AU. Katsuki y Shouto son exnovios. Sí, exnovios que durante la fiesta de año nuevo no pudieron evitar explotar delante de sus amigos y vecinos que llamaron a la policía.
Fueron encarcelados y luego con ayuda de un buen amigo, es que todo se redujo a...
Aunque las discusiones quedaron en el país de nunca jamás después de la visita de la eterna confidente; Camie. El ambiente seguía estresado debido a la distancia que habían optado por tener con el otro, cada uno trabajaba en su habitación, hacían sus propias tareas y, finalmente, compartían alimentos al cenar —cada uno desayunaba y comía por su lado—.
Eran cerca de las nueve de la noche cuando Katsuki enjuagó el último plato que usaron al cenar, agarró un jugo en botella que había dentro del refrigerador y se lo llevó a su cuarto.
—Buenas noches. —Deseó a un bicolor que se acurrucaba en el sillón de forma “L” con una manta blanca abrazando su cuerpo, despegó sus orbes de la pantalla de su celular y observó al cenizo.
—Buenas noches. —Murmuró con una sonrisa amable, Katsuki movió ligeramente la cabeza antes de abandonar la sala regresando su cuerpo a su habitación, suspirando al no ceder ante sus impulsos de abalanzarse sobre Shouto para darle un beso en la frente.
Sacó su laptop para trabajar en el siguiente artículo, sabiendo así que era la única forma en la que podía sacar al chico de su cabeza. Concentró su atención al trabajo al grado en que no escuchó la puerta cuando el timbre esparció su tonalidad por toda la casa.
Shouto se levantó del sillón estremecido por el golpe helado que lo recibió al salir de su nido, caminó arrastrando los pies por el suelo hasta abrir la puerta, encontrando un par de esmeraldas amables sonriéndole con gracia.
—Hola Todoroki, ¿puedo pasar? —Preguntó. Shouto se hizo a un lado dejándolo a pasar hasta la sala donde recogió su manta para llevarlo a su cuarto seguido de Izuku.
—Que extraño que vengas tan tarde, ¿vienes de guardia? —Cuestionó con seriedad.
—No, claro que no. Solo vine a visitarte —Se encogió de hombros, su vista cayendo en la ventana, el cielo nocturno sin estrellas— a quedarme para que hablemos, seguro has acumulado mucho estrés.
Shouto resopló, cruzándose de brazos.
—Creo que incluso la casa está estresada —Rió sentándose en el borde de la cama— cruje a cada paso, no sé si es humedad o de verdad siente la tensión que hay como una cuerda de arco.
Izuku se carcajeó por la metáfora del heterocromático que le siguió en una risa cálida.
—Entonces sí debemos hablar —Insistió a su mejor amigo que asintió dejándose caer sobre la cama, sus piernas colgando en el suelo, Midoriya lo acompañó sentándose a su lado.
—Pues…
Shouto contó con detalle lo ocurrido en los días previos desde su última visita donde hicieron guardia con el pelirrojo, habló sobre la distancia que propuso el cenizo, de cómo debían rechazarse cada vez que se sintieran vulnerables. Los orbes de Midoriya se mostraron decaídos por la evidente ruptura del noviazgo de su mejor amigo, veía a Shouto muy triste por la situación, pero lo estaba sobrellevando pese a que había ocasiones donde quería sentarse sobre el regazo del cenizo para besarle la mandíbula —todo contado por Shouto en persona—.
—Solo siento eso a veces, no siempre… que quede claro. —Insistió avergonzado de haber soltado una confesión tan humillante.
—Dijiste que era tu sitio. —Recordó Izuku ocultando una risa tras su puño.
—So-solo fue un momento de vulnerabilidad… —Tartamudeó con las orejas rojas, Midoriya siguió riéndose de un Shouto que cubría su rostro enrojecido.
Ambos sumidos en una conversación amena que extrajo todos los pensamientos del bicolor, hasta que se desahogó de todos sus males. Izuku acompañó a su amigo en aquella noche de respuestas que le llegaron con las últimas acciones que había tenido Katsuki concluyendo en un final apaciblemente nostálgico.
Por su parte el cenizo en su habitación vivía insomnio al tratar de escuchar que sucedía en aquellas cuatro paredes donde antes durmió él y donde ahora el que compartía lecho con Shouto no era más que el verduzco de Izuku Midoriya.
Sus lágrimas bajaron por su aterciopelada piel antes de siquiera darse cuenta, al final notó con tristeza que habían llegado al punto de no retorno.
Su convivencia hasta el final de arresto sería como compañeros de cuarto no como pareja. Cerró los ojos, abatido en un desconsuelo que no llenó nada ni siquiera la luna más hermosa que se asomaba por su balcón.
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