Recuerdos

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Esa noche Lyra no podía dormir. Tampoco es que quisiera acompañar a Apolo en su cruzada de buscar el paradero de Harry el cual era prácticamente imposible. Aún podía recordar la manera en la que había aparecido aquel hombre que conocía, solo por un pequeño instante.

Corre Lyra, es él. Corre y no veas atrás.

Queria desaparecer esas palabras de su cabeza pero cada vez que lo intentaba, una parte de ella quería aferrarse a la esperanza de que Harry Potter estaba bien y que acabarían con aquella amenaza de una vez por todas.

- Eh, ¿que haces despierta?

La voz de Al y aquellos ojos verdes le hicieron soltar un suspiro mientras sonreía levemente.

- La pregunta es, ¿que haces tú despierto?

- Supongo que es fácil de responder, jefe. Pero la verdad es que no puedo dormir, creo que son muchas cosas a la vez sucediendo - se sinceró mientras caminaba hacia la estufa - ¿Quieres un poco de chocolate caliente? Lo he preparado tal cual me enseñaste.

- A tu padre le gusta mucho - sonrió con tristeza - Puedes servirme una taza llena mi querido Al.

La mujer se quedó obervando al muchacho quien parecía más animado. Tenía la misma costumbre de Harry de morder su labio inferior cuando estaba concentrado en algo, y de fruncir el ceño mientras pensaba, cosa que le causó gracia.

- Recuerdo cuando tenías cinco años y Harry tuvo la maravillosa idea de llevarte al Ministerio - soltó Lyra de pronto mientras Al se sentaba frente a ella con una taza de chocolate humeante - y te escapaste de su vista. Llegaste hasta donde yo estaba y me retaste a un duelo con tu varita de juguete - la mujer sonrió y Al le imitó - estaba entrenando a los nuevos y tú te paraste ahí, sin titubear. Harry llegó corriendo, ya sabes, cumpliendo con su papel de padre negligente y dejarte perder. Recuerdo que no te moviste ni un segundo y mis alumnos me miraban esperando que haría, entre ellos Robert Trusk que te animaba, alzaste tu varita y esperaba que nada sucediera pero de pronto me ví en el suelo con un dolor de cabeza insoportable, tan insoportable como tú mi querido Al.

- No recuerdo ese día - se lamento el muchacho pero ella solo se encogió de hombros y le sonrió de una forma tan hermosa que Al solo se limitó a verle.

- Cuando somos niños olvidamos algunas cosas luego al crecer, pero lo bueno es que siempre tendremos alguien para que las recuerde por nosotros - dijo con una voz suave - ¿Que ha pasado contigo y Minerva?

Lyra notó que el semblante de Al se ensombreció y solo frunció el ceño.

- No ha pasado nada, hay cosas mas urgentes - suspiró para luego dar un sorbo a su chocolate.

- El amor también es importante, Al - dijo ella mientras tomaba la mano del joven que estaba sobre la mesita - Escucha, la vida es muy corta para vivirla sin amor, ¿entiendes eso? Que todo esto no te haga sentir que debes dejar tu vida normal atrás.

- Minerva quiere que vaya con ella a vivir a New York y yo...toda mi vida está aquí - los ojos verdes de Al parecían vidriosos - por más que le quiera, no puedo abandonar todo esto.

- Tienes miedo - suspiró y Al negó con rapidez.

- No tengo miedo - sentenció pero Lyra alzó sus cejas y sonrió mientras enfocaba toda su atención en él.

- Es normal tener miedo cuando sabes que amas a una persona tanto que te hace cuestionar cada decisión que tomas.   Porque hace que todo tu mundo de pronto sea ese otro universo de cosas que no entiendes y que por más que tratas de hacerlo, no puedes porque todo es perfecto cuando esa persona está contigo - dijo Lyra mientras Al parecía aturdido por sus palabras - ¿Que tienes que perder con intentarlo? Tu familia que realmente te ama más de lo que imaginas, siempre te estará esperando con los brazos abiertos.

Los Merodeadores - Desafiando al DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora