CAPITULO 48: ATANDOME A TI

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El calorcito repentino de la primavera podía sentirse. Daba gusto caminar por las calles inspirando el aroma floral. Era una tarde de sábado. Habíamos organizado junto a nuestros amigos una salida a los bosques de Palermo. Nada más lindo que el aire fresco y puro de la naturaleza. Me vestí con un short color negro. Una musculosa verde esmeralda con finas líneas horizontales anaranjadas y unas chatitas cómodas del primer color. Trencé mi pelo del costado izquierdo y recogí mi flequillo con una pequeña hebilla. Me eché perfume afrutado, tomé el bolso y me dirigí a casa de Peter.

Wow- esbozó al verme detrás de su puerta.Siempre era igual.

-¡Peter! ¡Peter!- dije haciendo un chasquido de dedos frente a sus ojos.

-Ah... sí... hola- dijo con una sonrisa torcida.

-No cambias más- dije largando una risita como la de las Igarzabal para luego dejar un beso pequeño sobre su boca y entrar dentro de su casa.

-La culpa es tuya... exclusivamente tuya- dijo tomándome por detrás. Sentí como cerró la puerta empujándola con su pie.

-¿Qué haces así todavía? Vamos a llegar tarde-me quejé al verlo. Llevaba algunas gotitas de agua sobre su pelo rapado y un toallón anudado en la cintura.

-Acabo de salir de la ducha- dijo acorralándome contra un sillón.

-Bueno dale... apurate... no tenemos todo el día-dije sacándolo de encima mío. Bufó y salió en dirección a su cuarto. Dio apenas tres pasos y volvió hacia mí.

-Escuchame una cosita vos- dijo retándome con su dedo índice.

-¿Y ahora qué?- dije revoleando los ojos.

-Quiero imaginar que estás vestida de esa forma, peinada de esa manera y con ese color tostado en la piel pura y exclusivamente para mí- dijo con el ceño fruncido. Me eché a reír con ganas. ¡Era tan espontáneo! –No encuentro el chiste- dijo cruzándose de brazos.

-¿Para quién sino?

-Mejor así... más te vale Mariana... nada de buitres revoloteándote ¿estamos?- largué una carcajada. -¿Estamos?- dijo con voz firme.

-Estamos Juan Pedro, estamos- dije soltando una risita y haciendo notar su nombre completo.

-¡Ah! ¡Te volviste una vivilla! ¿Verdad?- dijo arqueando las cejas preparando su ataque.

-Ni... se... te... ocurra...- dije saltando del sillón en el que reposaba con serenidad. Sabía que planeaba una guerra de cosquillas.

-¿Qué me vas a hacer? Si sos una flojita...- dijo superado cruzándose de brazos en la mitad del comedor.

-No voy a caer en tus trampitas Lanzani... te conozco lo suficiente... anda y cambiate si no queres que me enoje- teatralicé.

-¡Buuu!- esbozó fingiendo temblar del miedo.Sólo pude echarme a reír.

Salimos de casa de Peter al cabo de una hora. Odiaba su maldita impuntualidad. Nos encontramos en casa de Daniela. Todos mis amigos ya tenían auto, de modo que nos distribuimos dos por cada coche. Eran las cuatro y media de la tarde cuando arribamos a los lagos de Palermo. El sol rajaba la tierra, pero el fresco viento todo lo apaciguaba.

-¡Ay, ay, ay!- gritó Candela.

-Yo sinceramente no se como haces Vico... te compadezco- dijo Peter palmeándole un hombro al susodicho. –Es ensordecedor- dijo gesticulando y provocando la risa en todos.

-¡Ya Lanzani! ¡No me busques!- le gritó Cande agudizando aún más.

-¿Qué tenes flaquita?- le preguntó Gastón.

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