CAPITULO 91:ADIOS MELANCOLIA

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Y él estaba ahí justo a mi lado cuando desperté. Estaba tan pero tan lindo. Era todo tan soñado, que dudaba de si en algún momento iba a despertarme y verme entrando por vez primera a la facultad de Filosofía y Letras. Tenía su cara de bueno, y más que obvio, que sus ojos chinitos, que una vez más volvían a ser míos, aunque el dijese que nunca lo habían dejado de ser. Estaba tumbado boca abajo, y yo boca arriba. Tenía su cara muy cerca de la mía y su brazo izquierdo rodeaba mi cintura con fuerza. Y aquello me alegraba, señal de que no quería que me escapase. No se qué fue lo que lo despertó, pero adoré estar ahí para contemplarlo. Adoré ser lo primero que viese al abrir sus ojos. Adoré su sonrisa torcida al verme.

Tengo un domingo en stand by por si algún lunes te deprime,

Y en la cartera un ánfora que guarda olor a ti, Tengo boletos de primera fila para verte despertar por las mañanas.

-Hola mi nenita- dijo con voz ronca. Una sonrisa enorme se apoderó de mi cara al oír mi apodo. -Hola mi chinito- e instantáneamente me sujetó con más fuerza.

-Chinito mío, lindo de amar- cantó y nos echamos a reír.

–No sabes lo feliz que me pone despertarme y tenerte acá, conmigo- y hundió su cara en mi cuello. –Te extrañé mucho, mi amor, mucho, mucho.

-Y yo a vos, Pitt- y suspiré hondamente.

–No quiero separarme nunca más de vos ¿sabes?- y alzó su vista para mirarme y que nuestras bocas se rozasen.

-Nunca más- susurró con un gesto compungido. -Te amo- y le rodeé el cuello. Automáticamente nos besamos. Y sus besos comenzaron a descender por mi garganta, a la vez que arrastraba con sus manos, y de manera delicada, los tirantes de la remera que llevaba la noche anterior. Peter nunca perdía el tiempo para aquellas cosas, con excepción de nuestro último tiempo de casados. Y la excusa de "recuperar el tiempo perdido" nos iba como anillo al dedo.

Tengo la firme convicción de que si estás me consolido

Y la sospecha de que ni sospechas cuánto te amo,

Tengo tu foto puesta en la pupila y con tu voz

Baila el estribo, el yunque y el martillo.

Después de hacer el amor entré al cuarto de baño para darme una ducha relajante. Me vi dentro de la bañadera, con el agua golpeándome levemente el cuerpo, y con una sonrisa de payaso en mi cara. Mi corazón y mi alma ya estaban en paz. Peter había salido a comprar algo de comida, por lo que me dispuse a mandar un mensaje general avisándoles a mis amigas que Peter y yo volvíamos a ser un matrimonio con todas las letras. Estaba sentada sobre el sillón del ventanal, envuelta en un acolchado cuando Peter entró al departamento, nuestro departamento. Nos miramos y un brillo se posicionó en sus ojos verdes y en los míos. Nos sonreímos de lado y él caminó con exagerada lentitud hacia mí. Le extendí mis brazos y se sentó junto a mí. Me tomó de la cintura y me sentó sobre sus piernas. Me acurruqué sobre su pecho y enterré mi cara en su cuello, a la vez que respiraba su perfume.

-Me quedaría así siempre ¿sabes?- dijo y supe que tenía sus ojos cerrados.

-Yo también- y suspiré. -¿Cómo hice para vivir sin vos tanto tiempo?

-Lo mismo me pregunto yo... ¿qué nos pasó?

-Cortamos polea, metimos los dedos en el enchufe y nos quedamos pegados- y él se echó a reír ante mi vocabulario. -¿Qué?

-¿Quién te enseñó a hablar así?- y no dejó de reírse.

-Es que... estoy dando un taller literario con el Licenciado Crespi...

AMORES PERROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora