dale... ¿Qué me preparaste?- dije al tiempo que me sentaba a la isla.

-Yogurt- dijo como si fuese obvio. Conocía todos mis gustos: te en el invierno, yogurt en el verano.

-Y digo... ¿ningún besito de buenos días, ningún abrazo, ningún mimo?- pregunté haciéndome la tarada al tiempo que quitaba los cereales de la caja para echarlos en el pote de yogurt.

-Veni- dijo extendiéndome su mano al tiempo que sonreía de lado. Se apoyó sobre la mesada de la cocina y me acomodó entre sus brazos. Se sentía tan bien de aquella forma. Eran de esos mimos matutinos que necesitaba las veinticuatro horas del día. –Linda- dijo una vez que tomó mi cara entre sus manos. Le puse trompita y sonrió. Me dio un apretón de labios, y me hubiese quedado de aquella forma por el resto de mis días.

-¿Qué hacemos hoy?- dije ya sentados en la mesa.

-¿Qué tenes ganas de hacer?- y encendió el televisor de la cocina.

-Quedarme con vos- y su mirada sorpresiva me molestó un poco. -¿Qué?

-Sos tan dulce, Lali- y sonrió con ímpetu. –Tus respuestas me descolocan siempre- y mis mejillas lo evidenciaron todo. –Claro que vamos a hacer algo juntos, pero ¿qué?

-Vayamos a caminar... tomemos aire fresco ¿Qué te parece?

-Lo que vos digas.

-¿Pero queres? ¿O preferís otra cosa?

-Me da igual.

-¡Dale Peter!- grité molesta. –Decime si queres hacer otra cosa- caminó hacia mí y tomó mi cara entre sus manos.

-Cualquier cosa está bien, si lo hago con vos ¿si?- y sólo atiné a besarlo. Lo amaba exacerbadamente.

Al tiempo que Peter terminaba de enjuagar los cacharros, entré al dormitorio en busca de ropa. Me calcé un pantalón negro finito, del tipo de Aladín. Una remera blanca manga corta con estrellas negras y zapatillas. Me até el pelo en un rodete desprolijo.

-Ese look deportivo me gusta mucho- dijo Peter entrando al dormitorio.

-Adoro ésta ropa, súper cómoda- dije al tiempo que buscaba mis gafas de sol.

-Súper sexy.

-¿Sexy?- y me eché a reír. –Soy irremediablemente horrible... ¿a quien voy a levantarme con ésta facha?- y seguí riendo al tiempo que observaba su expresión a través del espejo.

AMORES PERROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora