La noche se había convertido en mañana. Medesperté de golpe, sin motivo alguno. Sobre mihabitación se reflejaban destellos de luz por elefecto del sol. Era sábado. Me hubiese quedadoremoloneando en la cama largo rato de no ser porla nota que vi escrita sobre mi mesita de luz. Laacompañaba un paquete de chocolate.Indudablemente había sido Peter. Él sabía que esaera mi golosina preferida. Refregué mis ojos conpereza y tomé el papel. Definitivamente aquellaera la letra de Peter.
"Buenos días mi amor. Cuando leas esta notaquiero que te levantes y entres a la ducha. Tearmes un pequeñito bolso con lo que creasnecesario para pasar todo un fin de semanaconmigo. No acepto un "no" como respuesta.Toma la guitarra. En una hora paso a buscarte.Te amo. Peter"
Sonreí tontamente y me dispuse a cumplir lasexigencias de Peter. Tomé un baño caliente yrelajante mientras me zambullía entre lasdiversas teorías acerca de a donde iría a pasaraquel fin de semana. Fuera el lugar que fuerasabía que con Peter iba a divertirme. Salí de laducha y me vestí. Rellené un bolso con ropa ytodo lo que fuese conveniente llevar. Me alcé alhombro la guitarra y bajé las escaleras. Todosparecían saber de que se trataba aquello ya quenadie hizo observación alguna.
-¿De que va todo esto?- le pregunté una vez enel Clio.
-Mmm... ¿Cómo decirlo?... ¿Está mal que quierapasar un fin de semana a solas con mi novia?-preguntó teatralizando.
-Por supuesto que no... pero... ¿A dónde mellevas?- inquirí.
-¡Ya! Relajate un poco... ¡es que siempre queressaber todo eh!- dijo. Puse cara de perro y el ríopor lo bajo.Al cabo de una hora estábamos en la estación deTigre. Le lancé varias miradas confusas y él sólose limitó a reír. Sacó dos boletos para un lugarllamado "Luz y Fuerza". ¡Ahora sí que estabaperdida! Subimos a un catamarán pequeño con ungentío. Yo seguía sin entender de qué iba todoeste asuntito. Peter llevaba un bolso de ropa yotro más que no sabía cual podría ser sucontenido. Cargaba con dos bolsas repletas decomida. Transcurrió media hora de viaje poragua. Peter se encargó de distraerme para quedejase de preguntar cual sería nuestro destino.De la parte superior del catamarán se escuchóuna voz masculina que anunciaba la llegada alcomplejo "La Ursulina". Peter tomó todas suscosas a gran velocidad y me sonrió, dándome aentender que ese era nuestro destino. Fue todoun logro saltar del barquito al muelle delcomplejo. El río tenía demasiado oleaje, por loque el catamarán se movía de un lado al otroincesantemente. "La Ursulina" era un complejode cabañas sobre el Río Sarmiento, en el Deltadel Tigre. Deberían ser unas cuantas hectáreas.Sobre el río había un muelle de madera con unaarcada del mismo material que nos daba labienvenida. Las cabañas estaban divididas poruna frondosa ligustrina. Y cada cabaña tenía uncolor diferente. Caminamos por el corto muellesiguiendo un camino de lajas empotradas sobre elcésped. En la puerta de la cabaña azul nosesperaba un hombre de ojos claros y sin pelo.Peter lo saludó sin ningún tipo de formalidad. Ésaera nuestra cabaña. Para entrar había que subirvarios escalones, de madera también. Tenía unapequeña sala con un sillón de mimbre y unamesita ratona. Un comedor bastante amplio ybien equipado. Una mesa y ocho sillas. Untelevisor sobre una mesita de mimbre también.Una cocina donde solo cabían dos personas. Unbaño ínfimo y una habitación con camamatrimonial.
-¿Pensas decirme de que va todo esto?- dijeapoyando mis pertenencias sobre el sillón.
-Vamos a pasar el fin de semana acá... ¿no tegusta?- dijo sorprendido.
-Sí que me gusta... ¡¿Cómo no me va a gustar?!-dije sonriente.
–¿Todas las cabañas son delmismo tamaño?
-No... hay más chicas. Esta es la más grande, sincontar la del dueño.
-¿Y por qué elegiste la más grande?