Aquella mañana de sábado desperté cerca de las ocho de la mañana. Era un caluroso día de fines de Noviembre. Salí de la cama y me metí bajo la ducha tibia. No había un solo momento en que dejase de pensar en todo lo acontecido. Una vez higienizada y con el pelo limpio me quedé más de lo debido bajo el agua. Siempre me había gustado cantar, sobre todo dentro de la bañera.
Uno se cree que nos mató el tiempo y la ausencia, pero su tren vendió boletos de ida y vuelta, son aquellas pequeñas cosas que nos dejó un tiempo de rosas en un rincón, en un papel o en un cajón. Como un ladrón te acechan detrás de la puerta, te tienen tan a su merced como hojas muertas que el viento arrastra allá o aquí, que te sonríen tristes y que hacen que lloremos cuando nadie nos ve.
Y nunca me había identificado tanto con algún tema de Serrat. Ese español prohibido durante tantos años. Ese español, que como dice Ernesto Sábato: no llora mentiras, sino que canta verdades. Y aquella era mi simple y maldita verdad.
Salí de la ducha con un toallón anudado bajo los brazos. Saqué del placard ropa deportiva y me vestí en ella. El silencio era audible en toda la casa. Mis viejos dormían. Saqué mi reproductor de música y salí a caminar, a tomar aire fresco, a renovar mi mente y despejarla.
Y yo aquella mañana de sábado también desperté muy temprano. Hacía ya varios días que no lograba conciliar el sueño. Noches enteras que me las pasaba en vela, y días dentro de la oficina anhelando llegar a casa de mis viejos para cenar –poco- e intentar dormir, aunque aquello fuese imposible. Salí de la cama y tomé la computadora portátil. Caminé el pasillo y me desplomé sobre el sillón luego de haberme preparado un tazón de café bien dulce, como lo tomaba yo. Busqué mi archivo y me dispuse a enmendar lo que llevaba escrito hacía ya unos días atrás.
Yo no quiero un amor civilizado
Con recibos y escenas de sofá.
Yo no quiero que viajes al pasado,
Y vuelvas del mercado con ganas de llorar.
Yo no quiero vecinas con puchero,
Yo no quiero sembrar ni compartir,
Yo no quiero catorce de febrero,
Ni cumpleaños feliz.
Yo no quiero cargar con tus maletas,
Yo no quiero que elijas mi shampoo,
Yo no quiero mudarme de planeta,
Cortarme la coleta, brindar a tu salud.
Yo no quiero domingos por la tarde,
Yo no quiero columpio en el jardín,
Lo que yo quiero, corazón cobarde,
Es que mueras por mí.
Y morirme contigo si te matas,
Y matarme contigo si te mueres,
Porque el amor cuando no muere, mata
Porque amores que matan, nunca mueren.
Yo no quiero juntar para mañana,
No me pidas llegar a fin de mes,
Yo no quiero comerme una manzana
Dos veces por semana, sin ganas de comer.
Yo no quiero calor de invernadero,
Yo no quiero besar tu cicatriz,
Yo no quiero París con aguacero,