CAPITULO 63:AQUEL JUEVES

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Aquel jueves era un día completamente atípico. Desperté cerca de las ocho de la mañana. Me dejé mi piyama y fui escaleras abajo. Mamá ya había preparado mi desayuno. Té de tilo con miel y galletitas dulces. Sentía la ansiedad a flor de piel. Entré una vez más a mi dormitorio con bandeja en mano y me senté sobre la cama. Al tiempo que desayunaba releía una y otra vez mis apuntes. Mi estómago era un manojo de nervios. Me zambullí en mis fotocopias de Dialectología hispanoamericana. En lo que dura un estornudo había concluido mí mañana de estudio. Entré a la ducha y tomé un baño rápido. Lo hice de manera brusca ya que no quería tardar más de diez minutos. Me vestí con una falda color negra, una camisa rosa pastel y unos buenos tacos. Dejé mi pelo lacio suelto y mi flequillo sobre mi frente. Me maquillé de manera natural, me eché perfume y tomé mi bolso lleno de papeles universitarios. Fui escaleras abajo y salí de casa junto a mamá y papá.

Aquel jueves desperté media hora tarde de lo previsto. Di un salto en la cama y entré al cuarto de baño. Me duché con tranquilidad. Llevaba años con éstas prácticas. Sequé el pelo a una velocidad inigualable. Me vestí con ropa cómoda y me quedé en el living de casa leyendo, leyendo y sólo leyendo. Eran las doce del mediodía cuando comencé a vestirme. Una falda azul que me había regalado mi hermana para la ocasión. Una camisa color negro y zapatos a juego con la pollera. Arreglé un poco mi pelo y recogí un mechón con una hebilla diminuta. Me eché perfume y tomé mis carpetas. Al cabo de una hora salí de casa junto a Eugenia y mis viejos.

Aquel jueves desperté por la llegada de un nuevo mensaje a mi celular. Abrí los ojos con dificultad y tanteé la cama para hallarlo. Lo tomé en mis manos y su luz me cegó por completo.

Mensaje de texto de "Amor"

"¡Ay! Siento nervios. Seguramente estás durmiendo y si es así ¡levantante ya! Y no revolees los ojos, Lanzani... cuando digo ya es ¡ya! Nos vemos dentro de unas horas ¿si? Te amo chinito."

Sonreí tontamente. Lali tendía a comportarse como una madre. Era tan maternal siempre. Me incorporé de la cama cumpliendo, inconscientemente, con su orden. Me di una ducha rápida y me preparé el desayuno. Encendí el televisor y encontré un recital de Los Cafres en vivo, del año anterior. Y ahí me ví, como si nada fuese a suceder, sumamente distendido. La hora se acercaba y los nervios comenzaban a hacerse presentes. Releí sólo una vez mis apuntes y comencé a vestirme. Traje negro, camisa blanca y corbata. Me eché perfume y esperé que mi familia viniese por mí.

Estaba sentada sobre un banco en el hall de la facultad. A mi lado estaba Rocío, Luciana y Bella. Las cuatro mordíamos nuestras uñas y nuestros ojos bailaban al ritmo de las palabras que leíamos. El hall era un completo griterío. Los nervios eran absolutamente visibles. Era una tarde especial para más de uno. Nuestros amigos, los porteños y bahienses, estaban allí junto a nuestras familias. Vi de reojo a Peter salir del ascensor junto a Fernando, Claudia, Bautista y

Florencia. Dejé todo sobre el banco y corrí a él. Me eché sobre sus brazos y me alzó apenas del suelo. Cuando quiso devolverme a mi sitio le largué una mirada asesina.

-Vas a arrugarte la ropa... que a propósito te queda muy bien- dijo y noté la picardía en sus ojos y en su voz.

-¡Ay Pitt!- grité histérica.

-Tranquila nenita, todo va bien ¿si?- dijo con su tono conciliador.

-¿Me abrazas?- le pedí con ojos de pequeña.

-Vení acá- dijo abriendo sus brazos. Me escabullí en ellos. Notó mi cuerpo tembloroso y me rodeó con todas sus fuerzas. Me besó la cabeza y cuando nos separamos comenzó a saludar a los presentes, pero sin antes haberme dado un beso en la boca.

Aquél final era completamente atípico. Una mesa examinadora evaluaba de manera oral por pequeños grupos. Y éstos eran a nuestra elección. Rocío, Peter, Benjamín y yo lo conformábamos. Nos sentamos frente a la cátedra, constituida por tres profesores. Dos hombres y una mujer. Sólo nos separaba de ellos un escritorio de roble, bien pesado. En un extremo de la mesa se encontraba Peter y pude notar que no estaba relajado al cien por cien. A su lado Rocío, luego yo. En el otro extremo Benja. Movía mis manos con nerviosismo. Benjamín lo notó y apoyó su mano sobre mi rodilla y me sonrió con tranquilidad. El examen comenzó. Nunca me sentí tan nerviosa y ansiosa como en ese mismo instante en que me formulaban una pregunta, algo capciosa, como siempre. Luego fue el turno de Benja. Su pregunta también había sido capciosa. A Rocío le plantearon una situación práctica que debía resolver y Peter debía fundamentar o refutar el planteo de Rochi usando como base las distintas teorías de uno de los precursores de la materia. Era una rueda de preguntas y respuestas. De planteos con o sin solución. Te teorías, autores, fundamentaciones, conceptos básico y complejos. Y por último lo más difícil, las interrelaciones. Luego de cuarenta y cinco exhaustivos minutos, la cátedra dio por concluido el final. Todos obtuvimos un nueve de puntuación. Los profesores se pusieron de pie y nosotros los imitamos.

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