⟳| Día 47 Déjame guiarte I

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⟳| Día 16

La situación con Katsuki que los hizo retroceder en su avance quedó muda en el pasado. Ninguno la mencionaba por mucho que les removiera el alma, era mejor así con cada uno siguiendo su día sin interferir en lo que él otro hacía.

Shouto había estado trabajando en el estudio mientras Katsuki regaba las plantas en el jardín, lo escuchó hacer ruiditos que según él eran por el empeño que le daba a la rutina que Kirishima le había mandado ayer por la noche.

No dijo nada de sus gestos divertidos hechos para un vídeo de recopilaciones de: "cosas que salieron mal" lo dejó ser en patio trasero donde afortunadamente para ellos sus vecinos ya no estaban -iban a clases- así que durante la semana eran libres de hacer cualquier estupidez sin temor a ser grabados.

Katsuki hizo más escándalo en el patio trasero, pero lo ignoró prestando suma atención a la junta que tenía con sus hermanos y las propuestas que tenían para el mercado, fue la hora más larga de su vida cuando finalmente vio finalizada la junta cerró su aparato dispuesto a ir a su cuarto a descansar los músculos, relajándose haciendo yoga que de vez en cuando le apoyaba con su estrés.

Le dio un vistazo a Katsuki por la ventana del estudio, notándolo extrañado como si buscara algo en el suelo, sus orbes rojos iban de izquierda a derecha analizando el sitio donde estuvo como una escena del crimen.

Salió para verificar si necesitaba ayuda, cuando el cenizo sintió su presencia en los escalones alzó sus rubíes del suelo hasta él en un gesto de ayuda que Shouto entendió.

—¿Qué perdiste? —Preguntó con interés, Katsuki señaló con su cabeza al suelo donde se ubicaba su teléfono. Shouto notó algo extrañado que, aunque quería tomarlo no podía— ¿Qué pasa con él?

—No lo puedo agarrar. —Explicó sus ojos pidiendo que se lo pasara, Shouto avanzó por el patio hasta agacharse a los pies de cenizo para recoger el celular, su mano tocó el césped húmedo y a su lado se percató de la razón por la cual Katsuki no se quería agachar, un pequeño caracol se arrastraba cerca.

—Eres un bebé. —Anunció con sus orbes riéndose, Katsuki se cruzó de brazos, avergonzado. Shouto se levantó hasta quedar frente a él entregándole su celular.

—No me llames así —Rezongó sus mejillas inflándose levemente como una ardilla en un berrinche— me da asco, ¿Qué quieres que haga?

—Es un animalito que no te hace nada.

—¿Nada? Llena de baba donde pasa —Hizo un gesto de desagrado antes de cambiar su lista de reproducción por una más calmada a la que llevaba— es asqueroso. —Se estremeció al final, Shouto riéndose por su drama.

Duh. Sigues siendo un bebé. —Le empujó levemente el hombro, Katsuki se movió para evitar el golpe con Shouto cayendo sobre su pecho por el movimiento que realizó antes, Katsuki lo detuvo, divertido.

—Casi te vas de boca.

—Porque te quitaste, idiota. —Chistó alejándose de él, depositando sus manos en el pecho del cenizo, sus manos estaban sobre la cadera de Shouto, su teléfono reposando encima de su trasero, qué envidia le tenía.

En su lista se reprodujo Faded, una de las canciones que más solían escuchar cuando estaban en silencio, la cabeza de Shouto se meneó al ritmo de la canción, su cabello danzando en el aire —estaba más largo— sus ojos se cerraron y trató de apartarse del cenizo para irse, pero este tomó su mano derecha para unirla a la suya.

Shouto abrió los ojos sorpresivamente dejando ver ese gesto de negación que desapareció cuando Katsuki le habló.

—Déjame mostrarte como es. —Apretó su mano con delicadeza esperando un permiso que Shouto le entregó en un acuerdo silencioso al dejar caer su mano sobre el hombro de Katsuki.

Katsuki desplazó su mano libre a la cadera del bicolor, Shouto separó sus manos para dejarla caer junto a la otra alrededor del cuello de Katsuki que se adueñó de su cintura.

Se movieron a un ritmo lento que a veces aumentaba hasta hacerlos recorrer todo el patio trasero en un acto afable donde no había disputas por un terreno, donde no había gritos por palabras a medias, donde no había malas intenciones con su tacto, donde no había nadie más.

Solo ellos uniéndose en una danza lenta hasta separarse por completo solo dejando sus manos unidas con los falanges entrelazados, un gesto confidente que era suyo.

Sus sonrisas no desaparecieron hasta el final de la canción, con las mejillas coloradas en carmín, sonrisas abiertas, fanales brillantes como estrellas, hebras áureas cobrando vitalidad con otras tantas escarlatas recobrando valor y la níveas dando paz.

Todo con sus frentes colisionado en un acto de complicidad que sus mirares conocían, perdidos en el horizonte del nuevo mundo con un ronce de distancia, sus narices besándose tímidamente, solo un empujón más y tendrían lo que tanto habían extrañado.

Solo un poco más...

—¡Mamá ya llegamos! —La tierna vocecita de su vecina los asustó sobre manera, alejándose del otro con un trato casi venenoso, recogieron las cosas para entrar a su casa antes de que esos demonios grabaran lo que sea que estuviera pasando entre ellos.

Se encerraron en sus habitaciones completamente abochornados de actuar como adolescentes y más porque tenían el mismo pensamiento.

«Joder, quería besarlo.» Sopesaron con el ritmo cardíaco a mil por hora, no era un latido sino un zumbido.

47| Déjame guiarte I

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