Había transcurrido un mes más de la vuelta dePeter al turno mañana. Se comportaba con totalnaturalidad, excepto conmigo. Marcaba unadistancia. Así de intransigente como cuando Paulavolvió en su busca. Probé todas las manerasposibles para acercarme a él, pero nunca obteníaun resultado positivo. Charlaba animadamentesiempre que estábamos en grupo. Nuncaquedábamos a solas. Rocío había puesto enmarcha más de un plan. Ninguno funcionó.Aquel viernes me vi saliendo de la facultad. Elsábado cumplía años Candela. Había alquilado lacabaña del Tigre, la misma a la que Peter mehabía llevado hacía tiempo atrás. Todos iríamosesa misma tarde, dormiríamos allí y al díasiguiente iría mi familia y la de Cande, porsupuesto, y también sus amigas de facultad. Erauna buena idea festejar el cumpleaños de aquellamanera.Llegué a casa a las apuradas. Dos horas mástarde me encontraría con todos para irnos alcomplejo del Delta. Almorcé a gran velocidad ytomé un baño. No tenía todo el tiempo paradisfrutar, pero así y todo había echado las salesque me habían regalado mis hermanos por micumpleaños. Eran cítricas. Debo haber estadodentro de la bañadera cerca de media hora. Salí yme dispuse a armar un pequeño bolso. Ropa denoche, ropa de entre casa, ropa linda. Mihermano me llevaría a casa de Nico, donde nosjuntábamos.
-¿Qué traes acá Lali?- dijo cargando el bolso.
-Ropa y comida- dije bajando las escalerasdetrás de él.
-¿Tanto para un día?- dijo molesto.
-¡Sh Pato!
-Ya no estoy para estas cosas hermanita...buscate un novio que te lleve la valija.
-¡Patricio Espósito!- le gritó Jime, quien estabasentada sobre la isla de la cocina.
-Perdón, perdón, perdón, perdón- dijo al tiempoque me envolvía entre sus brazos.
-Ya Pato... todo bien... emm... me estasahogando...
Llegamos a "La Ursulina" alrededor de las cincode la tarde. Era fines de abril de modo que elclima no era ni muy denso, ni muy frío. Una vezque todos estábamos ya dentro de la cabañaescondimos los regalos donde Cande no pudieseverlos, aunque algo sospechaba. Agustín yDaniela no se destacaban por disimular,precisamente.Salimos al parque y echamos unas cuantas lonassobre el césped. Todos estábamos presentes.Candela. Victorio. María. Pablo. Eugenia. Nicolás.Daniela. Agustín. Rocío. Gastón. Y yo. Peter nohabía ido. A lo largo de todo ese mes no habíasalido con nosotros por las noches. No queríareunirse con quienes eran mis amigos antes deser los nuestros. Me odiaba por dejarlo solo. Élno tenía a nadie en Capital. Mi estúpida confusiónle había arrebatado todo aquello que alguna vezfue nuestro.El reloj marcaba las siete y media de la tarde. Elcielo se había vuelto completamente azul oscuroy las primeras estrellas comenzaban a asomar.Me vi sentada en ronda junto a mis amigos.Gastón, tenía guitarra en mano. Daniela fue unade las encargadas de circular el mate. Victoriofue el otro.
-No se que quieren cantar- dijo Gas rascando sucabeza.
-Cantate algo solo- le dijo Mery. Lo cierto esque todas amábamos escucharlo cantar.
"Sentado en la ribera me quedé, sentado en laribera solo, solo. En la noche buscándote miamor, la luna hizo un agujero y me quedé solo.Iluminando el agua y así pude verte mecer, en elvaivén de las olas mi amor estabas igual queayer, quizás esperándome, quizás ayudándome.Sentado en la ribera me quedé, sentado en laribera solo, solo. En la noche buscándote miamor, la luna hizo un agujero y me quedé solo.Iluminando el agua y así pude verte mecer, en elvaivén de las olas mi amor estabas igual queayer, quizás esperándome, quizás ayudándome,quizás contemplándome, quizás esperándome"
La canción era perfecta. Encajaba a la perfeccióncon el lugar en el que estábamos. Y... obviamentecon la situación por la que estaba viviendo.