CAPITULO 86:LA SOLEDAD

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Supe que Mariana había veraneado en Miramar, sola. Era verdaderamente extraño tener veintisiete años y no tener con quien irse de vacaciones. Lo cierto es que todos nuestros amigos ya estaban felizmente casados y todos cargaban con hijos, incluso Nahuel y Valeria, que dentro de poco serían padres.

Me pregunté reiteradas veces que sentiría Lali. Se había mostrado lo más tranquila la tarde de Enero en que nuestro ahijado nos citó por su cumpleaños número cinco. No cruzamos palabra y nos rehuímos la mirada mutuamente. Habían ya transcurrido tres meses del día que lleno de furia volví al departamento en busca de todas mis cosas, para instalarme en casa de mis viejos.

FLASH BACK

-¿Y qué pensas hacer?- me preguntó mamá cebándome un mate.

-Nada ma, no hay nada que hacer.

-¿Vos crees?- y la miré confuso. –Peter... sos mi hijo y... y yo siempre voy a apoyar tus decisiones... pero también tengo el deber de ayudarte cuando no tengas la capacidad para enfrentar tal o cual situación... y... y es cierto que Lali no hizo bien muchas cosas... pero creo que vos no fuiste una joyita- y le eché una mirada furibunda. –No me mires así, hijo... es cierto... te fuiste lleno de furia... esto no es chiste ¿sabes? No tenes dieciocho años que podes pelear y reconciliarte en un parpadeo... vos... vos te casaste con Lali, Pitt... asumiste responsabilidades, sentaste cabeza, abriste tu propio camino, armaste tu propia familia... -Ya, mami... no sigas por favor- le rogué.

-Hijo...

-Ma- la interrumpí. –Por favor.

FIN FLASH BACK

Por un lado me sentía completamente solo. Sentía que mi vida se había estancado por completo. No retrocedía ni avanzaba. Como si se tratase de un juego de mesa en el que los dados no están a tu favor y sólo perdes turnos. Todos hacen algo con su vida, bien o mal. O avanzan hasta lograr su objetivo poniéndole fin al juego, o bien, retroceden algunos casilleros pero siempre salen adelante. Y vos estas ahí debatiendo en tu fuero interno qué es lo correcto y lo que no. Qué es lo que más te convendría y lo que no. Mamá tenía razón. No éramos adolescentes. Éramos un hombre y una mujer casados, y separados.

La soledad es un pájaro grande multicolor

Que ya no tiene alas para volar y

Cada nuevo intento da más dolor.

Por otro lado sólo sentía rabia. Yo sabía que estaba muy sucumbido en mi trabajo, pero aquello era lo que nos daba de comer, lo que hacía que pudiese comprarle regalos a ella, lo que permitía que viviésemos en ese departamento, que solventásemos nuestros gastos, que viajemos cuando tuviésemos ganas. Pero las actitudes de Mariana no fueron las mejores tampoco. Su única preocupación era quedar embarazada. Era concebir y listo. Allí se terminaba su mundo. Y aunque mis ganas de ser padre no eran menos que las suyas, mi mundo no acababa con un hijo. Quería disfrutar y vivir a pleno. Mariana ya estaba más allá del bien y del mal. No obstante todo ello, la soledad me golpeaba cada noche y más de una me hizo llorar.

La soledad anida en la garganta

Para esperar, el grito que se arranca

Con su cantar, cuando llega el silencio

Del desamor.

Aquella tarde de Febrero salí a caminar por el parque central del barrio de Belgrano. Había enchufado a mis oídos el reproductor de música.

Oasis sonaba de fondo a la vez que transpiraba con ganas la remera sin mangas. Sin darme cuenta me vi frente al departamento en donde vivía Nahuel y Valeria.

-¿Con esa pinta venís a visitarnos?- me preguntó Vale muerta de risa.

-Hola, corazón- y dejé un beso fugaz sobre su mejilla. –Hola chiquitín- y besé su panza.

-Tu futuro ahijado opina que debes bañarte para venir a vernos- y los tres reímos.

-Es que salí a caminar y sin darme cuenta llegué acá, fue inconsciente- me disculpe. –Pero bueno, te traje facturas- y no había acabado la frase que Valeria y sus antojos ya estaban abriendo el paquete, incluso comiendo una de las medialunas. -Vas a salir rodando, amor- se burló Nahuel. – Como sigas así voy a tener que empujarte cual pelota para que puedas traspasar el marco de la puerta- y Vale le echó una mirada asesina.

-¡Ya, Bahiano! ¡No me la trates así!- y la abracé por encima de los hombros. –Si te sigue tratando así te venís a vivir conmigo ¿si?- dije con mi voz y sonrisa ganadora.

-¿Cómo estas vos?- y me causó gracia que hablase con la boca llena.

-Estoy bien- y tanto él como ella me miraron confusos. –De verdad, estoy bien.

-¿No supiste nada de Lali?- me preguntó Nahuel sirviéndome un mate.

-No.

-¿No queres saber algo de ella? No se, cómo está...

-No se, Val. No vine a hablar de ella.

-Pero tenes que hacerlo- me replicó mi amiga embarazadísima.

-Vale, por favor- le pedí.

-Perfecto... sólo te digo que te estás equivocando- y salió en dirección a la cocina en busca de dulce de leche para rellenar las medialunas de manteca.

Pasamos una tarde divertida. Me metí dentro de mi auto y conduje hacia el centro comercial. No había puesto la radio, mis pensamientos hablaban por sí solos. Eso. Estaba completamente solo y la angustia ya era insoportable.

La soledad a veces tiene

Ganas de acompañar

El rostro que recuerda mal

Aquel amor que nunca fue

Para soñar.

Compré todo lo que necesitaba. La mañana siguiente partiría hacia Bahía Blanca. Tenía exactamente quince días de vacaciones, y los gastaría allí, en compañía de mis viejos amigos. Mi familia también iría, con excepción de Bautista. Nahuel y Valeria también. Querían que su hijo naciese en Bahía, como todos nosotros. Thiago se estaba haciendo esperar. Sobretodo por mí, sería nada más y nada menos que su padrino. Y Thiaguito sería un gran rival para Neno, a quien cada día quería un poco más.

Llegué a casa de mis viejos para la hora de la cena. A diferencia de tiempo atrás, dialogaba en la mesa. Tenía vida. Hacía notar vividamente que respiraba, que era una persona.

La soledad inventa la más bella aparición,

Remueve los rincones del corazón

Para quedarse sola la soledad,

Con su niñez, con su mocedad,

Con su vejez, para llorar, para morir,

La soledad.

Aquella noche quedé dormido después de que Bautista nos contase, a mi hermana y a mí, la pelea que había sufrido con Victoria. Ella era una celosa obsesionada y mi hermano intentaba ponerle los puntos sobre las ies.

AMORES PERROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora