La apertura del ciclo lectivo me encontró como Profesora Adjunta de dos materias de primer año. Daba clases cuatro veces por semana. Los jueves, mi día no laborable, hacía una limpieza general del departamento, o desayunaba junto a mamá, o visitaba a papá en el estudio contable, o ayudaba en la constructora Espósito. Yo era de esas personas que jamás pueden estar quietas, ni un solo momento. De modo que siempre me rebuscaba algo para hacer.
Aquel miércoles del mes de Abril di clases durante tres horas. Ese día tenía al primer año del turno tarde. Toda la mañana la había dedicado a hacer papeleríos personales, como pagar impuestos. Desde las cinco de la tarde hasta las seis y media me quedé dentro de sala de profesoras haciendo una planificación, aquello que no hacía siendo Jefa de trabajos prácticos, aunque también ésta área me había sido delegada hasta encontrar un reemplazante.
Las siete de la tarde me encontró de pie frente a la editora. Las secretarias administrativas rotaban cada dos por tres, pero todas tenían en claro que Juan Pedro Lanzani estaba casado desde hacía ya seis meses, y que yo era su mujer. Saludé a Graciela con mi sonrisa más sincera y subí al piso tres, en donde se encontraba la oficina de Peter.
-Qué sorpresa, Lali- dijo con total sinceridad Anita.
-Hola, Ana... ¿cómo anda?- y no la tuteaba porque era una mujer de unos sesenta años.
-Bien, querida... acomodando los papeles de tu esposo- y reímos lados por lo bajo. Si había algo que caracterizaba a la perfección a Juan Pedro Lanzani era el desorden. -¿Vos cómo estas?
-Yo bien, de aquí para allá, pero bien- y Anita me recordaba mucho a mi abuela, o a mi madre, a quien también los años le pasaban. -¿Peter?
-Peter está en el quinto piso, en Capacitación-dijo lamentándose.
-¿Tendrá para mucho más?
-Yo creo que sí, cariño... hace sólo media hora que empezó- dijo al tiempo que amontonaba papeles de todos los colores y tamaños.
-¡Qué pena!- me lamenté. -¿Podré dejarle una notita?
-¡Claro!- y sonrió abiertamente. –Dejasela sobre su escritorio, o su computadora... cuando baje le aviso que alguien lo andaba buscando y le dejó una notita- y noté la picardía y diversión en su voz.
Vine a verte un ratito pero ya habías entrado a Capacitación. Calculo que saldrás tarde, nos encontramos directamente en el teatro ¿si? Llamame en cuanto puedas. Te amo, mi amor. Lali.
Hacía ya un mes que en la editora en la que Peter trabajaba, se había montado una nueva campaña de capacitación de empleados. Gracias a la dedicación y antigüedad, Pitt se había convertido en la mano derecha de Mario, uno de los socios de la editora, y el más importante también.Justamente, la capacidad de Peter hizo que fuese elegido para llevar adelante la nueva propuesta. Aquella Capacitación duraba tres horas diarias, de lunes a viernes. Volvía a casa bastante tarde, cerca de las diez de la noche, y aquello había sido ya un motivo de discusión.
Aquella noche, Gastón presentaría a sus alumnos del Conservatorio de Música en el mismo teatro en el que él había hecho su primera exposición, cuando éramos unos adolescentes. Me vestí un tanto formal. Una pollera de tiro alto color negro, una blusa moderna color fucsia y zapatos del mismo color. Si había algo que me fascinaba eran los zapatos y las carteras. Tenía miles de pares, de todos los colores, tamaños y diseños. Dejé mi pelo suelto y el flequillo como siempre, como hacía ya nueve años. Me eché perfume y la familia Sierra vino en mi busca. Eran ya las nueve y media de la noche, y el show estaba por comenzar. Era una verdadera pena que Peter se perdiese la primera media hora. Estábamos ubicados en la fila número siete. Todas mis familias amigas se habían hecho presente. Incluso los Dalmau y los Igarzabal. Gastón y Nahuel salieron al escenario y el teatro entero coreó sus nombres. La mayoría de la gente eran alumnos del Conservatorio y familiares de quienes se lucirían aquella noche. Si bien El Bahiano seguía tomando clase, para los ojos de Gastón tenía un futuro bien prometedor. Lo había constituido como su ayudante.