⟳| Día 35 Patio trasero.

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| Día 04

Por la tarde, cuando el ocaso mostraba sus últimos rayos anaranjados y el presente añil se adueñaba del firmamento simplemente custodiado por los tenues luceros, en el balcón, cerca de la cocina acompañado de lirios y girasoles Shouto se encontraba reflexionando los sucesos del día anterior.

Sentía su estabilidad al borde del precipicio, enloquecido de que, por momentos sin darse cuenta fuera capaz de mostrarse al desnudo con sus sentimientos a flor de piel. 

Aquellos que pese al tiempo seguían arrastrando su alma como el océano en tiempos de marea alta, tomando desprevenidos a los visitantes que terminaban empapados por la inesperada llegada del agua sobre sus cabezas. Así se sentía Shouto, atacado con la guardia baja porque Katsuki lo desarmaba con su toque suave e imperceptible. 

—¿Qué es lo que hago? —Se preguntó a sí mismo, observando el exterior de su hogar al pequeño camino empedrado que destacaba en su jardín, los girasoles buscaban el sol que se había ido luego de una larga jornada a visitar al otro lado del mundo.

Arrastró su mano por su rostro lastimando su nariz en el proceso por la fuerza ejercida, leves lágrimas se le acumularon alrededor de sus párpados, sobó el puente de su nariz antes de regresar adentro, abrió la puerta corrediza y la cerró tras de sí con su dedo índice y pulgar acariciando la zona afectada.

—¿Qué haces? ¿te golpeaste con el vidrio de la puerta? —Interrogó un Katsuki, preocupado dejando sus labores en la cocina para acercarse a él.

Shouto negó, internamente agradecido que no lo haya visto golpearse a sí mismo.

—Algo así… pero ya pasó… —Restó importancia, dedicándole una sonrisa afable con la intención de ir al patio trasero a ver las estrellas, las pocas que había.

—¿A dónde vas ahora?

—Afuera, quiero ver las estrellas… pensar… —Habló con la voz floja, sin ganas realmente. Katsuki le extendió una taza de chocolate caliente, el olor llamando las papilas gustativas de Shouto—. Gracias.

—Yo iba afuera también… sino te molesta. —Shouto hizo un asentamiento, dejando que Katsuki lo siguiera afuera, después de todo el rubio se había quedado mucho tiempo con el patio.

—¿Puedo tomar la mecedora? —Preguntó una vez los dos estuvieron fuera, Katsuki afirmó con un sonido de sus labios dejándose caer en uno de los escalones, los claveles acariciando sus pómulos.

—He estado viendo que hay mucho espacio bajo mi balcón —Comentó, alzando la vista por encima de los claveles, Shouto giró su cabeza a la izquierda, los tulipanes estaban bajo la ventana del estudio y seguido su orquídea en una pequeña maceta.

—¿Qué con eso? —Inquirió con extrañeza.

—Debería comprar una hamaca —Dijo sin más, en un pensamiento aleatorio, Shouto volvió su vista al cenizo a su derecha, Katsuki se acurrucó contra su chamarra.

—¿Por qué comprarías algo que vas a tener que quitar en dos meses? —Cuestionó, desconcertado. Katsuki bebió un sorbo profundo sin responderle— de cualquier forma, no tienes donde ponerla, no hay donde colocarla.

—Bajo mi balcón queda bien, puedo atarlo en el barandal de cada lado —Respondió al fin—, así podríamos estar aquí sin molestar al otro o mejor aún sin que se nos congele el trasero en los escalones.

Katsuki rió, Shouto bufó una sonrisa pensando que cuando más perdido se sentía llegaba el oji-rubí con una ocurrencia a calmar sus pensamientos destructivos. Siempre lo decía, era la causa de sus males y al mismo tiempo era su paracetamol para ellos. Shouto negó con diversión en su expresión.

—No tienes una hamaca.

—Puedo encargarla en Amazon —Chistó con gracia— para eso existen las compras por internet.

Shouto rodó los ojos recordando que él mismo debía un regalo a cierto hermano mayor que lo estaba molestando con él —debía comprarle algo para que dejara de joderlo—.

Al final dejó que Katsuki hiciera su compra que llegaría en marzo según sus propias palabras. Él se acurrucó en la mecedora casi quedándose dormido mientras terminaba su chocolate, percibía al cenizo a sus espaldas, sentado sobre las escaleras acompañándolo como la marea visitando las costas tímidamente.

 Él se acurrucó en la mecedora casi quedándose dormido mientras terminaba su chocolate, percibía al cenizo a sus espaldas, sentado sobre las escaleras acompañándolo como la marea visitando las costas tímidamente

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35| Patio trasero.

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