⟳| Día 119 Álbumes II

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⟳| Día 29

Era cerca de mediodía, Shouto parecía estar en alguna junta directiva con sus hermanos porque los murmullos de una conversación atravesaban su antesala para colarse directo en el pasillo de las habitaciones, desde su puerta Katsuki reconoció algunas palabras incluso unas voces que desde hacía mucho no tenía la grata dicha es presenciar en persona.

Rió por lo bajo cuando Shouto suspiró agotado de la plática que le brindó su padre una vez sus socios se despidieron, también se sintió cómplice al querer abogar por Shouto como lo hicieron sus hermanos al salir en su defensa pidiéndole de la forma más cordial posible que sí quería decirle algo que fuera a su casa, naturalmente —con la actitud de su exsuegro— se molestó hasta dejarlos colgados en videollamada.

Hubo otro par de carcajadas antes de que dejara de prestar atención a las conversaciones del heterocromático llevando su atención a las cajas regadas en el suelo y donde según él se hallaba un tesoro mejor tratado que el de cualquier pirata en sus mejores épocas.

Sin embargo, pese a ser una reliquia que cualquiera deseara tener, Katsuki la había ocultado de tal forma en la que ni siquiera él mismo sabía dónde se ubicaba actualmente.

Era sumamente fastidioso haber empacado precipitadamente —según Shouto— porque cuando necesitaba de algo que ya estaba custodiado en paredes de cartón él debía leer cada leyenda sobre su caja hasta ubicar la que era necesaria.

Eso era lo que hacía en esos precisos instantes donde leyendo las palabras escritas en su tapa es que encontró lo que quería, sonrió viéndose victorioso. Tuvo que cortar la cinta con la que Shouto había asegurado la caja y rebuscó entre sus libros su preciado tesoro.

Ahí, en el fondo tuvo la fortuna de volver a tenerlo entre sus manos, uno de sus álbumes más preciados.

Abrió con ilusión revisando los viajes que había hecho con Shouto, porque sí su chico merecía un álbum específicamente dedicado a él donde no hubiese nadie interfiriendo entre ellos y las —pocas— aventuras que compartieron.

Podía rememorar que en sus viajes Shouto estaba lo suficientemente estresado como para hacer más de una salida y él tenía que investigar para escribir sus artículos por lo que sus salidas se redujeron a unas pocas muy significativas donde usó su cámara profesional para tener un recuerdo del bicolor para la eternidad.

Encontró una serie de fotografías pertenecientes a su viaje a México a una de sus playas más aclamadas; Cancún.

Se sonrojó al recordar que, cuando capturó una de las fotografías de Shouto ligeramente —muy— asoleado se volteó a verlo directamente a la lente de la cámara con una sonrisa jovial que a Katsuki le costó olvidar porque la tenía grabada a fuego ardiente en la memoria y en ese álbum.

Se le estremeció todo el pellejo cuando las imágenes de lo que pasó después de la foto le llegaron como un rayo y como su cuerpo se retorció en la arena al sentir a Shouto tan suyo y, al mismo tiempo, deshacerse entre sus brazos como un cúmulo de arena que se escapaba de entre sus dedos.

El rosado tiñó sus mejillas hasta las orejas cerrando el álbum abruptamente, con los delicados toques de Shouto haciendo amago en los recuerdos de su dermis que cosquilleaba por el simple roce de su amado.

—Amo a este chico. —Susurró enternecido revisando otro par de fotografías hasta que la hora de la merienda llegó y tuvo la oportunidad de volver a enamorarse de la sonrisa de Shouto.

 —Susurró enternecido revisando otro par de fotografías hasta que la hora de la merienda llegó y tuvo la oportunidad de volver a enamorarse de la sonrisa de Shouto

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119| Álbumes II

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