Pasé toda la noche de sábado tumbada en micama llorando. Pasé todo el domingo llorando,pero en brazos de mis amigas. Estaba dolida. Medolía el corazón. Me autoconvencía de que Peterno me había dicho aquello. Que no habíamosterminado.Nosotros no podíamos terminar. Ya saben. Yocreo en su palabra, pero es este enojo que mesupera. Que me nubla el corazón y no me dejasentir. No puedo decir que ya me lastimaronmucho como para seguir sufriendo.
Nunca salíherida del amor. Porque nunca tuve un amor.Pablo es un grato recuerdo. Como saben, éramoschicos. Chiquilines que jugaban al amor. Y lodejamos de chiquilines que éramos. Pero Peter síera mi amor. Yo había querido que lo fuese. Yo lohabía elegido para ello. Y así, casi sin pensarlo, elamor se esfumaba frente a mí. Me decía chau conuna sonrisa macabra.Aquella mañana me levanté sin ganas. Me hubiesequedado en la cama por veinticuatro horas más.Era martes.
Ayer no había visto a Peter, porquesimplemente no había vuelto de Bahía Blanca.Rocío era mi informante. Por más que me hiciesela fuerte, en el fondo quería enterarme cadadetalle acerca de sus movimientos. Habíanpasado apenas cuatro días de la primeradiscusión.
Tres de la última vez que hablamos.Como era de esperar el Clio negro no meesperaría en la puerta de casa. Por lo que debía irsola a la facultad. Me levanté más temprano parano ser yo quien salude a Peter al llegar. Me metíen el baño mientras arreglaba mi monstruosacara. Esa que se te pone cuando no dejas dellorar durante varias horas. Yo había estadollorando dos días enteros. Era una tarea difíciltapar las huellas de las lágrimas. Me vestí con unjean oscuro. Una remera de algodón color lila demanga corta, con corte princesa. Mi hermano mehabía comprado unas zapatillas del mismo color.Eran de cuerina y me cubrían el tobillo.
Supuseque mi llanto lo había conmovido de manera talque tenía en mente sólo dos cosas. La primera,darle una muerte lenta y dolorosa a Peter. Lasegunda, hacerme un regalo para levantar miánimo cuando me enterase de aquello. Me echéperfume y dejé mi pelo suelto. Tomé un abrigo delana y el bolso y salí a la calle. El sol matutino meencandiló. Durante el viaje sólo pude pensar enPeter. ¿Es que siempre tenía que rondar en micabeza?Llegué a la facultad y me fui directo a lacafetería. Compré un café caliente y me dirigíhacia mi salón. No había rastro de Rocío. Muchomenos de Peter.
Íbamos en el auto. Rochi me hablaba sobrecualquier cosa. Supongo que notó mi cara detristeza. Estaba angustiado. Aquella había sidonuestra primer pelea grossa. Nunca le habíagritado de tal forma. Ella tampoco. Estabaansioso por verla. Sabía que no iba a contenermeante su mirada. Su carita de nena buena ytraviesa al mismo tiempo. Su naricita perfecta ydiminuta. Su piel suave, como la de un bebé. Suboquita que me volvía absolutamente loco. Sifuese por mí me pasaría la vida entera besando aLali. No había algo que me gustase más despuésde verla dormir. Estacioné, luego de unaextenuante búsqueda, a dos cuadras de lafacultad. Nos detuvimos en el kiosco de laesquina para que Rochi pudiese llenar suestómago con algo sólido. Me regaló un alfajor.Le regalé mi sonrisa más sincera. Era una localinda. Entramos a la universidad. Sentía comotemblaban mis manos. Mi estómago crujía deansiedad.
Y allí estaba Peter, ansioso por ver a Lali. Yseguramente, allí estaba Lali, ansiosa por ver aPeter. ¡Es que se amaban tanto! Debían dejar yaesa estúpida pelea de lado. Peter se desvivía porLali. A Lali le desbordaba el corazón por Peter. Sihabía algo que los identificaba era que los dos nodarían el brazo a torcer. Eran cabezas duras.Aunque, debo admitir, que yo sabía comoterminaría esta historieta. Peter iría a buscarladesesperado. Era el más flojito de los dos. O elmás enamorado. Ella se haría la superada unosmomentos. Se mirarían profundamente. Se diríantodo con la mirada y luego... luego se comerían abesos.
Seguía allí sentada a la espera de mi amiga. De miamiga y mi ex novio. O de mi ex pero futuronovio. Ya. Estaba a la espera de Rocío y Peter.Tanto pensaba que ni me di cuenta cuando lostenía parados frente a mí. Rocío se sentó a milado y me regaló su sonrisa más sincera ycompradora. Peter quedó de pie.