Agosto ya comenzaba a asomarse. El primercuatrimestre habíamos aprobado todas lasmaterias y por fortuna nos había tocado a los tresjuntos las mismas materias para el segundocuatrimestre. Ahora cursaríamos Ética,Metafísica, Literatura Argentina II y Lingüística.De todas ellas la que más era de mi agrado eraLingüística. Rocío concordaba conmigo. Aunquetodavía no tenía claro si era de su agrado por lamateria en sí o por el profesor que estaba acargo de dictarla. Lo cierto es que era el profesormás joven que habíamos tenido. Su nombre eraLucas Crespi. Un hombre de mediana estatura,pelo corto y moreno. Tes blanca como el papel.De aproximadamente unos treinta años. La miradade Rochi cada vez que el Licenciado Crespiingresaba al salón era para una fotografía. Lomiraba embobada. Se perdía en sus palabras.Pero claro, era un profesor. ¿Quién no fantaseóalguna vez con un profe?
El cumpleaños de Rocío era un día sábado. Peterhabía postergado su viaje a Bahía Blanca paraquedarse. Esa noche iríamos a cenar a unrestaurante de Puerto Madero junto a la familiaIgarzabal. Ya entrada la noche mis amigos nosesperarían en un boliche al que solíamos ir losfines de semana.Eran las ocho de la noche cuando comencé conmis preparativos. Tomé un baño que duró más delo normal dado al tratamiento de nutrición que mehacía en el pelo dos veces por semana. Salí delbaño completamente renovada. Me anudé eltoallón y me dispuse a buscar algo de ropa parala ocasión. Una vez más, mi placard estabaabierto de par en par. Opté por pantalón negro degabardina. Unas botas del mismo color de cañaalta con un buen taco. Eran del estilo deequitación. Sacarlas de la caja me generó ciertamelancolía. Había sido un regalo de mis amigos yamigas para mi cumpleaños número diecisiete. Eltiempo pasaba a una velocidad inigualable. Mevestí con una musculosa blanca de lycra y porencima me eché una camisa negra con pespuntesverdes. Sequé el pelo y con mayor intensidad miflequillo. Mi hermana fue la encargada deondulármelo. Tomé el bolso y me dirigí a lacocina para esperar a Peter, quien me recogería alas nueve en punto.
-Estás preciosa Lali- me dijo Pato.
-Gracias hermanito- dijo dándole un abrazo.
-¿A dónde te vas vos?- me preguntó papá altiempo que ingresaba a la cocina.
-Hoy cumple años Rochi... vamos a cenar con sufamilia a un restaurante en Puerto Madero ydespués nos encontramos con los chicos y laschicas para ir a bailar... como sus amigas estánen Mendoza, le presto a las mías.
-Me parece muy bien... parece ser muy buenachica Rochi- dijo Papá.
-Sí, es un sol... la quiero tanto- dije.
-Sí, yo siento que es una hija más- agregó mamá.Lo cierto es que Rochi pasaba mucho tiempo encasa. Más de una vez se quedó a cenar y adormir. Sobre todo en época de parciales yfinales. Estudiábamos juntas y el repaso final lohacíamos con Peter.
-Si te escucha Cande se va a enojar mucho- ledije.
-Cande es un caso aparte... decile que venga avisitarme a esa atorranta- dijo mamá.
-Sí, es que está a full con la facu y además andaen algo con un chico- le conté.
-¡Pero es muy chiquita para esas cosas!-exclamó Pato indignado.
-No seas cavernícola Patricio... te quedaste en laera del hielo vos- le dijo mi hermana.
Nueve en punto de la noche el timbre sonó.Saludé a mi familia rápidamente y abrí la puerta.Y ahí estaba él. Con su jean azul oscuro. Unaremera manga larga celeste y una camisa porencima al tono. Zapatillas, por supuesto.
-Wow... linda es poco- me dijo al tiempo querecorría mi cuerpo con su mirada.
-Gracias Pitt- dije. Ya había perdido lavergüenza. Me había acostumbra a loscomentarios de Peter.Nos subimos al auto y fuimos hacia elrestaurante. Allí ya estaba Rocío junto a sufamilia.