CAPITULO 93:TRES

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Sentía mi cuerpo bastante rígido. Tenía un profundo dolor en mi cintura. Creo que me había quedado sin opciones, y por ello debí abrir los ojos. Me sentí algo abrumada los primeros instantes. Me costó recordar por qué estaba acostada en una cama de hospital. Inspeccioné con mis ojos cada recoveco de la habitación. Y mis pupilas se detuvieron en él. Estaba sentado en una silla junto a la cama, todo el cuerpo inclinado, y su cabeza de perfil sobre el colchón. Me sentí explotar de alegría y felicidad. Hice descender mi mano con el fin de tocarme la panza, la que no se notaba, pero allí estaba creciendo mi criaturita. No existen palabras para describir el momento en que me enteré que iba a ser mamá. Había transcurrido tanto tiempo. Llevaba tantos años, meses, semanas, días esperando aquello. Y mi hermana ya lo había predicho: cuando menos lo esperes, Lali, va a llegar. Y llegó. Ahí estaba yo con mi pequeño dentro de mi vientre, y mi grandulon durmiendo a un costado. Acaricié su mejilla y supuse que mi tacto lo despertó. Ladeó la cabeza, confundido. Tenía los ojos más chinitos que nunca, y creo que fue en ese preciso momento en que me volví a enamorar de Peter. Le sonreí de lado y él me imitó. Le concedí unos segundos para que hiciese sonar todos sus huesos. Acto seguido se acercó a mí.

-Hola- y tenía voz cantarina. Es que estallaba de felicidad pura.

-¿Cómo está la mamá más linda de todas?- y se sentó a un lado de mi cama. Yo me incorporé apenas. El corazón me golpeteó contra el esternón al oír mi nuevo apodo: mamá.

-Mmm... con ganas de que el papá más lindo me de un beso- y él sonrió con alegría. Tomó mi cara entre sus manos y me besó de forma dulce.

-¿Cómo dormiste?- dijo cuando nuestras bocas se desenredaron.

-Bien, muy bien... ¿vos? ¿Muy incómodo?

-No... si duermo al lado tuyo nunca estoy incómodo- y se quedó pensando. –Perdón... me corrijo... si duermo al lado de ustedes nunca estoy incómodo- y enfatizó el plural. Inclinó su cabeza a la altura de mi vientre y dejó un beso allí.

-Te amo- dije tirando de él hacia mí.

-Yo te amo a vos, mi nenita.

-¿Nenita? Ahora voy a ser madre, ya no me cabe el diminutivo- canchereé.

-Vos siempre vas a ser mi nenita- dijo sobre mis labios. Aquello me erizó la piel y me dieron más ganas de besarlo con locura. Estábamos en pleno beso cuando el médico entró a la habitación.

-Bueno días- dijo con su voz varonil.

-Hola, doctor- y Peter le estrechó la mano.

-¿Cómo está la mamá?- dijo tiernamente.

-Bien, muy bien- y me fue inevitable no sonreír.

–Estamos bien- y me enorgulleció hablar por dos, como cuatro años atrás.

-Bueno mamá, ya está firmada tu alta ¿sabes?

-¿Ya me voy a casa?- y el médico asintió.

-Pero nada de esfuerzos ¿si?... tu prontuario no es de fiar, así que vamos a tomar recaudos ¿si Mariana?- y yo asentí. No iba a permitir que ningún recuerdo arruinase mi mejor momento. El mío y el de Peter.

Llegamos a nuestro departamento cerca de las diez de la mañana. Peter se encargó de llamar a mamá para comunicarle que ya estábamos de regreso y que todo iba bien. Me llevó de la mano hacia la cama y me obligó a acostarme. Desde el momento en que Peter se enteró que estaba embarazada comenzó a cuidarme y tratarme como si fuese una muñeca de cristal, que ante cualquier movimiento podía caer y romperse en mil trocitos.

-¿Así estas bien?- dijo rodeando mi espalda de almohadones.

-Sí, Pitt... relajate- y era sumamente extraño que él fuese el impaciente y yo la relajada.

AMORES PERROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora