Aquella tarde nos reuniríamos en casa de Peterpara repasar la exposición oral del trabajopráctico. Habíamos hecho una ardua investigaciónpara poder obtener un buen puntaje. Casi toda lasemana la habíamos pasado en la biblioteca de lafacultad con el fin de recolectar un poco deinformación. Un paro estudiantil de dos días noshabía permitido trabajar hasta el agotamiento.
Antes que me dispusiera a salir para lo de Peter,Rocío me llamó y me propuso que la pasase abuscar para ir juntas. Y así fue.
-Yo creo que vamos a aprobar... es un trabajo recompleto el que hicimos- dije.
-Sí, yo la vez pasada me puse a hablar conSofía... la rubiecita que se sienta delantenuestro... me dijo que su trabajo era tan largocomo el nuestro y lo encararon igual quenosotros así que supongo que estará bien- dijoRochi.
-Espero... porque sino para el parcial vamos atener que estudiar el doble.
-Che Lali... ¿Qué onda con Peter?- me preguntódesfachatada.
-Em... ¿Qué onda de qué?
-Digo... me parece que hay onda, ¿no?
-No... va, no se... no creo Ro.
-Yo creo que sí... ¿vos viste las cosas que tedice así al pasar?... la juega de calladito- me dijomientras largaba su risita.
-¡No! Debe ser así con todas Rochi... además...no, nada... no hay onda.
-¿No te gusta ni un poco? ¿Nada de nada?- mepreguntó arqueando ambas cejas.
-Emm... no... bueno... un poco... va, un poquititoasí de chiquito... digo, es lindo ¿no?- preguntéhaciendo gestos de pequeñez con mis manos.
-¿Lindo? ¿Vos lo viste bien? Es un caño...
-¡Ah bueno! ¡Guardadito te lo tenías eh!- dijeriendo.
-No seas tonta ¿queres?... es obvio que andaatrás tuyo.
-Vos miras muchas novelas Rochi... sólo somosamigos- sentencié.
-¡Anda! ¡Que van a ser amigos! Te tiene unasganas...
-¡Rocío!- grité escandalizada
-¡Vamos Lali! Se re nota que le gustas- dijo conuna sonrisa de oreja a oreja.
Quedé perpleja. ¿Es que era tan obvio? Cierto quePeter era un lindo chico. Digo, ¿Qué lindo?... eraun caño como decía Rocío. Pero nos trataba deigual a igual con Rochi, por lo que jamás supuseque me tiraba onda. Cierto que hacía comentariosque me dejaban boquiabierta, pero siempresupuse que así era con todas. Él me sacó de mispensamientos.
-Pasen- dijo con una sonrisa de lado.
¡Es que seponía tan lindo cuando sonreía así! Llevaba unosjeans azules oscuros, una remera manga larganegra y sus zapatillas de siempre. El pelo mojadoy despeinado como de costumbre.Subimos al ascensor, algo apretados. Podía olersu perfume con total facilidad. Era un perfumebien de hombre. De esos que me gustaban a mí.Entramos al departamento. No exageraba ni unpoco cuando decía que era un verdadero caos.Había cosas por doquier. Todo desacomodado.No había que ser muy inteligente para darsecuenta que ese departamento sólo lo habitaba unhombre adolescente.
-Perdonen chicas, no pude acomodar mucho- sedisculpó.
-La palabra orden no forma parte de tudiccionario ¿no Pitt?- dijo Rocío. Ahora quienlargaba la risita era yo.
-Perdón, perdón... me quedé dormido... metendría que haber levantado un rato antes paraacomodar... ¡es que me da tanta fiaca!- sesinceró.
Nos quedamos allí en el comedor. Eldepartamento no era muy grande. Al entrar por lapuerta directamente se veía el comedor, o intentode living-comedor. Una mesa de madera redondacon cuatro sillas. Al fondo de la sala un sillónpara dos y otro individual. Se asomaba por detrásun puf color verde. Hacia la derecha estaba lacocina. Angosta, pero nada mal para una solapersona. Entre el comedor y la cocina había unpequeño pasillo. Al fondo de este había un baño,bastante amplio. Y hacia la izquierda estaba suhabitación. Curiosamente su puerta era corrediza.